La enseñanza del fútbol: ¿para qué prevenir si se puede sancionar después?
Campeonato espectacular el de la copa de clubes más importante del continente. Una maravilla de estadios, canchas impecables, buen fútbol, teatrales ingresos de los equipos, linda música coral para acompañar...
La Liga de Campeones de Europa –¿a cuál otro torneo podía ser la referencia?– es un modelo que la aprendiz Sudamérica pretende copiar. Tal vez dentro de unas décadas lo logre, sí. No mientras la inefable Conmebol imite defectuosamente la cosmética y no la sustancia.
Y falle en lo más básico. ¿Tan difícil es disponer que una persona en cada estadio reciba las planillas de ambos planteles y verifique, con tiempo suficiente, si los 36 futbolistas anotados están habilitados para actuar? Problema de dinero, seguro que no es: pese a sus defectos, la Copa Libertadores recauda cada vez más dólares. Muchos más que los que merece su organización, que ni siquiera puede confiar en el sistema digital que informa sobre suspensiones, el Comet (vaya nombre para estar asociado con Conmebol...).
Los que parecen más eficaces son los abogados que pergeñaron las normas, que se preocuparon por cubrir a la confederación ante equivocaciones por inoperancia. El reglamento pone en los clubes la responsabilidad por inclusiones indebidas, y deslinda a la Unidad Disciplinaria –la que los notifica– frente a eventuales errores. No dejes de castigar a otros mañana por lo que no quieres evitar hoy.
Controlar antes del hecho consumado es lo más fácil que podría ir haciendo Conmebol para prestigiar a su buque insignia, en lugar de ponerse el cuestionable maquillaje de las acartonadas entradas simultáneas de los conjuntos a la cancha y de adoptar la final a partido único, tan riesgosa de tener poco público en Sudamérica. La corrupción del pasado reciente no justifica la falta de previsión del presente.