Argentina finalista en Qatar: la transparencia de Pablo Aimar y la profundidad de la sencillez
La capacidad de análisis y la claridad de conceptos distinguen al ayudante de Scaloni; sus ideas, de la formación de juveniles al trato con las estrellas
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Pablo Aimar entró por primera vez en el predio de la AFA en 1995, con 15 años. Debutó en febrero, en un amistoso contra Paraguay, en Mar del Plata, cuando José Pekerman creía que el cordobés se iba a enredar en su pantaloncito por lo grande que le iba. A los 43 años mantiene el rostro aniñado, ahora, tapizado por una barba que bajo el sol parece pelirroja. Es un hombre sensato y sensible. Nada de estridencias ni poses, despierta respeto y admiración sin proclamas. Transparente.
Eleva el sentido de las palabras, las escoge muy bien porque su pensamiento es profundo. Conviene escucharlo. Leerlo. “Somos Argentina. Resulta que vas a un Mundial y lo único que sirve es ganarlo. Somos así… En mi categoría en Estudiantes de Río Cuarto sólo se podía ganar; me fui a River y River no empata, gana; fui al Valencia, y aunque no es el más grande, por aquellos años era un equipo que tenía que ganar; después tuve dos años en Zaragoza que no fueron buenos, y después estuve cinco en Benfica, donde no podés ganar por menos de dos goles. Y te acostumbrás a eso, te acostumbras a eso… Es mucho mejor jugar en un equipo así que en uno que puede empatar, pero te acostumbrás a tener la soga al cuello. Chau, acá se juega así, acá se gana, en la selección se gana. Y vos vivís y convivís con eso”, le contó a LA NACION, no ahora, sino hace unos años. Pero vaya actualidad. ¿Se entiende mejor el rostro desencajado del debut y la sonrisa aliviada en el final contra Croacia?
Aimar se abrazó a la formación. Disfruta descubrirse rodeado de chicos. Pero también se trata de la mano derecha de Lionel Scaloni, el discreto lugarteniente con una distinguida capacidad para el análisis futbolístico. “Formar también es hacerles ver que la selección argentina es River y Boca y no pueden empatar. Eso también es formar, es la mentalidad de un equipo grande, ganador. Pero no es lo único, hay que ser educados y respetuosos. Está claro que si no ganás te dicen ‘no me importa que saluden, quiero que ganen…’ Todo es respetable, nosotros creemos que ganar no es lo único. No pensamos ‘perdamos todos los partidos pero saludemos’, no, no es así, pero creemos que ganar no es lo único, se pueden inculcar más cosas que hacer un gol..., que por supuesto queremos que lo hagan”. Reconfortante. No son ideas disociadas. De este modo, el futuro estará arropado por el sentido común.
Ya no hay rastros de aquel joven huidizo y algo desconfiado. “Hasta salgo sonriendo en las selfies...”, bromea. La simpatía angelada ya no la economiza. “Creo que no voy a ser entrenador, no sé dirigir a 25 tipos y hacerlos estar contentos. Además, sé que de los 25, 23 no me van a querer porque los jugadores somos así”, contaba hace casi veinte años. La vida guarda sorpresas. En este caso, afortunadamente cambió de opinión. Querido, lo acompaña el liderazgo de la admiración. Fue el ídolo de la infancia de Messi. Pero se corre de ahí, las reverencias deben ir al crack actual: “Al ras del piso ves controles, ves gestos, ves la velocidad mental, ves todo… Lo ves de cerca a Messi…, está bien, es Messi…, si a él se le nota desde la Luna lo bueno que es, imagínate al ras del piso”.
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Otros conceptos de Aimar sirven, también, para entender el compromiso colectivo de la selección en Qatar, en definitiva, su máximo capital. “Nosotros tenemos la idea de equipos ofensivos, a nosotros nos gusta que jueguen juntos los que juegan bien, y para que jueguen juntos hay que tener algún orden y alguna predisposición a recuperar la pelota porque hay una sola. Y darles la tranquilidad de que ahí adentro los que juegan son ellos. Cuánto más contentos y liberados estén, mejor van a jugar”, analizaba. Y para jugar mejor… “El gran jugador es el que hace bueno al otro. Tu compañero te hace mejor o peor. Vos podes ser el lateral derecho más rápido del mundo, pero si te la tiran atrás sos el más lento. Todo el tiempo necesitás a tu compañero. Si es defensor, para que te quite la pelota las diez primeras veces y la 11 ya no, entonces vos lo hacés mejor a él porque en la 12 tiene que buscar otra manera de sacártela…” La celebración de la pureza. La profundidad de la sencillez.
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