El Rey fútbol
Uno de los planes es que hinchas vascos y catalanes canten juntos apenas comience la ejecución del himno nacional: "Un elefante se balanceaba/sobre la tela de una araña/ como veían que no se caía/ fueron a llamar al rey de España". Otros cánticos que circulan por las redes sociales ubican al pobre paquidermo balanceándose "sobre la corona del monarca". Otros son impublicables. El rey Juan Carlos, todavía convaleciente del accidente que sufrió mientras cazaba elefantes en Botswana, no estará este viernes en el estadio Vicente Calderón, del Atlético de Madrid. Se enfrentarán Barcelona y Athletic Bilbao por un título tradicional en muchos países, pero al que en España llaman Copa del Rey. A su hijo Felipe le tocará escuchar la estruendosa silbatina antimonárquica que ya sintió su padre en Mestalla en la final 2008-09, que Barcelona ganó al Athletic. Ese día hubo hinchas catalanes y vascos que además se pusieron de espaldas al ejecutarse el himno. Fueron imágenes y sonidos censurados por Televisión Española (TVE). Este viernes anuncian miles de banderas propias (senyeras e ikurriñas) y una "pitada independentista" para celebrar "un día de afirmación nacional". La justicia autorizó la Marcha por la Unidad de España, convocada en simultáneo por La Falange. El partido de extrema derecha pidió la suspensión del partido en caso de silbatina. Lo mismo hizo ayer la presidenta de la Comunidad madrileña, Esperanza Aguirre. La pelota desplazó el debate de los déficits presupuestarios y huelgas de docentes. "La crisis económico-social -me dice un corresponsal desde Madrid- es oportuna para las exaltaciones de los nacionalismos, no sólo vascos y catalanes, sino también españoles."
Florentino Pérez, presidente de Real Madrid, negó su estadio. El más importante constructor de España (ACS), y uno de los tres más importantes de Europa, alegó que no podía acelerar o postergar obras en los baños. No lo hizo por los silbidos. Impidió que el Bernabéu fuera escenario de una eventual coronación de Barcelona. Superados los pocos minutos de antimonarquía y antimadridismo, se jugará un partido. Y nadie aguarda que haya antifútbol. Todo lo contrario. Se espera una fiesta. Jugarán dos de los equipos más admirados de la temporada europea por su juego ofensivo. Y estarán frente a frente dos técnicos afines, uno (Pep Guardiola) que se va después del ciclo más exitoso que se recuerde en apenas cuatro años y otro (Marcelo Bielsa) que se ganó el amor de los hinchas, pero no definió aún su futuro. Dirigen a clubes que, además de representar un poderoso sentimiento de identidad, hacen un culto de sus respectivos semilleros (La Masía y Lezama). Barcelona, eso sí, tiene un presupuesto cercano a los 500 millones de euros, casi diez veces mayor que el del Athletic, que ocupa el noveno puesto en ese rubro en la Liga de España. El dinero del Barça permite pagar salarios vip y fichar a cracks, tiernos o consagrados, que circulen por el mundo. El Athletic, además de un presupuesto menor, sin jeques árabes, magnates rusos ni fondos de inversión, tiene también un universo mucho más acotado: niños o adultos, sus jugadores, aun con alguna elasticidad en la regla, deben ser siempre vascos. Otrora nacionalismo extremo, esa característica, en el mundo global, hoy es símbolo de orgullo. "Es mejor salir segundo con este equipo que primero con cualquier otro", sintetizó hace unos días el juvenil Ibaí Gómez.
El Athletic de Bielsa, que tiene una media de 23 años, sumará el viernes su partido oficial 63 de la temporada, más que ningún otro club español, con la menor cantidad de jugadores usados y la menor cantidad de lesionados. Se clasificó finalista en dos de las tres competencias que jugó (Liga de Europa y Copa del Rey). En la tercera (Liga de España) llegó a estar cuarto, pero terminó décimo. Perdió la mayor cantidad de puntos (13 de 15 posibles) en las cinco primeras fechas, cuando Bielsa buscó imponer su estilo al equipo. Y volvió a caer en las últimas cinco (1 punto de 15). Tras vencer a Sporting Lisboa y alcanzar la final europea, el Athletic, en las cinco fechas finales de Liga, no ganó y ni siquiera anotó goles. Le metieron once. Una falta de frescura que pareció clara en la indiscutible derrota 3-0 en la final de Liga de Europa que le propinó el Atlético de Madrid del Cholo Simeone. Influyó también en Bucarest la inexperiencia, agravada acaso por la expectativa desmesurada del sentimiento vasco. El mejor símbolo de que en Bilbao se ganó antes de salir a la cancha, me dice un amigo, fue la gabarra. Se trata de la improvisada embarcación que trasportó por el río Nervión al plantel campeón de la Liga 1982-83 en la mayor manifestación popular en la historia de Vizcaya. Eufóricos imaginándose la vuelta de la gabarra, los medios anunciaron antes de la final de Bucarest condiciones de navegabilidad, horarios y programas de festejos. "Nos pudo la pasión", me dice el amigo.
Se entiende. Los triunfos europeos ante Manchester United y Schalke 04 fueron el pico de un fútbol casi jamás visto antes en el Athletic. Basta con leer lo que dijeron en esos días periodistas vascos e hinchas del equipo. Y también diarios e hinchas ingleses. Muchos se declararon admiradores de un equipo que llegó a tirar 26 veces al arco y a tener una posesión de hasta 67 por ciento en el segundo tiempo en Old Trafford. La derrota de Bucarest colocó en cambio a Bielsa bajo algunas críticas. No sólo por la pobre demostración del Athletic. Sino también porque el técnico, más ensimismado que nunca tras la derrota, ignoró la mano tendida del presidente rival Enrique Cerezo y saludó luego a desgano al príncipe Felipe. "Impresentable", "maleducado", le dijeron en las redes sociales. Bielsa, "el hombre de la máscara de hierro", como se lo llamó una vez, ni siquiera consoló a sus jugadores que no paraban de llorar. "Son situaciones que hay que vivir y no conviene evitarlas ni suavizarlas", explicó en la conferencia. También en la TV de Buenos Aires un bufón de micrófono se burló de él. Los hinchas del Athletic, en cambio, no saben cómo pedirle que siga. "Grande Martxelo -escribe "zurigorria" en una página web-. Ojalá te quedaras todo el tiempo del mundo. Nos da igual ganar o perder, lo que queremos es soñar y tú nos haces soñar". Otra vez hay carteles en las calles de Bilbao que festejan antes de tiempo y anuncian un cobro de 100 euros por cabeza para "acompañar a la gabarra" el domingo 27 por el Nervión. El gobierno vasco prevé 600.000 personas a lo largo de la ría "para vitorear al equipo". La Copa del Rey no es Europa. El Athletic ya la ganó 24 veces. Pero lleva 28 años de sequía. Y el rival no será el Atlético del Cholo Simeone. Enfrente estará un Barcelona que quiere despedir con un broche de oro a Guardiola, el DT más exitoso de su historia.
Informes de los últimos días, acaso inevitable en toda ruptura, sugieren que a Pep no le agradó que Barcelona anunciara al sucesor (Tito Vilanova) al mismo momento de comunicar su partida. Y agregan esos informes que el comportamiento de algunos jugadores fuera de las canchas no fue modélico, sino humano. Son rumores que ni siquiera rozan el valor de lo que significó el Barcelona de Pep para el fútbol mundial. Sólo basta con decir que Chelsea lo destronó en Europa disparando al arco apenas 7 veces en 300 minutos (semis contra Barcelona y final de 120 minutos contra Bayern Munich). Casi un tiro cada 40 minutos. El Barça, en cambio, le tiró cada cuatro minutos. La Champions confirmó que, por suerte para la riqueza del fútbol, no hay un único modo de ganar. Guardiola no se refugió atrás cuando en sus inicios tomó al Barça B descendido y lo subió a Segunda. Eligió arriesgar también en su segundo partido como técnico del Barça, pese a que el Camp Nou lo despidió con pañuelos blancos de protesta tras empatar contra Racing. Con altas y bajas, Guardiola, igual que Vicente del Bosque en la selección de España, demostró que se puede ser campeón desde el riesgo y la felicidad y no desde la destrucción y mucho menos desde el odio. Los museos del fútbol que coleccionan trofeos deberán incluir las creaciones colectivas de este equipo de compañeros que se divertían en el trabajo y ganaban desde la belleza. Con ética y estética. Recordaremos para siempre al Barça de Guardiola. Nos regaló partidos inolvidables. Cuatro años en los que "nunca perdíamos", como los homenajeó el título de un libro reciente. Nos alcanzaba con verlos jugar.
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