Murió Francisco Umbral, un periodista con alma literaria
Fue autor de más de 70 libros y ganó el premio Cervantes
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MADRID.- Escritor, periodista y, sobre todo, figura que todos los santos días firmaba una muy leída columna en la prensa nacional española, Francisco Umbral murió ayer en esta ciudad, su fuente de inspiración y su brújula, entre expresiones de reconocimiento y la promesa de darle su nombre a una calle y una escuela.
Autor tan prolífico como discutido (sus amigos lo querían tanto como lo cuestionaban sus adversarios), Umbral escribió con ferocidad en todo el sentido del término. Y decía con el mismo tono la mejor de las lindezas como la más dura de las barbaridades.
Entre ensayos, novelas y relatos, acumula más de 70 libros publicados, lo que implica que hubo años en los que produjo hasta tres títulos. El mismo no se explicaba, a veces, cómo pudo escribir tanto. "¿En qué momento he vivido, entonces? Pero lo cierto es que he vivido, y mucho. Y todo está escrito", reflexionó hace poco.
Su literatura fue reconocida con los principales galardones de este país. Obtuvo el premio Cervantes, en 2000; el Nacional de las Letras, en 1997, y el Príncipe de Asturias, en 1996.
Deuda académica
Pero, pese a que lo buscó con esmero, nunca fue aceptado en la Real Academia Española (RAE), donde, en esta tierra donde mucho se habla de envidia, sí entraron varios de sus adversarios. Ese rechazo se instaló como una controversia entre bandos del mundillo literario, que ayer, en pleno velorio, no pudo evitar nuevas embestidas.
"Los de la Academia han sido con él mezquinos y miserables, porque si alguien temía méritos para ocupar uno de sus sillones, ése era Francisco Umbral, y sí se los dieron a otros que no los merecían", disparó en la puerta de la capilla ardiente el también periodista y escritor Jaime Peñafiel. Otros dijeron lo mismo, pero en tono más bajo.
Tanto, que la cuestión se hizo insoslayable hasta para el presidente de la entidad, Víctor García de la Concha, quien, al abandonar el velorio, admitió que "a Umbral no le faltaban méritos en absoluto" para ingresar en la Academia, pero dijo que eso no se había producido "por esos desencuentros que se producen en la vida de las personas, de las familias y de las amistades. Será una espina que quedará en unos y en otros".
La salud de Umbral, de 72 años, se había resentido en los últimos meses, pero, aun así, el repentino desenlace sorprendió a sus más íntimos. De hecho, murió cuando intentaba dictar una crónica a su mujer, María España.
La columna, destinada, como siempre, a la contratapa del diario El Mundo , llevaba por título "Las uvas doradas", y en ella desarrollaba una reflexión sobre la madurez y la juventud, tema al que solía apelar una y otra vez, de mil modos distintos. "Nadie podrá reemplazarlo. Era un auténtico Hércules", lo ponderó su director, Pedro J. Ramírez.
Las condolencias se multiplicaron. Los reyes (la reina Sofía le dijo una vez que era fiel lectora), los príncipes de Asturias y el presidente del gobierno hicieron llegar sus telegramas.
El ministro de Cultura, escritores, periodistas y dirigentes políticos se presentaron para despedirlo. Y aun en esto la figura de Umbral volvía a generar controversia, a partir de cierto halo de desprecio por parte de intelectuales "progresistas" que lo tildaron como "de derechas".
El era un superviviente que volvió del dolor de enterrar a su único hijo cuando éste tenía seis años. Le dedicó lo que muchos consideran su mejor novela: Mortal y Rosa . Otros títulos aplaudidos fueron Trilogía de Madrid , Madrid 1940, memorias de un joven fascista y El socialista sentimental .
Pero era en la columna donde brillaba, con la habilidad para encontrar materia hasta en el más pequeño de los temas. Sobre todo, en la vida cotidiana de Madrid. Su talento se moldeó con la guía de Miguel Delibes. Fue amigo y compañero del fallecido Camilo Cela.
"El trabajo periodístico y literario de Umbral, está en la mejor tradición española", dijo el ministro y escritor César Antonio Molina. "Deja un profundo vacío", acotó el presidente, José Luis Rodríguez Zapatero.
La nota más emotiva la puso su editora personal, Ana Gavín, quien aseguró que, pese a la soberbia de la que hacía gala, Umbral "era vulnerable y solía mostrarse inquieto ante la acogida del público a su obra".





