Del Potro, del temor por lo peor al íntimo deseo de jugar contra Federer
El tandilense pensó que había sufrido otra seria lesión en su caída sobre la muñeca izquierda, la que se operó tres veces y lo tuvo al borde del retiro; fue un traumatismo y debe definir si se enfrenta o no con el suizo en las semifinales de Shanghai, desde las 9
Fanático de Boca como es, Juan Martín del Potro habrá maldecido hace 9 días, cuando vio tirado sobre el césped, llorando, a Fernando Gago durante el partido por las eliminatorias entre la Argentina y Perú. Consciente, el volante, de que una nueva seria lesión golpeaba en su humanidad para tenerlo lejos de las canchas durante un buen tiempo. Y sabedor el tandilense, a la distancia, de todo lo que implican esas sensaciones instantáneas, cuando miles de imágenes se cruzan por la mente. Ninguna buena, obvio.
Algo de eso vivió en carne propia ayer, en la noche de Shanghai, cuando con el score 2-2 en el tercer set, en pleno retroceso para posicionarse y pegar su derecha invertida, perdió estabilidad. El movimiento mecánico, por reflejo, fue inevitable por un doble motivo: se derrumbaba sobre su pierna izquierda y en la mano derecha sostenía su raqueta. Ergo: la extremidad que amortiguó la caída y bancó como pudo sus 100 kilos y 1,98m fue la muñeca izquierda. Sí, la de las tres intervenciones quirúrgicas entre 2014 y 2015 y la que más cerca estuvo de sacarlo definitivamente del deporte.
Dolor. Incertidumbre. Angustia. Atención médica. Seguir o no seguir. Pensar en presente, en el ATP Finals (Masters), o a futuro: cuidar el físico, proteger una muñeca maldita. “Justo ahora que ya no sentía molestias”, habrá pensado. Del Potro tomó la decisión de seguir, completó su partido con victoria en tres sets frente al serbio Viktor Troicki (4-6, 6-1 y 6-4), a quien derrotó las siete veces que se enfrentaron, y luego se fue a una clínica para someterse a estudios. Que determinaron un “traumatismo”. En primera instancia, se descartaron lesiones de gravedad y que estuvieran relacionadas con los tendones que lo tuvieron en jaque. Le colocaron una férula como protección, más descanso, hielo y seguimiento de la evolución. Así se fue a dormir el tandilense, sin saber si podría jugar hoy, no antes de las 9 de la Argentina, la semifinal del Master 1000 de Shanghai, nada menos que con Roger Federer.
El relato omite los entretelones y todo el proceso interno que vivió Del Potro desde que se fue del estadio hasta que tuvo los resultados médicos. Imágenes semejantes a las que se sucedieron sin pausa por la cabeza de Gago, que curiosamente también quería seguir jugando a pesar de sentir que algo estaba roto en la rodilla. En caliente, Del Potro pudo seguir impactando, no sin temores, y la angustia sólo empezó a fluir más tarde.
Acompañado por su coach temporario Sebastián Prieto y por el fisio Germán Hünicken, todos en contacto telefónico con Diego Rodríguez, su fisioterapeuta principal, Del Potro quiso sacarse las dudas sobre el verdadero estado de la muñeca. No quería ni pensar en algo serio, aunque tenía la percepción y el temor de haber sufrido una fisura. Con el diagnóstico en mano, y cierto alivio cuando se descartaron problemas graves, volvió al hotel. Sin poder creer cómo una jugada común, de las tantas que existen en un partido, le empezaba a complicar el final de temporada y cuando empezaba a tener las mejores sensaciones en la cancha, sobre todo después del US Open, donde derrotó, entre otros, a Federer y llegó a las semifinales.
El interrogante pasaba a ser otro: ¿jugar o no contra el suizo hoy? En condiciones normales, con un traumatismo y habiéndosele colocado una férula, desistir de presentarse resulta lo más lógico. Pensar en una buena recuperación y apuntarle a lo que tiene por delante (Estocolmo, Basilea y París Bercy), con el aliciente de tener chances aún de entrar en el ATP Finals. Pero como contrapartida Del Potro sentía muchos deseos de jugar, sobre todo contra Federer. Un partido de los que lo motivan especialmente. Con el agregado de que no accedía a las semifinales de un Masters 1000 desde Shanghai 2013 (perdió la final con Djokovic).
Alguna vez esperó hasta último momento antes de tomar una decisión. Tiempo para medir la reacción del cuerpo, cómo resultó el descanso, y en caso de tener dudas, hasta permitirse pelotear. Y no necesariamente se trató de sus muñecas, como en 2013, cuando enfrentó por los cuartos de final de Wimbledon a David Ferrer con la rodilla vendada por arriba y por abajo, llegó a sufrir una temeraria caída sobre el césped a los 2 minutos de partido, pero siguió en la cancha y logró la victoria. A algo parecido apostó en esta oportunidad: comprobar su respuesta física horas antes del compromiso. Y con la certeza, después de hablar con su grupo de kinesiólogos, de que en caso de sufrir dolores evaluaría sí la posibilidad de no presentación.
Listo para meterse en el top 20 y a aproximadamente 900 puntos del último clasificado (Pablo Carreño) hasta aquí para el Masters de Londres, Del Potro vivió un susto grande. De esos que parecían ser historia vieja en una etapa diferente de su vida, a los 29 años. Está claro que nadie conoce mejor su cuerpo que él mismo ni las señales que emite su cabeza. Haberse permitido esperar es un indicio de que un dolor lo frenará en una situación irremediable, no por impulso de viejos fantasmas.Del Potro, del temor por lo peor al íntimo deseo de jugar contra Federer
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