Hong Kong: el exótico destino de un futbolista argentino que juega para un dueño y no para el público
El fútbol de Hong Kong fue uno de los últimos en paralizar la actividad por la pandemia del coronavirus. Hasta el 22 de marzo se disputaron las semifinales de la Copa FA. No había un reclamo popular para que la pelota siguiera rodando en esta excolonia británica, recuperada por China en 1997 bajo el paraguas "un país, dos sistemas", un tratado que le concede a Hong Kong una autonomía y un sistema de gobierno propio hasta 2047.
Si bien las últimas dos fechas del campeonato se disputaron sin público, no hubo una diferencia sustancial a cuando se hace a puertas abiertas. "Acá la gente casi que no va a la cancha, es muy poca. Salvo un partido importante, normalmente asisten 400 personas", comenta en diálogo con LA NACION el volante argentino Jonathan Acosta, de 31 años, integrante de Lee Man Warriors, segundo en la tabla de una liga con apenas diez equipos.
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Se acumulan las peculiaridades en el fútbol de este país de 1100 kilómetros cuadrados y 7,5 millones de habitantes. El puerto es un punto estratégico internacional para el comercio marítimo. Compañías y bancos de otros países tienen sus centrales en Hong Kong. "Acá hay mucho dinero. Los clubes no tienen ingresos por televisación ni cuota social. Pertenecen a dueños millonarios. La persona que pone el dinero maneja todo. Nuestro equipo se llama Lee Man, como la empresa del propietario. El club tiene tres años, pero de un día para el otro, el dueño se cansa, se baja y aparece otro que pone dinero. Son clubes montados a corto plazo, son pocos los que se mantienen durante muchos años. Acá, uno no juega para la gente, sino para conformar al dueño del club, que es el que paga los sueldos. Todos los estadios pertenecen al estado, ningún equipo tiene uno propio", agrega Acosta, que en nuestro país estuvo cuatro años en Talleres de Córdoba, en la B Nacional y el Federal A.
El seleccionado de Hong Kong está ubicado en el puesto 143 del ranking FIFA. Ausente la pasión popular que impregna al fútbol en casi todos los rincones del planeta, Acosta, uno de los cuatro argentinos que juegan en primera división, privilegia el bienestar de su familia de esposa y tres hijos: "Vine por lo económico. Por lo que tengo entendido, lo que se cobra acá es similar a lo de un equipo chico de primera de la Argentina. Por lo que hablo con jugadores de allá, mi salario es más alto que el de un jugador de la Primera Nacional, exceptuando a algún futbolista de renombre. El costo de vida es caro, más que en la Argentina, pero con mi salario no lo siento".
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Nacido en Morón, Acosta, que también pasó por Malasia, lleva más de un año en Hong Kong, donde cumple una segunda etapa, tras haber jugado en Happy Valley en 2013. Tierra que fue escenario de la Guerra del Opio en el Siglo XIX, el fútbol está lejos de ser utilizado por el poder como el opio de los pueblos. ¿Cuándo se volverá a jugar? "El 6 de abril se reúne la Federación con el Gobierno. La idea de la Federación es continuar, pero el Gobierno no tenía ganas de que vuelva el fútbol porque no es una prioridad. No tiene la intención de abrir estadios que son suyos. No vemos la posibilidad de que se reanude, no solo por lo que ocurre aquí con el coronavirus, sino por lo del resto del mundo. Fuimos una de las últimas ligas que paró y fuimos muy criticados. Al Gobierno no le gustó".
La cuarentena no es obligatoria en Hong Kong. Las alarmas se encendieron hace tres semanas. "Se pasó de 50 a 700 infectados, el país se asustó, estaban enojados con el Gobierno. Los estudiantes hongkoneses que vinieron de Inglaterra en intercambio trajeron el virus. Hasta ahora hubo cuatro muertos. Desde el primer día tuvimos cerrada la frontera con China", agrega Acosta.
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En Hong Kong se dio el primer caso mundial de coronavirus en una mascota: un perro. Acosta relató la especial atención que reciben perros y gatos: "No hay muchas mascotas porque la mayoría vive en edificios, casi no hay casas. Donde hay lugar para una casa, levantan un edificio. El valor del metro cuadrado en Hong Kong es uno de los más caros del mundo, está entre los tres primeros. La gente que tiene perros es soltera, sin hijos y tiene una habitación solo para el perro. Lo tratan como si fuera un bebé, con cochecito para el perro, le contratan niñeras. Es increíble".
Tras la dura experiencia del virus Sars en 2003, cuando en Hong Kong fallecieron muchas personas, Acosta advierte que ahora se toman medidas muy estrictas en la vía pública y establece la diferencia con la Argentina: "Con los primeros casos de coronavirus, la gente se recluyó en sus casas y empezó a usar barbijos en la calle, hay alcohol en gel por todas partes. Actuaron muy rápido. Ya antes del coronavirus, si uno iba en un transporte público y tose o estornuda, es mal visto, causa enojo. Cuando ellos sienten un pequeño malestar, enseguida usan barbijo. Con un simple resfrío se ponen barbijo para no contagiar al otro.. El tema es que nadie sabe si está infectado o no, porque los síntomas se sienten entre los 10 y 14 días. Si yo hoy salgo a comprar y lo hago sin barbijo, la gente se enoja conmigo, te miran mal, te chocan para decirte que debés ponerte un barbijo".
Yo escucho que en la Argentina dicen que el barbijo no es importante, que hay que usarlo solo cuando se está infectado. Creo que están desinformando
Acosta dice que Hong Kong es mucho más cosmopolita y abierta que China: "Hay tres restaurantes argentinos para comer asado. Mucha gente se piensa que esto es China, pero es totalmente diferente. Viven muchos extranjeros, es un país muy lindo para vivir. A nosotros nos gusta mucho".
Si bien un corto viaje en tren lo pone en el puesto de migraciones fronterizo con China, Acosta explica con una anécdota de una pretemporada en Shenzhen por qué nunca viviría ahí: "Estuvimos casi 10 días sin comer, a nadie le gustaba la comida. Diez días comiendo lo mismo: espaguetis sin salsa, con manteca, y arroz chino. Hicimos la pretemporada en un lugar cerrado, salimos dos veces a comer en restaurantes. Pasamos mucha hambre. Fuimos a un restaurante que era como un zoológico. De un lado tenías animales vivos en jaulas y del otro había peceras. Tortugas, ardillas, lo que te imagines. Uno elige el animal y se ve cómo lo van cocinando. Daba lástima. Nos dijeron que también tenían perros, pero no estaban a la vista. No comimos nada, daba miedo, escuchábamos a los perros. Nos mirábamos y no lo podíamos creer. No nos servimos otra cosa que arroz y fideos".
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