Shows solidarios
En los últimos años, hubo una batahola de emprendimientos que convocaron a artistas a pintar corazones, vacas, caballos, osos, banquitos materos, botes e incluso inodoros. ¿Esto es arte? El resultado no fue malo, pero tampoco alcanza la excelencia de los platos diseñados por Kasimir Malevich o las lámparas de Gerrit Rietveld, por citar dos adalides de vanguardias utópicas que aspiraban a reconciliar arte y vida. Estas iniciativas son algo así como un Bailando por un sueño sin Ricardo Fort pero con Rogelio Polesello; es decir, el show supera el beau geste, que es la solidaridad. Con el espectáculo como estandarte se llegó al otro extremo: embadurnar con pintura pelotas de tenis, rugby, fútbol y básquet para que las estrellas del deporte las dispararan con puntapiés o raquetazos contra una tela, y luego rematarlas con fines solidarios. Un empresario se lamentaba por haberse perdido la "obra de arte" de un crack del fútbol; para consolarlo le dije que no se confundiera, que ponerle un pincel en la trompa a un elefante no lo convertía en un artista. Molesto, me ignoró el resto de la comida.
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