Vernissage anti-coronavirus en Roma: tragos y pinturas en las fachadas
ROMA.- La creatividad argentina suele agudizarse en tiempos de crisis. Así lo confirmó Paulo Pérez Mouriz, galerista porteñoque vive y trabaja en Roma desde 2002. En lugar de hacer una inauguración de su última muestra, algo ahora prohibido por las normas anti-coronavirus, Mouriz ideó un vernissage al aire libre, itinerante. Organizó para un pequeño grupo de coleccionistas un delicioso paseo por las fascinantes callecitas del centro histórico de Roma, para descubrir unos lindísimos frescos, muchas veces semi-ocultos, realizados entre fines de 1400 e inicios del 1500 sobre las fachadas de algunos palazzi de Roma. Frescos que fueron fotografiados por la artista Camilla Borghese, protagonista de la muestra y descendiente de la famosa familia homónima de la nobleza romana, que cuenta entre sus antepasados un papa, príncipes y princesas. Aunque ella suele decir que pertenece a la "rama pobre", que se dedicó al arte.
"La idea surgió fundamentalmente porque el coronavirus afectó muy duramente al arte y especialmente al arte contemporáneo: se cancelaron todas las ferias y si bien nos defendimos a través de experiencias de tipo virtual, después del aislamiento queríamos lograr un modo de volver a acercar a galeristas y coleccionistas", explicó a LA NACION Mouriz, que desde hace diez años, junto a su socio francés, Guillaume Maitre, está al frente de la Galería Spazio Nuovo, a pocos pasos del Panteón, en el corazón del centro histórico.
El paseo-vernissage, del que participó LA NACION, comenzó en Piazza San Simeone, a metros de la vía dei Coronari, famosa por sus anticuarios. Ante un grupo de unas veinte personas, todas con barbijo y respetando la distancia social, Borghese, que creció entre los "vicoli" de la ciudad eterna y que estudió historia del arte, comenzó a mostrar frescos del Palazzetto Lancellotti, que normalmente pasan inadvertidos. "Al principio del del siglo XVI, Roma alcanzó una fase de esplendor artístico sin precedente, sobre todo gracias a papas como Julio II o León X, que tuvieron el mérito de convocar a los mayores artsitas de la época, que comprendían el valor de la herencia dejada por la antigua civilización clásica", evocó Borghese. "Entonces, comenzó a estar de moda no sólo decorar el interior de los edificios señoriales, sino también su fachada", agregó.
Atardeceres y tragos
En un paseo en el que mostró cinco palazzi del centro histórico donde aún pueden notarse, mirando hacia arriba, unos maravillosos frescos –que ella fotografió durante el invierno pasado "porque amo la luz invernal, incisiva, limpia y linda en cualquier momento del día"–, contó que hace 500 años en Roma llegó a haber 200 "palazzi" decorados así, realizados por maestros como Polidoro da Caravaggio o Federico Zuccari. "Estaban realizados con diversas técnicas, graffitis o pintados, de un sólo color o varios colores y eran el reflejo de belleza, maestría y de historias que en su mayor parte se fueron perdiendo debido al inevitable paso del tiempo, refacciones, polvo y esmog", explicó, lamentando también el efecto del turismo masivo de los últimos años, que para ella le quitó identidad a Roma. "Pero dando vueltas por sus vícoli, levantando la mirada por arriba de las decenas de vidrieras y restaurantes que se han multiplicado, entre grietas o fachadas refaccionadas, puede pasar que uno se encuentra con la magia de decoraciones hechas hace 500 años", dijo.
Para poder fotografiar detalles de los frescos de las fachadas, al margen de escalera y caballete muy altos (hasta tres metros y 60), Borghese contó que debió tocar el timbre y pedir permiso a los dueños de los edificios que quedan enfrente, para poder trabajar desde sus ventanas. "Porque yo pienso y construyo la imagen antes de sacar la foto, hago lo contrario de lo que hace un fotoreportero", explicó.
El paseo-vernissage anti-coronavirus por las callecitas del centro de Roma duró menos de una hora de un espectacular ataredecer veraniego. Terminó con los bellísimos frescos del Palazzo Massimo, a metros de Piazza Navona y culminó con un drink, en la calle, frente a la galería Spazio Nuovo. Y tuvo gran éxito. "Invitamos a personas que ya tenían obra de Camilla y quedaron encantados porque es como ver la cocina del arte, como cuando organizamos visitas de atelier, porque al coleccionista le gusta ver cómo trabaja el artista y eso, finalmente, es un elemento decisivo", dijo Mouriz, que no ocultó su satisfacción. "Esto es un poco la realidad del futuro porque no creo que volveremos a tener vernissages paras 150 personas en el corto plazo: más allá del riesgo de contagio, uno se expone a multas", agregó. "Son las cosas que te impone esta 'nueva normalidad', expresión horrible, pero cierta".
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