Defensa y Justicia - San Lorenzo, por la Liga Profesional: el Ciclón ya no sufre como antes, pero le cuesta demasiado ganar
En Florencio Varela, empataron 0-0 en un partido atractivo; el local es la imagen de la melancolía y el gigante defiende bien y ataca poco (y tarde)
San Lorenzo es una síntesis perfecta de lo que ocurre en el fútbol argentino. Es un equipo combativo, aplicado, que basa su andar en el sudor, el sacrificio, en darlo todo, con la convicción de que representa solo algunas monedas sueltas. No le sobra nada. Sin embargo, juega con el orgullo de su camiseta, no deja de ver lo grandioso que fue alguna vez.
Gana, empata, pierde. Sobre todo, empata. Sin contar este encuentro, si se revisa el pasado reciente, por ejemplo, los últimos 12 encuentros, la foja de servicios es toda una declaración: cuatro victorias, seis empates y dos derrotas. El 0-0 frente a Defensa y Justicia, en Florencio Varela, no transforma la ecuación, la confirma. El Ciclón es un equipo de mitad de tabla. Para bien y para mal.
Para bien: no mira con obsesión la otra tabla, la de los promedios de 2023, un síntoma del descalabro que creció en las últimas temporadas, frenado por el sentimiento y el cerrojo de Rubén Insua, un entrenador querido en casa y admirador del viejo estilo de Osvaldo Zubeldía. Ya no sufre: al menos, no sufre tanto, contra grandes y chicos, en el Nuevo Gasómetro y en cualquier otro punto de nuestro país. Hay una estructura.
Para mal: hace largos años (no es de ahora el problema, lógicamente) que no puede pelear el campeonato. Parece una misión imposible con equipos de relativa categoría, con jóvenes que salen en la cancha con variados argumentos y ventas en el medio del rodaje, como Fernández Mercau, una de las pocas certezas. Podría pensar, mientras hace cuentas y toma nota si le da la nafta para llegar a la meta de la Copa Sudemericana, que otros clubes, sin sus pergaminos, están a tiro. Atlético Tucumán, Gimnasia, Huracán, Godoy Cruz… es cierto. Pero no debe olvidarse de dónde viene, los embrollos dirigenciales, la ira de los hinchas, el tiempo es otro. Algo mejor.
Gattoni, en la defensa. Giay, como un símbolo de la juventud. Elías, una de las piezas recuperadas. Méndez es una certeza, Cerutti representa la reconstrucción, del olvido a la esperanza, como ningún otro. San Lorenzo se planta: le ganó a Boca, le ganó a Racing, en breve recibe a Atlético Tucumán y a River. Defensa y Justicia fue un rival que hace tiempo que juega con el pesimismo de ya no ser, con varios intérpretes lejos de Florencio Varela y con Sebastián Beccacece, su creador, al borde del adiós. Conserva la idea: ataca, triangula, busca. Lo que no es poco. Sin embargo, le cuesta. Choca con San Lorenzo, que se defiende y contragolpea, sin vueltas ni dobles discursos.
Lo mejor del partido
El desarrollo fue entretenido, de a ratos. Un bombazo de Gabriel Alanís, brillantemente resuelto por Augusto Batalla, fue de las razones del 0-0 y una palmada en la espalda para Insua, simbólica y elocuente. El experimentado conductor relegó en el banco de suplentes a Sebastián Torrico, el último ídolo, a los 42 años, al borde del retiro. Más allá de que provocó cierta tranquilidad en las últimas semanas por Boedo, fue una decisión arriesgada, para muchos, innecesaria. Sobre todo, porque Torrico solía estar a la altura, más allá de algunos despistes pasajeros. De a poco, con confianza, Batalla es un número puesto.
El tramo final resultó toda una sorpresa. Porque San Lorenzo atacó al espacio y Defensa no se quedó quieto. Debió haber algún gol. Pudo ganar el equipo local, pudo ser de San Lorenzo, en el final, que se animó, tal vez, demasiado tarde. El Ciclón es un equipo noble, que juega con las huellas del pasado. Podría dar el gran salto, podría ser más grande, más alto. Prefiere quedarse allí, arropado. En la zona de confort, lejos del peligro. Lejos de todo.
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