Copa América: se abre un torneo que pondrá a prueba la sociedad entre Messi y la nueva generación
SAN SALVADOR DE BAHÍA, Brasil.– Ganar se volvió una odisea para la selección argentina. Esa herida reclama puntos de sutura hace más de un cuarto de siglo, porque Dybala, Lo Celso, Paredes, Foyth y Lautaro Martínez ni habían nacido cuando la Argentina conquistó la Copa América de Ecuador ‘93. El último festejo. ¿Habrá llegado el momento en Brasil? Es cierto que el fútbol argentino siempre demostró su capacidad de regeneración. Y los signos vitales los mantuvo a partir de su vena competitiva y la fascinación que despiertan sus figuras. Hoy, exclusivamente una: Lionel Messi. Una rentabilidad insoslayable para el equipo… pero insuficiente. La Argentina aún goza de crédito internacional, pero ya no es una potencia. Ni estará entre los favoritos al título en el torneo más antiguo del mundo que esta noche abrirá el anfitrión contra Bolivia. La Argentina asomará desde un plano expectante. Las posibilidades de la selección se mecen entre algunas dudas y la natural ilusión que siempre enciende la competencia.
Por primera vez, en más de una década, el único apellido que se repetirá en la nómina oficial de la selección será el de Messi, el único sobreviviente, torneo tras torneo, desde 2006. A días de cumplir 32 años, volverá a intentarlo. Tal vez, decidido a vengar un final de temporada traumático en Barcelona. Sus números otra vez fueron fabulosos –51 goles en 50 partidos–, pero lo único que le interesaba, la Champions League, se le esfumó en un abrir y cerrar de ojos en Anfield Road. Después, la derrota en la final de la Copa del Rey sumó otro disgusto. Paradójicamente, al revés de lo que indica la historia, Barcelona le entrega a la selección un jugador algo apesadumbrado. Pero, según sus palabras, animado por la revancha. Ya perdió tres finales en Copas América, 2007, 2015 y 2016, y está obsesionado con acabar el calvario.
Messi es el futbolista más desequilibrante del mundo. Un peso individual envidiable que intentará disimular otros déficits. Esa tarea es titánica y ya en el pasado se ha frustrado. El cuerpo técnico, en los últimos días, insistió con la imprescindible compensación para darle solidez al equipo. Scaloni reclama una esforzada dedicación de todos para colaborar, para atender los retrocesos, para asociarse en los relevos, para adelantar la última línea, para cuidar la posesión... De todos, sí, incluso de Messi, Agüero y Di María, el tridente histórico. Scaloni, a sus 41 años, el más joven de los 12 entrenadores del certamen, prefiere los equipos verticales, veloces y directos. Se siente más cómodo en la audacia que en la cautela, pero no desprecia el orden. Quiere evitar quedar expuesto; el amistoso contra Venezuela, en Madrid, le reveló todo lo que está mal.
De todos modos, el rasgo más palpable de la Argentina es su condición de equipo en construcción. Aún no tiene un sello, solo insinuaciones. Una idea atravesada por una profunda renovación. Una renovación auténtica, no decorativa. Y el mejor ejemplo es el mediocampo. El motor del equipo, el lugar que evidencia las intenciones. Ahí, laten los Paredes, Lo Celso y Guido Rodríguez, la nueva apuesta. Y no están Zaracho, Rodrigo Battaglia y Exequiel Palacios por lesión. El recambio es genuino. Pero la amalgama está fresca. La selección suma muy poco tiempo como para que la orquesta suene bien. Faltan ensayos y ajustes, que el equipo intentará encontrar durante la misma competencia. Peligroso. Si lo consigue, estará desafiando a la lógica futbolística. Y Scaloni, que directamente mañana vivirá el estreno oficial como entrenador en su carrera, habrá quemado todos los manuales.
La Argentina necesitará del mejor Messi, bien rodeado por las nuevas sociedades: el buen pie de Guido Rodríguez-Paredes en las salidas, la sagacidad conductiva de Lo Celso, los descensos de Agüero para abrir espacios, la dinámica de Di María, la profundidad de Tagliafico... Tendrán que aceitarse todas las piezas para soñar con objetivos ambiciosos. De otro modo, difícilmente el conjunto escape de la categoría de animador y no alcance el escalafón de actor principal.
Para la selección la exigencia será máxima desde el comienzo. No dispondrá del handicap de los titubeos iniciales. El debut, contra Colombia, no perdonará distracciones. Si bien el ciclo de Carlos Queiroz –en lugar de José Pekerman– también apenas comienza a rodar la jerarquía y el conocimiento entre sí de Falcao, James Rodríguez, Falcao, Cuadrado, Muriel, Duvan Zapata, Ospina y Santiago Arias, entre otros, lo vuelven un adversario de mucho cuidado. A priori, la primera estación será la más empinada. Luego, Paraguay y Qatar, los otros adversarios del Grupo B, suponen un remanso.
El contexto del certamen ofrecerá un amplio abanico experimental. El continente aún está aletargado. El colombiano Reinaldo Rueda suma pocos partidos al frente de Chile; Hernán ‘Bolillo’ Gómez regresó a Ecuador después del último Mundial; Eduardo Villegas asumió en enero en Bolivia, y un mes después, se presentaron Carlos Queiroz en Colombia y Eduardo Berizzo en Paraguay. Casi principiantes como la Argentina. Con una base más sustentable aparecen Ricardo Gareca y su segundo ciclo en Perú, y Venezuela, que hace tres años cree en Rafael Dudamel. Por encima de todos, los favoritos naturales serán Brasil y Uruguay. La Celeste, con la leyenda del ‘Maestro’ Tabárez y sus buques insignia, desde Muslera-Godín-Giménez, hasta Suárez y Cavani. Y los anfitriones, obligados, es cierto, con esa mochila de plomo, la imprevista pérdida de Neymar y el fantasma cercano de Brasil 2014. Pero incluso en medio de una renovación, todos saben qué persigue Tite, y en las góndolas puede abastecerse de Firmino, Arthur, Coutinho, Dani Alves, Alisson, Thiago Silva, Casemiro, Fernandinho, Gabriel Jesús… El Scratch también necesita reencontrarse épocas victoriosas. En la última Copa América, en 2016, ni pudo superar su grupo porque quedó detrás de Ecuador y Perú. Las urgencias se volverán su peor rival.
Un punto en favor de la Argentina parece la armonía que logró construir el cuerpo técnico en el plantel. Un aspecto trascendente, después de los tumultuosos días de Sampaoli en Rusia 2018. Scaloni y sus ayudantes insisten sobre conceptos como pertenencia, orgullo e identificación. Un grupo en el que diez futbolistas tendrán su debut en una competencia oficial con la selección. Donde más de la mitad del plantel ni alcanza los diez partidos. Un grupo inexperto, abrazado a la discreción. El fútbol siempre da revancha... y con la selección nunca se sabe. Juega la Argentina y en definitiva se renuevan las ilusiones. Se trata de fútbol. Caprichoso y antojadizo, no hacen falta muchas razones para creer que esta vez puede ser.
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