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River sólo empató ante Temperley y su nivel preocupa de cara a la Copa Libertadores
En el Monumental, igualó 1-1, tras empezar ganando con un golazo de Funes Mori de tiro libre; el martes se enfrenta a Guaraní por la semifinal de ida en el Monumental; Saviola fue titular y volvió a jugar en Núñez tras 14 años
Tal vez sea el inconsciente colectivo. Un acto involuntario, que viaja más allá del campo de la razón. Sin darse cuenta, de modo automático, irreflexivo. River juega con el cuerpo un sábado a la tarde en Núñez un partido del torneo doméstico. El mismo elenco, vestido con la banda roja en diagonal, en realidad juega con la cabeza en el martes próximo, a la noche, en el mismo escenario, por la Copa Libertadores. La realidad lo desnuda: es imposible adelantarse al tiempo, ganarle al futuro. River es hoy, ahora mismo, como todo lo que nos rodea: para la ciencia ficción hay otros asuntos. Sin embargo, en su interior, el equipo millonario desde hace un buen tiempo que imagina, hasta en sus sueños, cómo ganarle a Guaraní, el adversario de las semifinales. Cómo contrarrestar sus fortalezas, cómo desnivelarlo con el poderío de sus destrezas. Y el tiempo se le escapa a los tumbos, tropiezos que no ve porque juega con los ojos cerrados, creando ahora mismo el futuro que todavía no llegó.
No puede evitarlo. Debe de querer estar en el presente, pero todo el mundo le susurra consejos, análisis, tácticas y estrategias para alcanzar su obsesión. Viaja al interior de nuestro país y queda tendido, fuera de la Copa Argentina, luego de un 2 a 0 de Rosario Central. Se traslada a Victoria y se le cierra el arco adversario, en un gris 0 a 0 contra Tigre por el torneo local. Y vuelve a casa, un sábado de nostalgia, fría y melancólica, y no puede ganarle a un adversario tan serio como diminuto. Un 1 a 1 con Temperley que parece una condena, porque el Monumental recibió a Javier Saviola, un hijo pródigo, sin chispa. Al menos, por ahora. Rodeado de valores de recambio en su mayoría, es cierto. Pero hasta el último suplente tiene más jerarquía personal que cualquiera de los integrantes del conjunto del Sur.
Y no puede. Ganar en presente y mucho menos, ganar a futuro: eso, se sabe, es imposible. Mientras espera a Guaraní, debe ganar, marcar goles (uno en tres encuentros) y volver a ser. Eso es lo más inquietante, en realidad.
River no tiene fútbol. Es curioso: es uno de los mejores equipos de nuestro medio y su propuesta, aun en declive, siempre suele exhibir cuotas de exquisitez. Sin embargo, más allá de la partida de Teo Gutiérrez y las dudas que ofrece el estado físico de Aimar, no le sobra creatividad. Pisculichi y Bertolo están lesionados. Pity Martínez es una luz, a veces, y un atropello, en otras. Y los demás se van y vuelven de la escena, como Driussi, Boyé, Mayada y hasta el ingreso de Lucho González, que se divide entre pelotazos filosos y control sin energía.
Es una formación noble Temperley. Defensiva, es cierto. Pero astuta, rápida, movediza. Sin hacer tiempo, sin pegar patadas, con dos líneas combativas y pegajosas (una de cuatro, la otra de cinco hombres), fue más punzante que el desconcierto que River se fue creando. El local ganaba con un golazo de Funes Mori de tiro libre, toda una curiosidad para el medio, que vistió el Monumental para ver a Saviola, apagado y sin socios de su estilo. No sólo le falló Cavenaghi, pesado y repetitivo: el resto también jugaba otro torneo, otro partido.
Esparza, un zurdo picante, selló el 1-1. Y si se hubiese animado, si se la hubiese creído, Temperley tal vez habría celebrado algo más que un punto en el teatro del fútbol argentino. Si se atrevían, les habrían relatado la victoria a los nietos alguna noche sin sueños del porvenir. Otra vez el futuro, como si se tratara de la ansiedad misma...
Ahora sí, no falta nada. Pasado mañana es martes. La noche que estuvo esperando una eternidad. Guaraní será una calcomanía de Temperley: todos unidos detrás de la pelota, delante del arco. Y River no puede. No sabe cómo cortar la telaraña. El sábado de la nostalgia, frío y aburrido, resulta la continuidad de la sequía después de las vacaciones. River debe, necesita volver a ser. Con el fútbol extraviado, con las figuras nuevas, y sobre todo con aquel espíritu. Porque la pelota es una novia irresistible: hay que enamorarla todos los días.
El gol de Funes Mori
El gol de Esparza
ph
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