Se exhibe en el Malba el "antiarte" de Fluxus
Dispuestos a cuestionar convenciones y subrayar el arte en la vida cotidiana, los artistas que formaron parte del grupo Fluxus crearon una vanguardia particular, globalizada, que cruzó disciplinas y fronteras y se negó sistemáticamente a adherir a un programa estético rígido.
Nacido a comienzos de los 60 en Nueva York gracias a la iniciativa del artista lituano George Maciunas y vinculado inicialmente con la música experimental, Fluxus creció en Alemania -donde atrajo a muchos artistas que luego se afincaron allí- y se extendió a otros países de Europa, Japón y Estados Unidos.
La producción alemana de los artistas del grupo puede verse desde hoy en el Malba, en la muestra Fluxus en Alemania 1962-1994 , que estará abierta hasta el 30 de enero. La exhibición, organizada por el Instituto para las Relaciones con el Extranjero de Alemania, lleva ya diez años recorriendo el mundo y estuvo en 24 países. En una sala espaciosa se reparten obras de Joseph Beuys, Nam June Paik -anticipador del videoarte-, Takako Saito, John Cage, George Brecht y Emmett Williams, entre muchos otros. La prolijidad de la puesta contrasta con la ruptura, el desequilibrio y la provocación que las obras proponían en los 60 y 70.
Una red de artistas
De fronteras generosas, Fluxus integró actividades artísticas diversas, desde conciertos experimentales y performances en las calles hasta armado de objetos, collages , poesía y revistas. Quiso ser "antiarte" y lo logró: es difícil sintetizar en una palabra las 195 piezas de la muestra. Hay objetos cotidianos transformados o sólo puestos allí, con impronta dadaísta; hay collages , juegos de ajedrez alternativos, música y registros en video y fotografía de las performances . Hay humor, ironía, cierta ingenuidad a veces, mordacidad otras.
"Fluxus fue una red de artistas que, más que un programa estético estricto, compartió un interés por unir las artes visuales con la música, la poesía, el teatro y hasta la filosofía zen", explicó a LA NACION Gabriele Knapstein, una de las curadoras de la muestra. Allí está la poesía visual de Williams; una "escultura sonora" de Cage -seis grabadores dispuestos para tocar piezas de Mozart de manera simultánea-; un tríptico de metal al que se adhieren objetos que los espectadores pueden manipular, de Saito; un homenaje de Paik a Maciunas con monitores de video.
Fluxus nunca tuvo un manifiesto. "Quisieron mantenerse abiertos, formar una red que se conectara con movimientos paralelos", justificó Knapstein.
Raquel San Martín
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