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Gran Premio Argentino Histórico: el lujo de correr con un hijo, el desafío de no acelerar y un auto que ya se llamaba Aldo
Finalizó en Mar del Plata la competencia de regularidad en la que participaron vehículos históricos de entre 1937 y 1983
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MAR DEL PLATA.— El arco de llegada frente al Balneario La Perla se sacude por el viento y el relato del locutor se mezcla con el rugir de una Coupe Chevrolet que regala el sonido característico de estas máquinas que fueron una parte destacada del automovilismo argentino durante los históricos Grandes Premios de Turismo Carretera que se disputaron entre 1937 y 1975 organizados por el Automóvil Club Argentino (ACA).
La inconfundible voz y los comentarios al paso de cada competidor de Raúl Barceló, el periodista que ganó popularidad en la década del ‘80 en las transmisiones televisivas de “Coche a la vista” en Argentina Televisora Color (ATC), son el marco de fondo de la llegada de los 115 autos históricos finalizaron la competencia y que recorrieron los 3500 kilómetros del vigésimo primer Gran Premio Histórico Argentino.
Los ganadores de la prueba que comenzó el viernes 18 de octubre y que atravesó Argentina de este a oeste -ida y vuelta- para finalizar este viernes en Mar del Plata fue el binomio compuesto por Carlos Berisso y Horacio Riccio a bordo de un Volvo 122 de 1963.
Berisso es un múltiple campeón del GPAH que se adjudicó las competencias que se realizaron en 2006, 2007 con Volvo y 2008 con un Fiat 600. “Los dos primeros años ganamos con un Volvo 122 color crema y cuando ese auto ya no daba más nos pasamos al Fiat 600, pero mi sueño era comprar un Alfa Romeo. Buscando ese auto, en 2005 encontré este Volvo y me dije: ‘para qué cambiar si con Volvo andábamos bien’. Y mirá, finalmente, se nos volvió a dar. Es un vehículo muy noble y los repuestos los consigo porque en Europa fue un auto muy vendido y hay de todo. Este auto se muere conmigo”, le dice Berisso a LA NACION.
La clave del triunfo de Berisso y Riccio estuvo en la cuarta etapa de montaña, que transcurrió entre Junín de los Andes y Zapala y en caminos de tierra y ripio. “Tuvimos la suerte de hacer una diferencia grande en una etapa que fue muy complicada por la geografía y por el viento”, cuenta Carlos, que corrió por primera vez con Riccio como acompañante y pudo volver a ocupar el primer puesto de la clasificación general después de 16 años.
La definición de carrera no es la correcta para el Gran Premio Argentino Histórico (GPAH) porque se trata de una competencia de regularidad en la que participan autos históricos de entre 1937 y 1983, y en la que gana aquel que recorre los sectores llamados pruebas cronometradas, lo más cerca posible de la velocidad continua establecida como objetivo. En este formato, la rapidez no es lo que cuenta sino la precisión y la capacidad de mantener ritmos constantes.
La formalidad dirá que se trata de una competencia de autos históricos, pero cuando se indaga, sólo un poco, y los protagonistas hablan queda claro que la “carrera” es solamente una excusa para vivir una experiencia irrepetible donde el premio es el viaje.
Para muchos, esta competencia es la oportunidad de robarle una semana a la vida y compartir, con un amigo, padre e hijo, o en pareja un tiempo valioso con el pretexto de participar en una prueba automovilística. La medalla de finalista, las fotos, las anécdotas, las marcas de guerra en el auto, y para unos pocos un trofeo, será lo que, en apariencia se llevan de esta competencia. Pero el recuerdo cómplice de esos siete días recorriendo Argentina es el regalo que se llevan y que atesoran para toda la vida.
Entre los 137 binomios que partieron de la sede central del Automóvil Club Argentino (ACA), el mismo apellido de piloto y copiloto se repitió 30 veces. Salvo en el caso de los Bustos, que son hermanos y corrieron en un Renault Gordini, igual que los paraguayos Balansa, los Mirabella y los Rampazzi, el resto fueron de padre e hijo o hija.
“Soy cocinero y le dedico mucho tiempo al trabajo. Estuve unos años viviendo en Europa y esa situación no me dejaba compartir tiempo con mi hijo. Me angustiaba que creciera y no poder estar con él. Cuando regresé a Argentina nos propusimos hacer algo juntos”, cuenta Manuel Villalba. “Cuando él era chiquito jugaba con autitos Citroen y se nos ocurrió comprar uno, pero de verdad, y participar en carreras. La primera fue en 2019 apenas después de que cumplió 12 años”, dice el piloto del Citroen 3CV que lleva el número 104 en sus puertas y que participó en cinco oportunidades acompañado por su hijo Dante.
Estas duplas parecen ser una buena fórmula para las carreras de regularidad. Por lo menos así lo demuestran Mariano Cortés y su hijo Ignacio, que con 21 años ya es un navegante experto porque acompaña a su padre desde los 11. En este último Gran Premio llegaron segundos a bordo de un Fiat 128 amarillo del año 1971.
Los Zacarías fueron una de las parejas que dieron pelea durante las cinco etapas con su Peugeot 404, el auto con mayor presencia histórica en el Gran Premio y el que más veces ganó, con 13 triunfos. “El 404 es un vehículo ideal para la regularidad porque tiene un andar muy parejo, se rompe poco y fue un auto muy vendido en Argentina. Esto ayuda porque todavía hay muchos en buen estado y es más fácil encontrar repuestos”, explica Ignacio, que compite junto con su papá Marcelo.
Otro Peugeot 404 con padre e hijo a bordo fue el 517 de los Valle, piloteado por Ezequiel y con Gabriel, su papá, de acompañante. “El año pasado estuvimos en la largada como espectadores y mi viejo quedó fascinado con la carrera. A partir de ese día se puso en campaña para comprar un auto y en octubre encontramos éste que nos gustó porque estaba en muy buen estado”, cuenta Ezequiel, quien llegó a esta competencia con sólo una carrera previa en competencias de regularidad.
Gabriel fue el responsable de la búsqueda del vehículo y le cuenta a LA NACION que cuando encontraron este Peugeot tuvo que hacer un esfuerzo para convencer a los dueños de venderlo: “Me hicieron mil preguntas y nos semblantearon bastante. Querían saber qué íbamos a hacer con el auto y cómo lo íbamos a cuidar. Parecía una adopción más que la compra de un coche. Cuando se decidieron a venderlo me dijeron: ‘Se llama Aldo, por favor no le cambies el nombre’”.
El más joven entre los que participaron es el acompañante Benjamín Comité, de sólo 16 años, que viajó a bordo de un Mini Cooper conducido por su papá, Leonardo. “Yo ya participé con un coupé Chevrolet y para este año comenzamos a preparar este auto, pero el copiloto tuvo un problema de salud y le cedió el lugar a Benjamín, que era la mejor opción. Estamos felices de todos estos días que pasamos juntos porque, a pesar de los problemas que enfrentamos, pudimos completar todo el recorrido de la competencia”, cuenta satisfecho Leonardo Comité.
Una buena parte de los corredores que participan fueron pilotos de velocidad y el Gran Premio es la oportunidad de volver a vivir la adrenalina de otra época. Pedro Sarri tiene 84 años, compite en una Coupe Ford verde y amarilla que se destaca en el pelotón y fue uno de los siete que participó en todos los GPAH. “Esto es una pasión y el hecho de participar en estas carreras es lo que me mantiene activo y joven”, cuenta el piloto oriundo de Capilla del Señor.
Esta prueba emula a los Grandes Premios de Turismo Carretera históricos e intenta copiar la épica de estas carreras que muchas veces transitaban por caminos que era apenas una huella. Hoy el Gran Premio Argentino Histórico no solamente recuerda a estas competencias por los autos que participan. Algunas de las rutas no son tan diferentes a las de aquella época. Pozos, banquinas que pueden transformar una parada en una pesadilla y la mala señalización fueron casi una constante durante los 3500 kilómetros de recorrido. Pero el tramo de la ruta 151 entre Neuquén y Colonia 25 de Mayo se llevó el premio al peor de todo el trayecto por el estado calamitoso de la calzada. Sorprende, porque se trata de una ruta que conecta ciudades importantes como Neuquén, con el resto del país; además es uno de los principales pasos a ciudades turísticas como San Martín de los Andes, Villa la Angostura y Bariloche, y es la entrada y salida de innumerables camiones al Valle de Rio Negro y a la zona de producción petrolera que incluye Vaca Muerta.
El Gran Premio le regala historias mínimas y anécdotas a los que participan. Juan Biaggini es el fotógrafo y responsable de prensa de la competencia y acompañó durante los siete días a los corredores capturando imágenes de la carrera y le cuenta a LA NACION una de sus vivencias: “Estaba al costado de la ruta sacando fotos y pasa una moto que queda entre dos autos, justo en el instante en que capturo esa imagen. Luego de unos minutos veo que la moto regresa, lo que me generó preocupación porque estaba solo y con todo el equipo fotográfico encima. Paró y me sorprendió porque me preguntó si le había tomado la foto y si se la podía enviar. Después, me contó que venía desde Esquel, recién sacaba la moto del concesionario -iba a recorrer 1260 kilómetros- y viajaba al cumpleaños de un amigo en Toay, de sorpresa”.
Una comitiva de uruguayos se fue desparramando a lo largo de la carrera de acuerdo con el ritmo que cada uno llevaba, pero cada parada era la excusa para el encuentro. El martes 22 fue el día de descanso y no hubo actividad, por lo que la banda charrúa se juntó en el camping del ACA de San Martín de los Andes, y debajo de árboles añosos y al costado de un arroyo que aturdía por el ruido de corriente, pasaron la tarde disfrutando de un asado en el que nunca faltó el mate.
Los punteros de esta competencia de regularidad se mueven a la cabeza de la carrera y el orden en que se ubican en la ruta corresponde al lugar que tuvieron en la clasificación de la etapa anterior. Durante el día tienen dos o tres detenciones en las que cargan combustible, comen algo y van al baño. Los mismos que están compitiendo por el liderazgo, cuando se bajan de los autos toman un café junto con sus competidores directos, se cruzan bromas y comparten quejas y alegrías.
Jorge Tomassi es el presidente del Automóvil Club del Uruguay, otro de los históricos en esta competencia porque estuvo presente en todas las realizaciones. Este año participó como navegante en un Mercedes Benz 450 que piloteó Oscar Olmos. “En estas competencias, para ganar los tres elementos que participan son relevantes y en partes iguales: auto, piloto y copiloto. Pero, sin dudas, creo que lo verdaderamente relevante es disfrutar todo lo que vivimos con amigos”, afirma el dirigente uruguayo.
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