Una ayudita de los amigos
Artistas argentinos de los años noventa donaron obras al Museo de Arte Moderno de la Ciudad de Buenos Aires
Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma.
Diez días atrás se concretó una hazaña en tiempos de crisis: más de cincuenta artistas donaron dos de sus mejores obras al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires para completar el patrimonio del siglo XX. En cierta forma se cumplió lo que el psicólogo Miguel Espeche escribió el jueves en LA NACION: "Si la salud anímica de una población se mide por la capacidad de conciencia, la disposición para usar los recursos anímicos, la posibilidad de dar sentido a las dificultades de la vida e incluso la vocación de encontrar y ejercer valores para vérselas con las catástrofes que parecen acabar con todo, estamos hoy más sanos que antes de la caída de la ilusión primermundista de una parte significativa de la población".
No hay un supermercado de arte, ni grandes coleccionistas que compren, ni museos que inviertan en obra; pero hay, por esa rara conciencia que crece ante la adversidad, la voluntad de medio centenar de artistas de donar obras para enriquecer el acervo cultural de su ciudad.
Balance de fin de siglo
Laura Buccellato, directora del Museo de Arte Moderno de la Ciudad de Buenos Aires (Mamba) , sonríe sentada en la poltrona blanca de la oficina del primer piso del edificio de la avenida San Juan.
A pesar de su empeño, no ha podido definir aún el proyecto de ampliación del museo -una licitación que da vueltas sin llegar a destino-, pero tiene más de cien nuevos trabajos que integrarán las colecciones de la institución creada por iniciativa del crítico Rafael Squirru a mediados del siglo XX.
El Mamba nació con un destino peregrino que lo obligó a mudar sus colecciones por varias dependencias hasta anclar en el edificio de la avenida San Juan, remodelado en los años ochenta por el arquitecto Santiago Sánchez Elía con el apoyo de la Asociación de Amigos.
Enriquecido su acervo con la donación de la colección de Ignacio Pirovano, el edificio necesitaba con urgencia los metros que prometió el proyecto del argentino Emilio Ambasz, arquitecto residente en Nueva York, que convertirá la sede de San Juan y Defensa -integrada al Museo del Cine- en un ancla para los visitantes de la zona sur de la ciudad.
La Fundacion Proa y la Feria de San Telmo completan este triángulo virtuoso del arte y las antigüedades, que cobra un sentido especial cuando se habla del turismo cultural. Ese inesperado madero que puede ser el salvavidas de nuestra economía sumergida.
Lástima. La licitación del proyecto Mamba es una historia de marchas y contramarchas, con impugnaciones y otras cuestiones que demoran una obra que tenía -así se dijo cuando tomó estado público la ampliación de Ambasz- fondos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Cerrar el siglo
En la donación concretada por los artistas, con el apoyo de la Fundación Antorchas y de la Asociación de Amigos del Museo que preside Juan Vergez, está lo mejor de cada caso.
Las obras se han visto en galerías privadas, en el Centro Rojas, en el ICI y están firmadas por artistas que integraron la llamada generación del noventa. Muchos de ellos, por ejemplo, Marcelo Pombo o Miguel Harte, encontraron un destino de exhibición en las salas del Centro Rojas -ahora conducido por Fabián Lebenglik-, cuando la curaduría estaba en manos de Jorge Gumier Maier, artista representativo también de esa década que ya es historia.
El efecto que produce la selección se parece bastante a la idea de un panorama, aunque la palabra suene pretenciosa y peligrosa por su ambición abarcadora.
La visión del conjunto de obras -instalaciones, video, fotografía, pintura, objeto, arte textil- es mucho más que la suma de las partes. Permite entender qué ocurrió en la Argentina del regreso a la democracia y de la convertibilidad. Qué ocurrió en el escenario del arte en la década menemista, cuando "la ilusión primermundista" parecía posible; y cómo convivieron en una misma década la estética juguetona, light y decorativa (Gumier, Schiliro, Pombo) con el discurso formal duro y efectista (Nicola Costantino, Cristina Piffer).
En ese punto de confluencia necesario que es ahora el Mamba convergen vertientes diversas.
Desde la inteligente obra de Jorge Macchi, que de ningún modo puede ceñirse a la clasificación excluyente de neoconceptual; hasta la aproximación "textilera" (Marina de Caro) o la reformulación de la fotografía como soporte (Valansi, Dino Bruzzone, Leonel Luna).
Tiempo bisagra
Para Laura Buccellato, la satisfacción es doble. El museo ha enriquecido su acervo sin haber gastado un peso, y ve recompensada de una manera grata la dedicación que les prestó a muchos de estos artistas cuando eran jóvenes que creaban a la intemperie en un tiempo que fue bisagra de dos mundos.
Ultimas tendencias resume parte de lo que sucedió en una década, cuando la integración económica a los países centrales (¿espejismo convertible?) dio paso a la convivencia de muchos lenguajes -híbrida señal que define el arte contemporáneo-, sin perder de vista la persistencia de la tradición abstracta-constructiva, decisiva en el arte del Río de la Plata (Pablo Siquier, Joglar, Hasper) y la sutil atadura a la línea (Burgos, Ballesteros, Lindner) en obras de exquista factura.
Acompaña la exposición un buen catálogo, que ya está viajando a otras latitudes.
Tal vez, en el mejor sentido, el Mamba recupere esa condición primera de museo peregrino y la muestra de los años noventa inicie un itinerario global, donde poco y nada se conoce de los artistas argentinos contemporáneos, salvo individualidades descollantes de los ochenta, como el caso del argentino Guillermo Kuitca (ver recuadro).
Laura Buccellato mira la obra arriba de la poltrona blanca donde está sentada. Es un Jorge de la Vega con cuatro décadas, que soporta por las buenas razones su condición de obra digna de un museo.
"Les dije a los artistas, cuando comenzó a hablarse de la posibilidad de la donación: `Quiero una obra que dure en el tiempo como este De la Vega´. Y cumplieron."
(Ultimas tendencias, donaciones , Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Avenida San Juan 350, hasta julio.)
Kuitca, en alza
Idea de una pasión se vendió en US$ 95.600 en la subasta de Contemporary Art de Sotheby´s. A la par de Warhol, Basquiat, Richter, el argentino salió del corralito de "latinoamericano".