Virtudes recuperadas
Esculturas inspiradas en una obra de Rafael, que decoraron la primera sede de la Facultad de Derecho de la UBA, fueron restauradas gracias al aporte de dos fundaciones
En 1511, mientras Miguel Ángel pintaba la bóveda de la Capilla Sixtina, Rafael Sanzio estaba abocado a otro proyecto monumental en el Vaticano. En una de las paredes de la Sala de la Signatura representó a la fortaleza, la prudencia y la templanza, virtudes cardinales esenciales, según Platón, para que existiera la justicia.
En 1878, en el barrio porteño de Monserrat, el arquitecto Pedro Benoit se inspiró en esa alegoría de la jurisprudencia para decorar el frente de la primera sede de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Convocó a artesanos para realizar un grupo escultórico manierista, que impactara desde lo alto del edificio de Moreno 350. Hijo de padre francés, Benoit no contempló que estaba en la Argentina y no en Europa.
En 2007, las tres figuras simbolizaban la triste realidad del país: a la fortaleza le faltaba un ojo; a la templanza, un brazo, y a la prudencia, la mitad de la cara. Así las encontró la arquitecta Cristina Fernández cuando fue convocada por las autoridades del Museo Etnográfico Juan B. Ambrosetti, alarmadas por el estado del edificio que aloja desde hace más de 80 años esta institución fundada en 1904, que depende de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
Según Fernández, las plantas y los hongos se abrían camino por la fachada del lugar donde se custodian más de 50.000 piezas arqueológicas y etnográficas, fruto de expediciones científicas, donaciones o canjes con museos de distintos países, y 60.000 libros, incluidos los de la biblioteca personal de Ambrosetti. A estos tesoros acceden estudiantes, investigadores y turistas de todo el mundo.
"La intención es tratar el edificio como parte de la colección, y de a poco lo vamos recuperando", dice Marta Dujovne, secretaria académica del museo, orgullosa al presentar las esculturas recién restauradas. "Nuestro lema es: pobres pero honrados . Como verás, tenemos todo ordenado", acota mientras pasea por las salas que albergan desde cuencos, textiles y calaveras de culturas milenarias hasta un altar budista traído desde Japón o un traje que fue exhibido en el Museo Metropolitano de Nueva York (ver nota aparte).
Muchos caminos
El primer paso fue atender lo urgente: si no se rescataba el grupo escultórico, había que sacarlo y darlo por perdido para siempre. No era tarea fácil, considerando que había que intervenir un edificio de corte renacentista, ubicado en el casco histórico porteño, y que se dependía del presupuesto de la UBA. Con 80.000 pesos otorgados por el Fondo Metropolitano para las Artes y las Ciencias, en 2008 se logró montar un andamio para limpiar la fachada, realizar un diagnóstico y tomar medidas de emergencia para evitar que el revoque siguiera cayendo. Pero los fondos no alcanzaron para restaurar las esculturas, y comenzó una carrera contra el tiempo para buscar otros aportes.
"Probamos muchos caminos que fracasaron", recuerda Dujovne, agradecida con quienes hicieron posible la recuperación del patrimonio. Durante dos años, la empresa Casago les permitió mantener en pie la enorme estructura del andamio, sin cobrar un peso. Y el estudio de arquitectura Fernández-Huberman-Otero trabajó ad honorem . Finalmente, la Fundación YPF y la del Banco Nación otorgaron el dinero necesario para "resucitar" las esculturas.
Entonces se convocó a la restauradora Cristina Lancellotti, que a su vez capacitó a tres estudiantes de la Escuela Taller del Casco Histórico para realizar el trabajo. Juntos, en cuatro meses de paciente labor a veintiséis metros de altura, lograron un milagro.
"Todavía hay que seguir con el resto de la fachada", aclara entusiasmada la arquitecta Fernández, consciente que eso significa volver a emprender la lucha por los fondos. Pero sabe que, aunque estemos en la Argentina, es posible lograrlo con fortaleza, prudencia y templanza.
© LA NACION
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