Y 10 años después, Saer sigue ahí...
En el aniversario de su muerte, que se cumple mañana, el escritor argentino mantiene una influencia decisiva en la lengua española; habrá homenajes y publicaciones póstumas
"Con la lluvia, llegó el otoño, y con el otoño, el tiempo del vino." Ése fue sólo el arranque que dejó escrito del séptimo y último capítulo de La grande, la que sería su novela más extensa y quizá la más ambiciosa y lograda, cuando un cáncer de pulmón se lo llevó el 11 de junio de 2005 en París. La fascinante e inmóvil gesta de retorno, condensada en una semana, del exiliado Gutiérrez a su lugar, que Seix Barral publicaría inconclusa poco después de su muerte.
Una década ha pasado desde entonces, y sin embargo Juan José Saer sigue ahí, más presente que nunca. Dónde, se preguntará el lector. ¿En la zona (1960), para jugar con los cuentos de su bautismo de fuego narrativo? ¿En el mítico lugar a medias imaginario y a medias real entre las inmediaciones de Santa Fe y su Serondino natal comparable al condado de Yoknapatawpha de Faulkner, la Santa María de Onetti o la Región de Benet, del que tanto se ha hablado, en el que transcurre toda su obra? ¿Acaso en París, donde vivió más de 40 años desde su exilio voluntario, en 1968?
Más bien Saer permanece no sólo en el centro del canon de la literatura argentina de las últimas décadas, sino también en un lugar insoslayable de la vasta narrativa en lengua española, mientras se suceden homenajes por el décimo aniversario de su muerte y su obra sigue creciendo simbólica y físicamente. De allí que su legado resulte cada vez más difícil de gestionar para las nuevas generaciones, como reconocía no hace mucho Martín Kohan: "Muchos buscamos en la literatura lo que Saer encontró de manera perfecta. Él nos plantea un desafío sólo comparable al de Borges, que es el dilema de cómo escribir después de ellos".
Lo paradójico del caso, como apunta desde París Julio Premat, responsable del Archivo Saer y curador de las ediciones póstumas de los Borradores inéditos, es que "por un lado su obra parece de otra época, en la que los amplios y ambiciosos proyectos narrativos eran concebibles, así como su protocolo cuidadoso de escritura". "Es decir, Saer se ha alejado", añade el experto, "ya no es una literatura actual, pero su figura, en tanto que modelo, vuelve -el ejemplo más claro es Hernán Ronsino- porque en buena medida se ha ido convirtiendo en el punto de referencia del gran novelista argentino".
En todo caso, esa presencia central de Saer se debe en buena medida al crecimiento póstumo de su obra, como bien señala la académica Nora Catelli. "No han sido muchos los narradores y novelistas argentinos o de cualquier otra nacionalidad de los que se han dispuesto y publicado con tanta presteza tantos y tan extraordinarios materiales en tanto poco tiempo tras su muerte", dice en referencia a los Papeles de trabajo I y II (2012 y 2013) y al tercer volumen de Borradores inéditos de Poemas (2013), para no contar los ensayos póstumos de Trabajos (2005) aparecidos en simultáneo con La grande. "Eso ha producido un extraordinario efecto de irradiación, porque se ve un proyecto", completa Catelli.
La edición de estos cuadernos constituye, para Premat, "un caso único en castellano de circulación de los documentos de trabajo de un escritor", que "permiten observar los mecanismos de su escritura e imaginar, gracias a ellos, otras posibilidades de la obra". Pero además de ese cambio de perspectiva sobre la obra publicada, el experto remarca el "interés en sí" que tienen esos papeles. "Muchas páginas o frases de Saer, que no fueron incluidas en ningún libro, son extraordinarias." Y la cosa no acaba allí, porque un cuarto volumen de los Borradoresinéditos ya viene en camino; saldrá antes de fin de año y estará dedicado a ensayos inéditos.
Lo cierto es que Saer también cosecha cada día más lectores y acapara la atención de la crítica en otros ámbitos, como el español, donde aún no circulan las ediciones póstumas de sus Papeles de trabajo. "No tuvo mucha suerte en su vida editorial, ni tampoco buen lobby para los premios -sólo le dieron el Nadal en 1987 por La ocasión-, pero se llevó el más importante, al que muy pocos acceden: el de la posteridad", dice el poeta y ensayista Edgardo Dobry. "Y es significativo, porque nunca fue un escritor de lectores masivos, pero siempre hay una célula saeriana en activo", bromea en referencia a la editorial independiente Rayo Verde, que ha comenzado a reponer toda su obra en las librerías españolas, además de lanzar una guía, Universo Saer, de María del Valle y Laura Huerga.
Y esa "consagración póstuma" de la que habla Dobry es elocuente. "De sus libros puede decirse aquello de Beckett sobre el Finnegans Wake: no tratan de cosa alguna, son la cosa misma. Saer no es un contador de peripecias, es un autor que pone a la poesía en el centro de su reflexión como escritor y es su escritura la que fascina", añade. De allí la singularidad de su obra que destaca Catelli. "Trabajaba desde un centro de la literatura que llevaba consigo: la lengua, su lengua, que era a la vez una emanación de su proyecto. Por eso era tan selectivo con su linaje: Onetti, Di Benedeto, Juan. L. Ortiz. Y siempre, en retorno, su atención distante respecto de Borges."
Lo que sigue encandilando a los lectores es también el desafío de sus herederos: "Cómo enfrentarse a la palabra, cómo hacer para que ese instrumento duro y gastado vuelva a significar", dice Dobry. "Por eso en Saer la gramática no es un accidente del discurso, sino un recurso para dotar sentido."