Magia y milagros de un sitar
La mayor sitarista actual, de paso por la Argentina, entiende su trabajo como una forma de conexión con la divinidad
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Historiadores de la música popular y etnomusicólogos de todo el mundo coinciden en afirmar que "Norwegian wood", de The Beatles (incluida en Rubber soul, de 1965) es la primera canción occidental en la que suena un sitar. El dato es de los difíciles de confirmar, pero lo que definitivamente parece seguro es que, a más de 40 años del día en que George Harrison se deslumbró por la cascada sonora que surge de las 26 cuerdas de este instrumento, la música de la India todavía representa un misterio del tamaño del Taj Mahal.
De Salman Rushdie a Arundhati Roy o Anita Desai, pasando por Rabindranath Tagore y R.K.Narayan, cierta literatura india lleva varias décadas presente en las librerías del mundo; algo parecido ocurre con el cine, que ya en su vertiente Bollywood como a través de la exitosísima Slumdog Millionaire ha conquistado un espacio de referencia en las carteleras de América y Europa. Mientras tanto, los sonidos del segundo país más poblado del planeta, esa babel cultural y religiosa en la que se hablan más de 400 lenguas (22 reconocidas de manera oficial), permanecen poco menos que insondables, aún cuando el qawwali devocional del paquistaní Nusrat Fateh Ali Khan o proyectos contemporáneos como Transglobal Underground, Asian Dub Foundation o los remixes del DJ y productor Bally Sagoo hayan logrado el curioso milagro de trasladar este colorido sonoro a las pistas de baile. Ahora, y con todos los rasgos y señas que tienen las oportunidades únicas, Buenos Aires podrá convertirse en el impensado escenario de esa magia gracias a la visita de Krishna Chakravarty, considerada la sitarista actual más importante de la India, doctora en música por la Universidad Hindú de Benarés y discípula de Ravi Shankar, el hombre detrás de la luz musical que encegueció a George Harrison hace más de 40 años.
Chakravarty comenzó a tocar el sitar -al que define como su "mejor amigo"- a los 6 años, casi medio siglo atrás. Es una virtuosa incomparable, el tipo de artista a la que conviene creerle cuando sostiene que la música es una forma de entrar en contacto con las divinidades. Su trabajo se ubica en el paisaje de la música tradicional de su país, en su caso visible a través de los "ragas" que aparecen como olas poéticas en el singularísimo entramado sonoro del sitar. De origen indostaní (como el qawwali que en Occidente se conoció especialmente a partir de las grabaciones de Nusrat Fateh Ali Khan para el sello Real World, de Peter Gabriel), los "ragas" son mapas melódicos de improvisación, auténticos párrafos musicales que, a partir de cinco o más notas, impulsan una melodía que evoca estados de ánimo o tipos de modulaciones a interpretar. La música de raíz indostaní agrupa a musulmanes, budistas y cristianos que viven en la región; el arte de Chakravarty parece demostrar que las distintas religiones se dirigen a un mismo dios, que precisamente porque es Dios tuvo la genial ocurrencia de inventar el sitar. "Este es un instrumento que expresa los sentimientos del instrumentista, pero los ´ragas´ unen al músico con la tradición -apunta Chakravarty-; por eso la técnica y la emoción son tan importantes como los ´ragas´ que uno pueda aprender. Esta es la razón por la que esta música puede ser tan emotiva. Es un verdadero viaje de paz mental".
Algo por el estilo debe haber sentido George Harrison mientras incorporaba el sitar al pentagrama de "Norwegian wood". Como él hace cuatro décadas, cuando sentado enfrente de Ravi Shankar descubrió un instrumento y una música y un mundo, el curioso no iniciado debe saber que entre la música de Chakravarty y los oídos bien dispuestos no hay obstáculo alguno para el placer y el ensueño, ya que la paz mental no conoce fronteras cuando sobrevuela el diapasón del sitar. No en vano éste es uno de los instrumentos más antiguos del mundo (su origen data del siglo XIII o antes aún), vigente siempre por el atemporal hechizo que produce su sonido, a mitad de camino entre la hipnosis y el trance. "Fuera de la India toco lo mismo que dentro de mi país –cuenta la artista, para explicar que su música es universal-; yo tengo las mismas sensaciones, y creo que el público también. Es un instrumento y una música tan accesible y sencilla como puede serlo una oración a Dios. Yo soy una persona muy espiritual, para mí lo que hago con el sitar es intentar una conexión con el mundo espiritual. Y en esa conexión no hay barreras entre el público y el artista".
De Ravi Shankar, con quien estudió en Estados Unidos y en la India desde 1971, dice haber hecho un aprendizaje estrictamente musical, de conocimiento de "ragas" y técnicas. A él tal vez haya que agradecerle el exquisito vértigo en las manos de Chakravarty, una destreza inusual y prodigiosa con la que esta artista reconstruye los "ragas" entre delicadas armonías de fuego. "No es sencillo tocar el sitar, pero lo único verdaderamente difícil es empezar; luego, en el día a día del aprendizaje, todo se vuelve más sencillo", comenta, sobre su mejor amigo. O tal vez hable de la vida y del mundo con el que ella es capaz de conectar a su público. Es difícil advertir la diferencia; quien la escuche sentirá que no la hay.
adnCHAKRAVARTY
Nació en la ciudad india de Benarés hace 58 años. Toca el sitar desde los 6 y estudió con Senia Gharana y Ravi Shankar. En su país se la considera un auténtico tesoro viviente



