Patrimonio nacional: Lo Celso convenció hasta a Messi

Hay jugadores extraordinarios, imprescindibles, como Lionel Messi. Y existe una raza más terrenal, los esenciales. Ahí habita Giovani Lo Celso. Patrimonio de la selección argentina, prohibido prescindir de Lo Celso. Socio para el toque, sombra para la descarga, refugio ante la presión rival. También entiende que el esfuerzo es un atributo casi patriótico de esta selección. ¿Qué le falta? Involucrarse en la terminación de las jugadas, que le crezcan los colmillos cuando el arco rival se hace más grande. Atreverse. Tutea a Messi, pero todavía trata de usted al gol. “Riquelme ya decía que disfrutaba más de dar el pase que de convertir él”, confesó algún día y así intentó justificarse. Claro, no eligió un nombre por casualidad: Riquelme siempre fue su debilidad. Una manera de definir su sensibilidad.
Lo Celso crece en el juego, crece la selección. Y Messi se siente respaldado. “No lo conozco personalmente, pero al verlo jugar te llena los ojos. Me saco el sombrero, es completísimo, uno puede aprender muchas cosas de él. Tiene mil recursos. Ojalá el día de mañana pueda compartir una cancha con él, porque es el mejor”, soñaba hace tres años. Y soñaba porque le parecía inalcanzable. Sampaoli los reunió, pero el paso de Lo Celso por Rusia fue testimonial. No jugó ni un minuto porque el técnico obedeció el mandato de los históricos. Scaloni tampoco lo tenía entre sus debilidades porque el juego directo era su elección primaria, pero recapacitó. Lo comprendió cuando advirtió que Messi necesitaría interlocutores y no sólo pasadores en velocidad. Del resto se encargó Lo Celso, que convenció a un entrenador proclive a las correcciones. Y convenció al capitán. Lo Celso es patrimonio, y vale reiterar el concepto.
‘Mono’ lo bautizó su padre, Juan. Era inquieto, muy inquieto por las calles rosarinas de la Florida. Jugaba al fútbol de salón en el club Regatas, ahí pegadito al Gigante, y fútbol de campo en el colegio San José. Alternaba. Hasta que a finales de 2010 cumplió una prueba en Central y quedó. Siempre jugó igual: entiende, interpreta, conduce. Se juega en equipo, y Lo Celso lo sabe. Messi ahora lo acepta, lo disfruta, se activa con Lo Celso. Pero el rosarino salió después de 50 minutos con una molestia, la única razón atendible para que dejara la cancha. La Argentina se destiñó, se decoloró con respecto a un tiempo atrás. Messi dejó de ser coral y volvió a ser intrépido. Como la pelota es la brújula para la Argentina, sin Lo Celso se pierde.

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