Jorge Valdano, en LN Revista: el "diario íntimo" de México 86 que tiró a la basura y su llanto en el vestuario 30 años después
Su "diario íntimo" que nunca llegó a las editoriales, su vida en Madrid, una relación con el fútbol que ya lo ubica más lejos del césped y su defensa de Lionel Messi desde el rincón rival. "Tarado emocional". Así llama Jorge Valdano al hincha de Real Madrid que sostiene que Leo es un jugador vulgar. "El fanatismo tiene como característica que reduce el recinto mental y deja sitio sólo para las obsesiones", dice. En una entrevista con LA NACION Revista, Valdano habla de fútbol, pero también de negocios, de juego y un fútbol argentino que se desangra.
El "diario íntimo" del Mundial de México 1986, a la basura
En una oficina de Madrid un hombre se decide a hacer orden. Al abrir una carpeta encuentra unos papeles. Los revisa. Tienen su letra. Los rompe.
"Los tiré porque me daba miedo de que algún día tuviera la tentación de publicar aquello", dice. Hace no sabe exactamente cuánto tiempo, Jorge Valdano le entregó al servicio de recolección de basura del Ayuntamiento de Madrid el diario que escribió durante las noches en México 86.
-Luego me arrepentí. Pero me parece una buena decisión. Hubo, en aquel grupo, un código de honor que se respetó de un modo casi sagrado. Después de la final tuvimos una última reunión -jugamos siete partidos e hicimos setenta reuniones durante el Mundial-; ahí sellamos el compromiso de no contar nada de lo que había ocurrido en la intimidad de la concentración. Esos compromisos son para toda la vida, no para un rato. Por lo tanto esos papeles me convertían en sospechoso [ríe]. Había escrito en páginas en blanco que le había arrancado a libros; todo era muy precario. En una concentración hay que desafiar el aburrimiento. Recuerdo que en un Mundial me encontré con Balbo y estaba estornudando. "¿Qué te pasa?", le pregunté. "Estoy tan aburrido que me engripé." Me pareció un acierto la frase.
La influencia de los entrenadores
En el año 2000 te preguntaron qué importancia tenía un técnico y dijiste "25 por ciento, es más el daño que puede hacer que el beneficio que puede provocar". ¿Seguís pensando lo mismo?
Sí. Es más: me parece que exageré en el porcentaje. Hay una divinización de los entrenadores porque hay, en los medios de comunicación, una necesidad de individualizar el éxito y el fracaso y al entrenador lo hemos convertido en una especie de chamán que da la impresión que maneja todas las variables del fútbol. Eso tiene un defecto: cuanto más grande es la posición del entrenador, más pequeña parece la influencia del jugador. Yo sigo creyendo que, a pesar de que hay un afán cientificista alrededor del fútbol que pretende controlar el juego como si se tratara de un tablero de ajedrez, el jugador sigue teniendo un poder de improvisación capaz de dar vuelta todos los planes.
¿Cómo se debe elegir a un DT entonces?
En primer lugar tiene que tener un gran conocimiento del país al que llega, del club al que llega y del talento con el que cuenta. Se lo suele elegir en función del impacto momentáneo que ese entrenador tenga entre los aficionados en el momento de la elección. Generalmente, se acude a un nuevo entrenador en pleno período de crisis y eso no da tiempo a mucha reflexión. Se elige más en función del impacto que en función del beneficio a mediano y largo plazo.
Fútbol argentino, Grondona y la crisis en la producción de futbolistas
Alguna vez dijiste que mientras siguieran surgiendo jugadores, en la Argentina el fútbol tendría solución. ¿Cómo está hoy esa producción?
Está mal. Decía León Najnudel que una selección potente era el resultado de un medio potente. Ahora el medio es caótico. Hemos perdido algo que era muy característico del jugador argentino: el amor a la pelota. La producción de futbolistas se ha ido vulgarizando. Para decirlo con nombres propios: cuanto más lejos estamos de Menotti más lejos estamos de la solución. Menotti, con su discurso, me parece que se acercaba mucho a eso que llamamos identidad y que parece haber ido perdiendo importancia con el tiempo.
¿Es sólo propio del fútbol argentino?
La globalización influye en la uniformización de la cultura, pero creo que algunos países como Brasil y la Argentina guardaban un tesoro formativo del que nos hemos ido alejando poco a poco. Sin embargo, otros países como España, que nos miraron siempre con una cierta envidia, nos han terminado robando el amor a la pelota.
¿Recordás dónde estabas y cómo te enteraste de la muerte de Julio Grondona?
No. No es la muerte de Kennedy, eh. No recuerdo.
Hay un revuelo por la posibilidad de que ingresen sociedades anónimas en el fútbol argentino. ¿Ves viable acá el modelo de SA?
A mí no me da miedo la palabra negocio asociada al fútbol, lo que me da miedo es la palabra corrupción asociada al fútbol. Una buena administración muchas veces depende de un buen control, y en la Argentina da la sensación de que se ejercen cargos importantes desde una mínima responsabilidad y eso nos conduce directamente a la ruina y al caos.
Su llanto en el estadio Azteca... en 2016
En junio de 2016, una cadena de televisión mexicana lo entrevistó en el mismísimo estadio Azteca. Sobre el final, le preguntaron qué pasó en el vestuario.
-Me quebré, contra todo pronóstico, porque me cuesta mucho llorar. El día que salimos campeones del mundo lo intenté y no lo logré.
¿Cómo intentar llorar?
Todos lloraban. A mi lado tenía al Vasco Olarticoechea y al otro al Gringo Giusti, los dos lloraban y yo no. Es como el cuento de Cortázar en el que todos van al cementerio con un ramo de flores y hay un pasajero en el colectivo que no lleva ramo y se siente culpable. Pues a mí me parecía que no llorar me convertía en algo así como una mala persona.
Tu respuesta en la nota fue "la sensación del deber cumplido".
Mi hijo, que siguió la entrevista por internet, me llamó: "Papá, ¿te volviste loco? ¡¿Sos campeón del mundo y lo único que se te ocurre es disfrutar por el deber cumplido?! ¿Y el placer?" Le dije: "Me parece que todavía no te expliqué bien lo que es ser hijo de inmigrantes de clase media argentina". Hay ahí un culto al deber que no me parece una buena idea, pero que conforma mi personalidad clarísimamente.
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