Mitos y verdades acerca de un tal K.
El especialista checo Josef Cermák lanza una exhaustiva biografía del autor de La metamorfosis
Fue así. El reconocido kafkólogo Josef Cermák iba a ser la estrella de un reciente coloquio internacional realizado en Buenos Aires, que formó parte de la programación de la Bienal Borges/Kafka 2010. Todo estaba listo para la entrevista con adncultura (la hora, el lugar, el fotógrafo, las ganas) cuando una nubecita surgida de un ignoto volcán islandés se interpuso en el camino. Cermák no pudo viajar y la nota debió realizarse vía e-mail , de modo que improvisé algunas preguntas y las envié a Praga. Para que el operativo finalizara con éxito, conté con la valiosa colaboración de dos traductoras excepcionales: Daniela Capkova -funcionaria de la embajada y directora del centro checo Buenos Aires- y su colaboradora Virgina Higa.
Conviene advertir que los nombres de Kafka y Cermák están entrelazados desde hace décadas. El especialista, de 82 años, ha seguido las huellas del escritor de una manera casi obsesiva. Esa tarea de detective literario le costó -bajo el opresivo régimen previo a la caída del Muro de Berlín- ser perseguido. Hasta se vio obligado a publicar su primera investigación sobre Kafka en Alemania y con seudónimo. El propio nombre de Kafka, que escribía en alemán, era mala palabra para el gobierno imperante en esa época. "Tenga en cuenta lo que pasó en mi país luego del golpe comunista producido en 1948 -señala Cermák-. A partir de ese hecho, Kafka fue prohibido y considerado un autor burgués. Sin embargo, a mitad de los años cincuenta, un grupo de jóvenes marxistas pidió una revisión drástica de semejante interdicción. La iniciativa habilitó una polémica internacional que acabó en un enfrentamiento entre el Partido Comunista del Este y el del Oeste. La polémica debió ser frenada por Moscú, que no participaba de esa conferencia poco afín a sus objetivos de máxima. Tras los años generosos de la Primavera de Praga, Kafka volvió a ser considerado un contrarrevolucionario, decadente y pesimista, además de virtual enemigo del Estado. En medio de esa caza de brujas, en 1983 hubo una curiosa excepción. Gracias a una trampa editorial, se logró editar en Praga una antología de sus relatos breves que, sin embargo, llevaban un epílogo dictado por la ceguera oficial."
Volver a nacer
Tras la caída del bloque comunista, Cermák se dedicó a traducir al checo obras como El desaparecido (o América ), El proceso y Diarios I (1909-1912). Y ahora lanza La lucha por escribir. Sobre el compromiso vital de Franz Kafka , la primera biografía escrita en checo sobre este autor gigante que allí, en esas páginas, vuelve a nacer. Hubo otras muy buenas, entre ellas la que escribió el alemán Reiner Stach bajo el sugerente título de El año de las decisiones . Un poco para provocarlo y otro poco para ver qué decía, comenté a Cermák mi desconcierto ante una vida (la de Kafka) no caracterizada precisamente por la acción vertiginosa. El escritor raramente se movía de lo que llamaba el círculo de Praga; pensaba apenas en mujeres o libros y solamente viajaba de sanatorio en sanatorio obligado por la tuberculosis ascendente. ¿Qué biografía puede escribirse con tan poco material? Cermák (quien además es director de la editorial Odeón, emblema de la lucha por las libertades democráticas en la República Checa) no estuvo de acuerdo con mi generalización. Si bien admitió que, como dice Borges, el autor de La metamorfosis fue un hombre hosco y enfermizo, poco afín a las actividades sociales y de costumbres más bien solitarias, su existencia -explicó- no fue pasiva. Destacó, entre otras cosas, la activa participación de Kafka en la vida judeo-alemana de Praga, su turbulenta relación con las damas y su actividad laboral incesante. Admitió, eso sí, que Kafka no parecía muy interesado por la actualidad política. Citó al respecto una asombrosa frase que el escritor anotó en su diario íntimo cuando estalló la Primera Guerra Mundial: "Alemania proclamó la guerra a Rusia. A la tarde, pileta".
En suma, Cermák desestima la mala prensa del escritor, que lo presenta como un tipo depresivo, amargado, catastrofista y triste. "Esa imagen deformada -subrayó- fue creada sobre la base de ciertas interpretaciones de su obra que surgieron antes de haberse conocido con más precisión la biografía del autor. Cuando en Francia salieron las primeras traducciones de Kafka, nadie sabía quién era. Se desconocía hasta su fecha de nacimiento y su nacionalidad. Era un tal K. En otros lugares pasó lo mismo. En los países escandinavos, por ejemplo, consideraban que Kafka era el seudónimo de un autor inglés."
El biógrafo se irrita muy especialmente cuando se le menciona el nombre de Gustav Janouch (1903-1968), un amigo intermitente de Kafka (considerado por Cermák como un "intelectual desclasado") que aprovechó el boom kafkiano que empezó a difundirse por el mundo a fines de los años cuarenta. Expertos y aficionados al escritor viajaron a Praga y Janouch los guiaba por la ciudad. De hecho, trabajaba de eso. Lo cierto es que aprovechó algunos encuentros que tuvo en su juventud con el escritor (su padre trabajaba en la misma oficina que Kafka) para escribir un libro que reproduce supuestas entrevistas que habría mantenido con él veinticinco años atrás. Están escritas con una exactitud tan literal (como si hubiera contado con la ayuda de un grabador) que mueven a la sospecha. "La primera publicación [1951] convenció incluso a gran parte de los germanistas profesionales -confirma Cemárk sin ocultar su asombro-. Pero cuando Janouch publicó después de algunos años una edición de tamaño tres veces mayor, la confianza en la veracidad de sus notas bajó notablemente. Hoy ese libro está generalmente considerado una muy buena mistificación, apenas citada por los autores menos informados."
El libro en cuestión, Conversaciones con Kafka (publicado en español por Imago Mundi) intenta presentar a un Kafka tierno, vulnerable, lúcido, íntimo y otros tantos adjetivos más que pueden leerse en la contratapa. Pero quien haya leído al menos una línea de la obra del escritor (o cualquier párrafo de sus diarios personales) no aceptará las inverosímiles transcripciones de Janouch. El caso es también significativo para los defensores de un periodismo riguroso que no se base en los deseos de fama del cronista sino en testimonios mínimamente valederos. Cermák lo dice mejor: "La ´operación Janouch´ tuvo algo de complejo de Eróstrato: crear textos fingidos de un autor cuya fama mundial crecía rápidamente y conseguir así que los textos propios fueran considerados una parte auténtica de su obra". Debe aceptarse, sin embargo, que en vida Kafka gozó de reconocimiento real por parte de unos pocos y fieles amigos. Su amante, Milena Jásenská, fue quizá la que más lo entendió. Pero también Thomas Mann, Herman Hesse o Robert Musil supieron que Kafka era Kafka antes de su muerte. Entre quienes lo admiraban por su obra, más allá del afecto que alguien pueda tener por un amigo cercano, se destaca Max Brod, autor de una tediosa y excesivamente laudatoria biografía de Kafka y que, como se sabe, no cumplió el triple pedido que le hizo el escritor antes de morir: "1) Quema todo sin leerlo antes. 2) No lo leas. 3) Quiero ser olvidado". Según Cermák, Brod "consideraba a Kafka un escritor genial aun antes de que éste publicara sus primeras líneas".
Otro de los tantos enigmas que presentan la vida y la obra de Franz Kafka tiene que ver con el carácter fragmentario e inconcluso de sus narraciones. "Es algo difícil de explicar -admite el biógrafo-. También sus intentos de contraer matrimonio tuvieron un trámite complicado. Me da la impresión de que el escritor elegía siempre estrategias desesperadas con vistas a superar el mundo de lo establecido. Pero esos intentos lo llevaban casi siempre al fracaso."
En mi acotada lista de preguntas no podía faltar al menos una que estableciera un puente entre Kafka y Borges, eje de la bienal realizada en Buenos Aires. Cermák se muestra escéptico al respecto. No cree que la obra de Kafka haya influido en modo alguno en Borges, quien, sin embargo, siempre mostró un especial interés por la brillante escritura del checo, muy especialmente la de sus prosas menores. Borges escribió incluso un breve ensayo donde habla de los precursores de Kafka, secreta o inconscientemente elegidos por éste. Entre ellos nombra a Flaubert, una especie de pequeño dios para el escritor checo. En torno a este último punto, Cermák ofreció un consejo que hago extensivo a los lectores de la presente nota: confrontar el comienzo de la novela La educación sentimental con el de "El fogonero", un relato que luego se convirtió en la primera parte de América . Le hice caso y mi conclusión es que Kafka admiraba tanto al autor de Madame Bovary que acabó imitándolo? al menos en las primeras quince líneas de "El fogonero".
MUESTRA.
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