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La noche que quisieron matar al poeta
Los diarios de Nueva York cumplían una huelga que duró 114 días. El joven Cassius Clay asumió entonces él mismo la promoción de su debut en el Madison Square Garden. Había aprendido de Gorgeous George, un luchador villano y carismático que subía al ring con alfombra roja y platinado rubio, mientras sonaba “Pompa y Circunstancia” y su valet “desinfectaba” el ring con gotas de Chanel número 5. Era el atleta mejor pagado de su tiempo. Clay tenía 19 años cuando lo escuchó en la radio. “Si pierdo –provocaba Gorgeous George– me arrastraré por todo el ring y me cortaré el pelo, pero no sucederá porque soy el mejor del mundo”. Días antes de enfrentar a Doug Jones, Clay fue primero al Senado a defender a su deporte. El boxeo estaba bajo amenaza de prohibición tras la muerte cruel del cubano Benny Kid Paret. Clay fue luego a los shows de TV. Y, aunque sonara extraño, fue también al Greenwich Village a participar de una lectura de poesía.
Su campaña fue un éxito. El día de la pelea, 13 de marzo de 1963 (este lunes se cumplieron 54 años), el Madison había agotado sus 18.732 asientos. No sucedía desde hacía seis años. Todos querían ver al profeta “Apolo”, dios de la música y la poesía, como lo había bautizado el periodista A.J.Liebling. Apolo debía demostrar que, además de hablar, boxeaba en serio. Esa noche, su profecía, siempre en rima infantil, sobre en qué round daría el nocaut, no se cumplió. (“They all fall/ in the round I call”-Todos caen en el round que yo digo). Clay ganó por puntos. Hubo gritos de “tongo”. Volaron botellas. Los aficionados, que ya habían abucheado a Clay apenas subió al ring, provocaron esa noche lo que Liebling definió como “la mayor demostración antipoesía en la historia de Estados Unidos”. Una semana después, Clay fue tapa de Time. La foto incluía dos guantes. Y un libro de poesía.
“Esta es la leyenda de Cassius Clay”, comenzó recitando seis meses después en otro show de TV, acompañado en el piano por el popular Liberace. “Este descarado y joven púgil es digno de ver/ y su destino campeón de peso pesado ha de ser/ El chico es veloz y pega duro/ si te le enfrentas, mejor contrata un seguro”. Había que provocar al “Oso” Sonny Liston, campeón mundial. “Ahora Clay conecta un swing de derecha, oh qué hermoso swing/ Y el golpe saca al Oso volando fuera del ring/ Liston aún va subiendo y el referí pone cara larga/ porque no puede empezar la cuenta hasta que Sonny caiga”. Recitó casi tres minutos sin parar. Memorizaba todo (era disléxico y evitaba leer). “King Liston will stay/ Only until he meets Cassius Clay/ Moore fell in four/ Liston in eight” (Liston seguirá reinando/ Sólo hasta que se enfrente con Cassius Clay/ Moore cayó en cuatro/ Liston en ocho”). Sus poemas no eran los de T.S.Eliot, claro. Pero el boxeo jamás había conocido a alguien que elegía las palabras con igual eficacia que los golpes. Que recitaba con rima y ritmo. Y con humor.
“You think the world was shocked when Nixon resigned?/ Wait till I whip George Foreman’s behind” (¿Creen que el mundo se sorprendió cuando Nixon dijo que renunciaba?/ Esperen a que lo agarre a George Foreman a nalgadas”). Eso fue para “Rumble in the jungle” (Estruendo en la jungla), como bautizó su célebre combate de 1974 en Zaire. Ya se había negado a combatir en Vietnam. La justicia le prohibió boxear, pero no pudo callarlo. “I sing this song: I ain’t got no quarrel with no Viet Cong” (Cantaré esta canción: nada tengo en contra de Viet Cong”). Ya era Muhammad Alí, “el más grande”. Dedicaba poemas a los negros rebeldes en la prisión de Attica. “Yo soy Estados Unidos de América/ Yo soy la parte que no quieren/ Pero acostúmbrense a mí: negro, seguro, arrogante/ Mi religión, no la de ustedes/ Mi nombre, no el suyo/ Mis propósitos son míos/ Acostúmbrense a mí”. “No era sólo lo que decía ni cómo lo decía –lo elogió una vez la poeta Maya Angelou–, era su espíritu cuando recitaba sus poemas”.
“Float like a butterfly, sting like a bee” se hizo célebre. Fue idea de su asistente Bundini Brown. Pero era Alí quien arriba del ring “flotaba como una mariposa y picaba como una abeja”. Por eso, antes de pelear contra Foreman, Alí metió más hip hop: “Float like a butterfly/ Sting like a bee/ His hands can’t hit/ What his eyes can’t see” (Sus manos no pueden golpear/ Lo que sus ojos no pueden ver). A Foreman lo desafió con otro de sus monólogos más recordados: “Me he peleado con un alligator/ Me he pegado con una ballena/ He esposado al trueno/ Y he metido al rayo en la cárcel/ La semana pasada asesiné a una roca/ lesioné a una piedra/ y mandé al hospital a un ladrillo”.
“Rapeó antes de que naciera el rap”, dice Chuck D en “Alí Rap”, un gran documental de ESPN. George Plimpton recuerda el sentido profundo del poema más corto que Alí recitó en 1975 en Harvard: “Me, we” (Yo, nosotros). Jeff Powell cita el epitafio que el Shakespeare del boxeo eligió para su tumba. Comenzaba con el célebre “Float like a butterfly/ Sting like a bee”. Y remataba: “If you wanna fly high/ remember me!” (Si quieres volar alto, recuérdame). ß
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