Guido Petti: cómo la frustración en el tenis lo llevó a mejorar en el rugby
Superó el desencanto por no haber sido tenista y aprovechó las enseñanzas para hacerse más fuerte en un deporte que lo tiene como uno de los más destacados en los Pumas
CANBERRA, Australia.- A todos los deportistas les suceden cosas que no desean. En el derrotero de una trayectoria aparecen las frustraciones por los malos resultados y las experiencias adversas que adquieren un tinte difícil y hasta pueden llegar a convertirse en dramáticas. No todos logran hacer un click, escapar a tiempo, enderezar el camino o encontrar una solución. Guido Petti tenía una rutina establecida semana tras semana: casi todos las jornadas del mes durante su infancia tomaba sus raquetas y pasaba horas y horas adentro de una cancha de tenis. Hasta que un día sintió que la soledad lo estaba invadiendo y dijo basta. Ya no quería más viajes. “Fue un cambio muy abrupto que inclusive impactó en mi familia. De un momento a otro, de entrenar cinco veces por semana pasé a no hacerlo nunca más y a dejar totalmente el deporte. No sé si fue positivo en ese lapso pero sí encontré algo bueno a todo eso: las cosas que me hacen mal y no me ponen cómodo las suelto enseguida”, asegura. A siete años de aquel momento, Guido Petti Pagadizábal, de apenas 22 años, resultó una de las grandes apariciones del rugby argentino. “Hoy son muchas las noches en las que me pregunto qué hubiera pasado si me terminaba dedicando de lleno al tenis. Son las vueltas de la vida, porque jugar en los Pumas y en Jaguares me hace muy feliz y me llena de orgullo representarlos”, dice a LA NACION en el lobby de un hotel en Canberra.
Si bien la infancia de Petti estuvo ligada fuertemente al tenis, lleva el rugby en la sangre por herencia: su padre Roberto también jugó en el SIC, integró seleccionados de Buenos Aires y disputó un par de encuentros con los Pumas. Y fue quien lo acompañó siempre en cada una de sus decisiones y elecciones. Como sus mejores amigos jugaban al tenis, hacia allá fue Guido con ellos. Inclusive, viajó dos semanas a Estados Unidos a entrenarse en la prestigiosa academia de Nick Bollettieri, un fabricante de estrellas: por sus manos pasaron Andre Agassi, Jim Courier, Marcelo Ríos, Kei Nishikori, Tommy Haas, Maria Sharapova, las hermanas Williams, Monica Seles, Martina Hingis y Jelena Jankovic.
En la Argentina, entre los juveniles, Petti disputó torneos Grado 2 y Grado 3 y llegó a estar entre los mejores 80 del país en Menores de 16 años. Lo dicho: la seguidilla permanente de traslados al interior y la soledad fueron haciendo mella en su personalidad. Confiesa que tras un viaje en micro desde Mendoza hacia Buenos Aires su cabeza hizo un click y se dio cuenta de que lo que a él realmente le hacía bien era practicar deporte en grupo. Lo primero que hizo fue sentarse y conversarlo con su mamá. “Personalmente era muy duro para mi cabeza. Tenía 15 años cuando dejé y me frustraba demasiado. Y más cuando perdés, la culpa es sólo tuya y no la podés compartir con nadie. No tenía contención, me sentía solo. El hecho de largar fue duro. Claro que a veces me daba placer pero lo otro me terminó venciendo la cabeza”, dice.
Sin darse cuenta, aún siendo un niño, su frustración en el tenis le creó una virtud a Petti: entendió cómo desprenderse y desligarse rápido de los malos momentos. La pelota ovalada volvió a recorrer sus manos y comenzó su travesía en la M15 del SIC. De ahí en adelante pasó a convertirse en una promesa del rugby y empezó a ser apuntado como un segunda línea de gran futuro. En 2012 ingresó en el PLADAR, fue parte de los Plumitas y debutó en el seleccionado mayor con apenas 19 años. Hoy, tres años después de aquel momento, es uno de los bastiones en el plantel de Daniel Hourcade. Y así como la mente mueve los hilos, manda, coordina y ordena, la frustración en el tenis fue capitalizada por Petti para desarrollar una promisoria carrera en el rugby. “Aprendí a olvidar rápido y a no quedarme con las cosas que no sirven en la cabeza. Hoy el rugby es mi trabajo y ante cada error trato de corregirlo y mejorarlo semana tras semana. Si en un partido me doy cuenta de que fallé en algo, no me cuelgo y sigo para adelante”, explica.
Hasta hace algunos años, Petti no quería saber más nada con el tenis. Lo había hartado. Posiblemente, el tiempo haya sanado heridas porque de tanto en tanto se engancha con algún torneo por televisión. “El otro día en Nueva Zelanda estuve mirando a Del Potro en el US Open y ahí volvió a surgirme la duda de qué hubiera pasado si yo no abandonaba”, cuenta. “Con esto no quiero decir que mi camino me llevaría sí o sí a ser profesional, claro, pero siempre pienso cómo hubiera sido mi vida. Hace algún tiempo no quería tocar raquetas pero ahora hay veces en que lo extraño. Pero el desgaste del rugby no me permite jugar a otros deportes”. Petti asegura que cuando se retire de la actividad profesional con la ovalada posiblemente vuelva a las pistas de tenis para divertirse. “Miré bastante el último Grand Slam, Del Potro y Peque Schwartzman tuvieron una competencia fabulosa”, dice.
Desde su debut en 2014, Petti ya acumula 29 encuentros en el seleccionado argentino y es uno de los más jóvenes en el plantel en la gira por Oceanía. Aparece en la memoria, también, por un try a los All Blacks en el Mundial 2015 en el que sufrió un fuerte golpe y no pudo recordar la jugada. Allí, con 20 años, se convirtió en el jugador argentino más joven en llegar al ingoal en una Copa del Mundo. De la raqueta a la ovalada, de la frustración a la felicidad por el presente Puma.
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