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La deuda interna del fútbol: secretos, ideas y olvidos detrás del caso Toresani
Ricardo Bochini creó un video para las redes sociales, tiempo atrás, en el que ofrecía sus servicios. "Si me querés contratar para un cumpleaños, para algún partido de fútbol, para firmarte alguna camiseta, sacar alguna foto, estar con vos y pasar un lindo momento, me podés llamar… Te va a atender mi amigo Maximiliano, para que no haya ningún intermediario entre nosotros", contaba. El Bocha, genial cuando todavía no se contabilizaban las asistencias, es uno de los mejores números 10 de la historia de nuestro fútbol. Fue campeón del mundo en México ’86.
René Houseman pedía lo que fuera –monedas, un café, un pedazo de torta, una sonrisa– a quien lo observara de frente a sus ojos tristes en los pasillos de Huracán o Excursionistas. Murió a los 64 años, víctima de una dura enfermedad, uno de los mejores punteros de la historia de nuestro fútbol. El Loco, el dueño de la última gambeta, fue campeón del mundo en la Argentina ’78.
Oscar Ruggeri celebró como un título mundial el reconocimiento –tardío, por cierto– de la AFA a los campeones del mundo desamparados: solo unos pocos están salvados económicamente. A la mayoría los persigue el olvido. Desde enero, los integrantes de los planteles fueron inscriptos en la empresa de medicina privada Omint. Entre ellos, José Luis Brown, que atraviesa un complejo proceso de salud. "Porque nos inmortalizaron en la historia del fútbol mundial. Porque dejaron grabado a fuego el amor por nuestros colores. Porque escribieron los dos capítulos de nuestro más glorioso pasado. Por eso y mucho más, la AFA no los olvida", suscribe el comunicado oficial. "Algunos compañeros no estaban bien y necesitaban una ayuda. Por suerte, fuimos reconocidos con un gesto", contó el exitoso zaguero.
Fernando Gago no sabe qué será de su futuro, pero tiene algo claro, que excede el marco de la tesorería; en ese rubro, no tiene problemas. "Yo sé muy bien que un día el celular no va a sonar más y hay que estar preparado psicológicamente para eso. Un día, ya no sos parte de la noticia", resume.
Matías Almeyda se fue y volvió al fútbol de pantalones cortos, antes de ser un exitoso entrenador. Traumático, contó alguna vez: "Creo que la depresión la tuve siempre, y la detecté recién a los 26 o 27 años, pero nunca quise tratarme con un profesional. Tuve que dejar el fútbol para darme cuenta de que no podía seguir así: yo soy padre de tres hijas, tengo a mi mujer, a mis papás, a mis hermanos, a mis sobrinos... Y realmente estaba transmitiendo algo muy feo hacia ellos. Hasta que una gota rebasó el vaso: en el psicólogo, mi hija me dibujó como un león viejo, sin pelos, ni dientes. Y realmente me dolió que ella me viera de esa manera. Uno a veces es un poco egoísta y piensa sólo en uno, pero a partir de ahí tuve un cambio grande".
Las historias se multiplican. ¿Cómo se contiene la soledad de una estrella? ¿Qué hacer a partir del día después del retiro? ¿Cuál es el respaldo del fútbol a los que dejan de ser, a los ídolos… y a los sin nombre? La sociedad que vive de la pasión de multitudes, ¿dónde guarda los desechos? ¿Los inmortaliza, los olvida?
No Ricardo. No por favor. pic.twitter.com/gz7CK7o3F5&— Hugo Lamadrid (@hugohlamadrid) 28 de noviembre de 2016
Hay historias de todos los colores. La última, la más triste y oscura, ocurrió el lunes pasado, con el suicidio de Julio César Toresani, a los 51 años, víctima de una profunda depresión. Técnico hoy, volante en el pasado, tuvo su época de gloria: jugó en River y Boca.
"Lo que pasó con el Huevo es tristísimo", dice José Pablo Burtovoy, excompañero de Toresani en Colón. El exarquero ahora es director ejecutivo de la Fundación El Futbolista, que depende del gremio de jugadores. "Axel Menor, el presidente de la Liga Santafesina, me planteó la situación por la que pasaban Julio y otros jugadores. Por cariño al Huevo, yo me puse a disposición para colaborar, para ver cómo podía ayudar. Había una cuestión humana detrás", recuerda Burtovoy. En su sede de la porteña avenida Independencia, la Fundación tiene una psicóloga que –vía Skype– realiza entrevistas con futbolistas retirados y activos, dentro de un programa que se llama "Entrená tu mente". El objetivo es que se mantengan en acción.
Burtovoy apunta que en los dos años que lleva en la Fundación, ese espacio recibió a 1250 personas, entre jugadores, jugadoras, exjugadores, entrenadores y sus familias. Y recuerda un caso de éxito: "Hicimos un curso de video análisis, que les permitió a varios jugadores reinsertarse desde ahí e incorporarse a algún cuerpo técnico establecido. Recibimos a mucha gente que necesita reinsertarse y damos soporte para situaciones de extrema pobreza", relata. Y admite: "Entre todos los sectores que estamos en el fútbol debemos diseñar herramientas que sirvan para evitar que casos como el de Toresani vuelvan a repetirse".
Algo parecido piensa Javier Méndez Cartier, que preside Excursionistas e integra la comisión de Responsabilidad Social de la AFA, la asociación que le pagó el tratamiento médico al Loco Houseman.
Lo invitó a pisar el edificio de la calle Viamonte por primera vez en su vida, dos años atrás. "Está en mente articular un proyecto con la Fundación El Futbolista a partir de toda la relevancia que ha tomado el caso del Huevo", cuenta. "Desde la asunción de Claudio Tapia en la AFA se puso en marcha el programa ‘Con alma de campeón’, por donde pasaron todos los excampeones mundiales de 1978 y 1986. Fueron a lugares como la villa 31, en Retiro, y Puerta de Hierro, en La Matanza, y contaron sus experiencias con la camiseta del seleccionado. Eso se puede replicar con un montón de jugadores que pueden aportar lo suyo por el solo hecho de ser reconocidos", explica Méndez Cartier. Sentirse una referencia y transmitir su experiencia. Y cita otro ejemplo: "El fútbol Senior también puede servir para reincorporar exjugadores y hacerlos sentir parte de un club". Parafraseando a Mercedes Sosa, lo justifica con el siguiente mensaje: "Uno vuelve siempre a aquellos sitios donde amó la vida".
"Dejar la actividad que uno hizo durante 30 años no es fácil. Nadie te enseña a ser autosuficiente", admite el presidente de Excursionistas. El problema para los futbolistas que se retiran es que ni siquiera tienen acceso a una jubilación. La ley es clara: les aplica el mismo régimen que para cualquier trabajador autónomo o en relación de dependencia. Es decir, 65 años de edad o 30 de aportes. "Suele pasar que cuando un futbolista deja de ser profesional y busca el registro de sus aportes previsionales se encuentra con que sus clubes, en algunos casos, no los hicieron", aseguran fuentes de la Anses.
A los 35 o 40 años cuelgan los botines y les quedan, al menos, entre 10 y 25 años ‘de trabajo’. "Ese es, justamente, el caso de Toresani", agregan. Además, los futbolistas tienen otro problema: si no consiguen un empleo bien remunerado dentro del fútbol (entrenadores, por ejemplo), su jubilación futura se rige por los últimos 10 años de aportes. Es decir, el último trabajo de su vida. Y que, en la mayoría de los casos, dista de ser un muy buen sueldo como el de un futbolista profesional de primera. "La jubilación está pensada para el momento del retiro definitivo, para cuando el cuerpo no les da más para realizar algún tipo de actividad", justifican desde la Anses.
La lucha de hoy es conseguir una ley que ampare a los jugadores retirados, a los entrenadores sin trabajo. No hay, como tales, "jugadores jubilados, ni técnicos jubilados". Sus principales aportes al Estado ocurren en su período profesional, nunca más allá de los 37, 38 años. Más tarde, tienen otra vida. Solo algunos –según estimaciones, de un 5 por ciento– sustentan su economía de por vida. La mayoría intenta volver a empezar: no solo desde lo económico. "Los futbolistas, promedio 35 años, dejamos de jugar al fútbol y nos quedamos sin jubilación sin obra social y sin trabajo. Agremiados no hace nada por esos exjugadores y suceden cosas como la de Toresani. Algo hay que hacer, es un tema delicado, pero nadie se ocupa", escribió Walter Parodi, exgoleador y hoy técnico, en Facebook.
Más allá de la crítica al gremio de futbolistas ("cuando estás en actividad, sos útil, cuando no estás más, no te dan bolilla; cuando dejamos de servirles, no existís"), expone otra realidad. "A los 35 años, te quedas solo. Sin obra social, sin ningún tipo de apoyo. ¿Cómo seguís adelante hasta los 65 años, si se tiene en cuenta que los únicos que están salvados son los que juegan en primera? Los aportes que hicieron a los 20 y 30 años, quedan en la nada", advierte. Y profundiza en otro escenario: el que pocos ven. "El caso Toresani no es el único: hay muchos que sufren en silencio, que nadie los escucha. Se murió el Huevo y pareciera que la vida sigue para todos. El fútbol tiene que hacer algo", define.
Agremiados lleva adelante el "Programa Social Fondo de Retiro". Según el gremio "se trata de un reconocimiento a la trayectoria, una demostración de solidaridad hacia quien dedicó a la actividad varios años de su niñez, su adolescencia y su juventud y que, en la culminación de la misma, merece el justo reconocimiento por lo que ha dejado en los campos de juego, además de un estímulo para emprender el nuevo camino". Es un estímulo económico.
El futbolista actual debe tener una mayor contención, escalar mejores niveles educativos y ser asesorado en proyectos a futuro, cuando patear balones ya no es una opción. Con el tiempo, la falta de dinero y de nuevas oportunidades repercute en otros aspectos: allí es cuando el abrazo familiar ya no alcanza. Hay tres invitados inesperados, que se sientan a la mesa: insomnio, angustia y depresión.
Los futbolistas que se destacaron en los años 80 y 90 –como el caso Toresani – solían ganar –en el mejor de los casos–, unos 30.000 dólares anuales. En la actualidad, en la misma sintonía, alcanzan los 700.000. Sin embargo, la realidad del fútbol doméstico tiene tres categorías:
1) Los que se salvan económicamente, que se desempeñan en la Superliga. Son una minoría.
2) Los que se sostienen, que juegan en la B Nacional, que ganan unos 100.000 pesos por mes.
3) Los que sobreviven, de la primera B para abajo, con sueldos de 60.000 pesos en promedio.
Con el tiempo, se transforman en miles de desocupados, despedidos del sistema. Y no saben cómo empezar de cero. Volver a nacer.
Sin embargo, el problema no es exclusivamente económico: también es humano. En ese sentido, Marcelo Roffé, un especialista en la psicología del deporte, le dedicó cuatro libros de sus 12 obras a esta problemática, durante más de 20 años. "Todos los jugadores definen al retiro como la primera muerte: el futbolista muere dos veces. Se puede tener mucho dinero, pero si te sentís un inútil, que no sabés qué hacer en todo el día, es un problema muy grave. El jugador vive en una burbuja, que en algún momento se rompe y el aterrizaje a la realidad suele ser muy duro. La clave es reinventarse, renacer, porque el futbolista es joven para la vida y viejo para el deporte. La depresión suele ser una característica de un duelo no bien elaborado; allí comienzan las adicciones", explica. Drogas, alcoholismo, juego. La depresión y la euforia acompañan ese proceso negativo.
En el libro Psicología del jugador de fútbol (con la cabeza hecha pelota), de 1999, ya trataba este errático laberinto. "El mejor momento para tratar el retiro es la etapa formativa, entre los 14 y 21 años, cuando se está en el fútbol amateur. Después, hay que acompañarlo y el futbolista debe dejarse ayudar. Agremiados se encarga del jugador en el durante, con cursos y otras cosas, pero cuando se retira, más allá de un dinero puntual que dispone, queda condenado al ostracismo. Es el momento en el que el teléfono ya no le suena nunca más", suscribe.
Facundo Sava fue artillero, es entrenador y estudió psicología social. Entiende perfectamente de qué se trata el abismo. "El jugador vive todo tipo de abandono y abuso. Hay muchos casos, no solo el del Huevo Toresani: muchos compañeros futbolistas han perdido la vida. Como país y como mundo estamos mal, somos muy egoístas, no pensamos en el otro y no podemos disfrutar que al otro le vaya bien", explicó, en declaraciones a radio Mitre. Para Sava, además, hacen falta líderes, paradigmas, más allá de las virtudes tácticas de un entrenador. Carlos Griguol es el mejor ejemplo.
Algunos datos profundizan el contexto. Según la asociación de clubes europeos, el 28 por ciento cae en algún tipo de depresión. Los estudios locales son más pesimistas: es un mal que afecta a cuatro de cada diez futbolistas en actividad.
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Diego Maradona abandonó una antigua polémica mediática, recordó a Toresani y abrió definitivamente la puerta del olvido. "No creí que fuese todo tan grave... Ahora, yo me pregunto, ¿por qué Boca, River o la AFA no le dan apoyo a los futbolistas que pasan por esta situación? No creo que el caso de Toresani sea el único", escribió.
No es el único. Cada día son más.
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