"Mi primera mamadera fue llenada con dinero proveniente de la música", me dijo hace muchos años Charly Alberti, el baterista que, con Soda Stereo, alcanzó fama continental. Su padre, Tito Alberti, también era un notable baterista que en los años 60 ya lideraba su propia orquesta. Sin embargo, los morlacos para esas primeras leches no vinieron de la más famosa de sus obras, "El elefante trompita", que, como aspiraba Atahualpa Yupanqui, de tan popular se volvió anónima.
Don Alberti la compuso en 1947, cuando integraba la orquesta del mexicano Jorge Negrete. Para ese entonces ya había grabado con el tanguero Miguel Caló, había acompañado al legendario bolerista Agustín Lara y había entablado una profunda amistad con Eva Duarte. Pocos años después colaboraría con Dámaso Pérez Prado, con Xavier Cugat y con la plana mayor del jazz argentino. Y tocaría, también, en los actos del Día del Trabajador en la Plaza de Mayo, desde 1950 y hasta el derrocamiento militar de 1955.
Pero fue con la música tropical que alcanzó su consagración. "Es ampliamente reconocida en Tito su técnica excepcional y su nato sentido del ritmo", decían las liner notes de este LP, lanzado en 1961. "Se podría decir que es el suyo un sonido eminentemente caribeño. Tales dotes han causado asombro en los países de origen tropical, donde han llegado los registros de Tito Alberti. Por ejemplo, nadie pudo creer en Venezuela que se tratase de una orquesta argentina". Parece increíble, también, que ese mismo hombre haya creado ese elefante que, llamando a su mamita, de Ushuaia a Tijuana, forma parte del imaginario de millones de niños.