El sueño mundial de Lautaro Martínez, el chico que no toma gaseosas ni come dulces
Cuando todavía tenía 19, Lautaro Martínez le dijo a su representante que quería que un profesional lo ayudara a alimentarse bien. Que en su dieta ahora no haya gaseosas ni dulces y las grasas sean solo las necesarias no son ideas nacidas de un repollo, que sí puede comer: son sugerencias que tomó del nutricionista. La anécdota, contada en un excelente artículo de Nicolás Zuberman en este diario, retrata ante quién se sentará hoy Jorge Sampaoli cuando termine el entrenamiento de Racing. El chico juega muy bien con las piernas, pero sobre todo con la cabeza. Y allí reside su principal fortaleza, en su mentalidad a prueba de desafíos: si el adolescente que fue pudo aguantar el peso del desarraigo cuando dejó Bahía Blanca para instalarse en la pensión de Racing en Avellaneda, el joven que ahora es tiene el deseo enfocado en meterse en la lista de los 23 que irán al Mundial con la selección.
“Es agresivo”, lo adjetivó Cholo Simeone en una entrevista con LA NACION hace un mes. Sampaoli repite el concepto mientras le busca la vuelta a la lista de delanteros para ver si Lautaro se puede colar por alguna hendija. Dybala, Lanzini, Higuaín, Icardi: a algunos de ellos debería ganarle la carrera que tiene Rusia como meta para ser parte del plantel. Su mayor desventaja la marca la estadística: nunca fue citado a la mayor. Su ventaja, en todo caso, está señalada por un crecimiento exponencial: hace un año, cuando asomaba en Primera, fue la figura de la sub 20 que se clasificó al mundial juvenil y enseguida se ganó un lugar en Racing hasta ser ya el futbolista más importante del equipo.
Patea bien, es potente cuando arranca y salta como pocos, una herencia de la tradición basquetbolera de su ciudad natal. Rabiosa actualidad: 10 goles en 33 partidos en su club es apenas un dato que ayuda a entender por qué Atlético de Madrid e Inter, por caso, lo vinieron a buscar. En los entrenamientos, provoca en sus compañeros eso que no ocurre con cualquiera: “No lo conocía, a la segunda práctica no podía creer lo bueno que es”, cuenta Neri Cardozo, recién llegado al club.
Ronaldo salió campeón mundial con Brasil en 1994 sin jugar un minuto: a los 17 años, lo importante era que adquiriera roce; Kaka levantó la misma copa en 2002 con una participación mínima: el chico era un crack en potencia. Nadie puede saber qué pasará con la selección en julio de este año, ¿pero cómo negarle al admirador de Falcao su sueño de tirar una pared con Messi en Moscú?