El recuerdo de la primera conquista de nuestro país en un Sub 20
A tres días del comienzo del Mundial Sub 20 de la Argentina, el recuerdo del primer título obtenido por nuestro país, en Japón, en 1979.
Un año después del título mundial en la final ante Holanda, el fervor popular por la conquista también tuvo sus expresiones en las calles. En el recorrido por aquel día del regreso del plantel (el 10 de septimebre), puede vérselo a Diego Maradona desde Ezeiza hasta la Casa Rosada sin soltar el trofeo, ni suiquiera cuando estuvo frente al presidente Jorge Rafael Videla.
A continuación, las imágenes y la crónica del encuentro consagratorio ante la Unión Soviética que escribió el periodista Enrique González Schía, enviado especial en aquel torneo, y las imágenes de la fiesta y el regreso del plantel.
TOKIO (Enviado especial).- Mientras sonaba como una música celestial ese grito de “¡Argentina, Argentina!”, que un público totalmente identificado con nuestro equipo gritaba igualmente enfervorizado, parecía un sueño sentirse de pronto ganador, repetir la formidable experiencia del estadio de River, en junio de 1978, y seguir escuchando los gritos como si esto fuera una continuación de aquella fiesta inolvidable. Hasta el score era igual: 3 a 1. Y para mejor allí estaba César Luis Menotti, levantado en andas y recibiendo testimonio de admiración de un público que, desde el primer momento, manifestó su adhesión a los que hasta entonces habían demostrado ser los mejores del segundo campeonato mundial juvenil.
El autor
Enrique González Schía
Quique nació el 27 de marzo de 1915, en Buenos Aires. Recorrió las redacciones de La República, El Diario, Noticias Gráficas, Hoy, Vanguardia, Clarín, La Epoca, Correo de la Tarde y Crónica; en LA NACION trabajó desde 1958 hasta su muerte, en 1997. Otra de sus destacadas coberturas fue el triunfo de Estudiantes campeón Intercontinental en 1968, en Manchester.
Pero no todo había sido miel y hojuelas. Hubo un momento en el que la duda flotó ante la presunción de que pudiera perderse el partido. El equipo soviético, mecanizado hasta la exageración, parecía inexpugnable. Pensábamos en ese público que estaba mirando el partido por televisión y lo imaginábamos frustrado porque ese 1 a 0 parecía irremontable. Entonces vino el cambio de Mezza por Rinaldi. Y aquél, como si toda la vida hubiera sido titular, comenzó a ponerse a los rusos en el bolsillo, transformando un presunto revés en una maravillosa victoria.
Pero seamos un poco ordenados y recordemos aquellos momentos amargos de la primera etapa, momentos mucho más graves que los experimentados frente a Yugoslavia, porque Rusia era mucho más equipo, por lo menos anoche. Con una disciplina que no ofrecía fisuras, atacaba en todos los frentes, haciendo correr la pelota y obligando a la defensa argentina, por momentos, a entrar en ese vértigo enloquecedor.
El contexto
Un equipo arrollador
Invicto
La selección en Japón fue aplastante. Ganó sus seis partidos: antes de la final, venció a Indonesia (5-0), Yugoslavia (1-0), Polonia (4-1), Argelia (5-0) y Uruguay (2-0).
Goleador
Ramón Díaz, de River, fue el máximo artillero del certamen, con 8 goles, y Diego Maradona, elegido el mejor jugador. .
Doble
Con el título en Japón 1979, la Argentina se convirtió en el primer campeón mundial y juvenil simultáneo. Ese logro sólo pudo ser igualado por Brasil (Corea/Japón 2002 y Emiratos Arabes Unidos 2003).
Con todo, el ataque argentino lanzaba jugadores punzantes, que morían indefectiblemente en los defensores rivales. Díaz y Alves probaron puntería de lejos, pero Chanov no es un arquero al que se pueda sorprender a la distancia. La falta de precisión del equipo argentino, dominado por este torbellino, comenzó a crear preocupación, pues se perdía la pelota y se tardaba en recuperarla. Sobre los 25 minutos, una gruesa falla de Rossi dejó a Gurinovich a tiro de gol, pero éste prefirió pasarle el balón a Radenko, que estaba en off-side. Poco después, García mostró su valía al contener un fuerte remate del mismo Radenko. Díaz y Maradona volvieron a fabricar un par de paredes sin resultado algunos y sobre los 37 minutos Chanov sacó al córner un remate de Díaz.
El equipo argentino reanudaba la segunda etapa sin mostrar variaciones. La imprecisión seguía siendo la constante y pese a que Menotti les había aleccionado, no se encontraba la forma de vulnerar la hermética defensa soviética. Entonces, justamente a los 10 minutos, Menotti apeló a dos cambios fundamentales: Mezza por Rinaldi y Torres por Escudero. De pronto todo se vino al suelo. Gurinovich escapó a la vigilancia de Alves y su centro fue conectado con preciso cabezazo por Ponomarev. La desesperación ganó a la colonia argentina y todo parecía indicar que esta vez la suerte no iba a ser justa, como lo había preconizado Menotti, porque el azar había dispuesto que la URSS inaugurara el score.
Entonces, afloró en el equipo argentino esa tremenda personalidad cuyo panegírico hemos hecho tantas veces. Los verdaderos campeones se forjan en la adversidad y ante tal circunstancia el plantel de Menotti sacó a relucir una garra excepcional. Para mejor los rusos hicieron dos cambios que debilitaron su estructura ofensiva, prefiriendo reforzar la defensa para preservar el 1 a 0. Craso error. Mezza, Maradona, Barbas y Díaz arrollaron, con su juego de toques siempre en función ofensiva, a la retaguardia soviética. Comenzaron a menudear los peloteos, los remates en búsqueda del gol, las salvadas de última instancia, donde se deja de lado toda ortodoxia defensiva. Los rusos ya estaban perdidos. Faltaba el momento histórico para materializar ese dominio.
El conjunto argentino era una tromba. Chanov le sacó un tiro formidable a Ramón Díaz. Sobrevino el córner y Calderón punteó hacia el medio del área, donde Khachatrian manoteó la pelota cometiendo penal. No hubo protestas y Alves conquistó el empate. En otras circunstancias –lo vemos a diario los domingos-, el equipo se hubiera frenado en una táctica conservadora. Pero, ¿quién puede contener a estos chicos aleccionados con un fútbol alegre, moderno y rotundo, que no sabe de especulaciones absurdas y que no sólo quiere ganar, sino ganar dando espectáculo para el público que lo estimula?
Ramón Díaz, goleador del certamen y Botín de Oro, debía hacer el gol que lo consagrara definitivamente. Arrancó de media cancha, dejó atrás a su marcador y cuando le salía Chanov lo batió con un remate junto al palo izquierdo.
El equipo soviético quedó paralizado al advertir que no le quedaba resto físico para aguantar al conjunto que capitanea Maradona.
Las tribunas, por entonces, eran un pandemónium de gritos, canciones y agitar banderas. Pero faltaba la obra maestra, la definitiva exaltación de Diego Maradona, favorito del público japonés y especialmente de los niños, para ofrecerles el regalo de ese tercer tanto.
Cuando se aprestó al tiro libre, pensamos una vez más en la eficiencia de Chanov, especialmente en los tiros altos. Por eso Maradona eligió la base del palo derecho y así quedó sancionado otro tanto espectacular, que radiografía en toda su capacidad a este equipo campeón del mundo.
Las tribunas hirvieron en el delirio y los aficionados argentinos comenzaron a deslizarse en dirección al terreno. El equipo finalizó su trabajo jugando al toque, como un anticipo de esa vuelta olímpica sólo plasmada cuando Maradona pudo ser librado de los abrazos del público y correr con todos para esa clásica celebración de los triunfadores.
La faena no había podido ser más soberbia. Dar vuelta un partido y un score adverso frente a un equipo de la categoría de los soviéticos, valoriza en su máxima calificación la calidad del conjunto de Menotti, que ha de pasar a la historia, sin duda alguna, como una de las más puras expresiones del fútbol ofensivo, ese que vemos de tanto en tanto en nuestro país, peo que, por obra de la capacidad del director técnico, se convirtió en el más auténtico embajador de la manera de sentir el fútbol de los argentinos.
Argentina 3 vs. Unión Soviética 1
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