El Lanús del rugby también crece y festeja
A comienzos de los 90, el Club Atlético Lanús, símbolo del partido ubicado en el sur del conurbano bonaerense, deambulaba, con su deporte símbolo, el fútbol, en el Nacional B, tras haber transitado en la C en el inicio de los 80. Hoy, la realidad viró hacia el otro extremo: es el campeón lujoso del fútbol argentino. Un periplo con algunos parecidos ha dibujado Lanús Rugby Club: en 1980 hubo un intento de fundación no concretado (aunque figure así en algunos registros no oficiales) que sí se llevó adelante en 1990, y ahora, a sólo 20 años de tener una cancha propia, milita en la Reubicación del Grupo I de la URBA, el escalón más alto luego de la elite que conforma el Top 14.
"Lo único que nos une es la medianera", grafica Javier Lorenzo, uno de los 50 que participaron de la fundación real, a comienzos de los 90. En realidad, el Lanús del fútbol y el Lanús del rugby comparten un predio -pegado al estadio del actual campeón de la AFA- en el cual sólo los separa un alambrado. "Y no hay mucho más que eso", agrega Lorenzo, salvo algún que otro parentesco, como el de los hermanos Archubi: Rodrigo eligió la redonda y Sebastián, la ovalada.
La historia de Lanús Rugby es similar a la de muchos clubes que nacieron en Buenos Aires entre los 80 y los 90, cuando aún no existía la URBA. Historias de lugares de entrenamientos y canchas prestadas o alquiladas, de pocos brazos para ocuparse absolutamente de todo (desde pintar las rayas de cal hasta cobrar la cuota) y, sobre todo, de una enorme pasión. "Nosotros alquilábamos la que había sido la cancha de Central Buenos Aires en Florencio Varela. No tenía luz ni vestuarios y a la mañana cuando llegábamos teníamos que sacar todas las piedras que había en la cancha", recuerda Lorenzo, quien al igual que varios de los fundadores llegó desde Nueva Pompeya, un club que duró sólo tres años. Otros lo hicieron desde Glew y algunos volvieron tras aquellos intentos fallidos de los 80.
"A todos nos unía que éramos de Lanús. Habíamos nacido y vivíamos acá, pero ésta es una ciudad de fútbol y fue difícil instalarnos", sostiene Lorenzo. Todo empezó a ser menos duro cuando la municipalidad les cedió a mediados de los 90 las actuales dos hectáreas y media, donde Lanús Rugby tiene sus dos canchas "y un quincho, que fue lo primero que construimos y que para nosotros es como un patrimonio nacional", acota Lorenzo.
Christian Seeber, entrenador de la Primera, relata la actualidad. "Nunca en la vida soñamos con esto. Ni con el Grupo I ni con jugar con dos clubes fundadores, como Biei y Lomas, por ejemplo. Pero se armó un excelente grupo y de ahí nació todo." El año pasado, Lanús estuvo a punto de descender al Grupo II, categoría a la que llegó en 2012 tras haber ascendido al GIII en 2004.
"Ahora el objetivo es que todo el club sea de Grupo I; desde los infantiles hasta los dirigentes", afirma Lorenzo, quien juega para los Veteranos del club al que se conoce como Los Vikingos, ya que hace unos años se utilizó la figura de Olaf en una de las calcomanías de difusión. Con más de 500 jugadores y con sus colores negro y bordó -no granate- característicos del municipio, Lanús Rugby encontró su lugar. Y no hay alambre que lo detenga.