Se renuncia a lo económico, porque el afecto juega su partido
No es lo mismo volver en el mejor momento que hacerlo para recuperar el rendimiento perdido o cuando uno está en la curva descendente de la carrera. Son maneras distintas de volver, aunque todas estén relacionadas con el cariño a un club. Recuerdo los regresos de Piojo López y Lisandro López a Racing, Verón a Estudiantes, Maxi Rodríguez a Newell's y Tevez a Boca. Todos se relacionan con el factor sentimental, pero esos casos puntuales les dieron un salto de calidad indudable a los equipos.
El afecto juega su partido. El jugador siente una deuda interna, siente que regresar es un modo de ayudar. En todo inicio, algo o alguien colaboró para trazar ese primer dibujo. Y en el caso del fútbol, es el primer club, generalmente. Se renuncia a lo económico, porque lo afectivo, en este tramo de sus vidas, es más importante.
Otros, en cambio, prefieren quedarse a vivir afuera, más allá de que los amigos y la familia siempre influyen. Los que no regresan tienen, más allá de lo profesional, dos factores en sus cabezas: la inseguridad y la locura del hincha. No todos piensan volver, por eso es muy valorable que lo hagan los que lo hacen. Es curioso: extrañan la pasión, y luego comprueban que en realidad es parte de una violencia muchas veces incontrolable. Esa adrenalina, ese fanatismo y ese dramatismo, no se vive en ningún otro lado. Los futbolistas añoran eso, que es parte de nuestra cultura. En otros lugares dan autógrafos luego de perder, y no pueden entenderlo. Acá se reencuentran con su esencia.
*Psicólogo deportivo; trabajó en los seleccionados argentino y colombiano; escribió "Formando al líder de un equipo"
Marcelo Roffé
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