- Archivo Mundialista
- Año: 1962
- Partido: Argentina - Bulgaria
- Resultado: Argentina 1 - Bulgaria 0
"Los alemanes tuvieron buena suerte. Dos de sus tres tantos fueron sorpresivos. Representamos sistemas de juego distintos. El nuestro demuestra virtuosismo y el de ellos es rápido y práctico". Guillermo Stábile llevaba 20 años como técnico de la selección argentina. Así se expresaba, con confianza y fundamentando el resultado en la fortuna, tras la derrota del debut ante Alemania (1-3), el 8 de junio de 1958.
Unos días después, tras la durísima goleada y la eliminación ante Checoslovaquia (1-6), el DT no tuvo más remedio que reconocer: "He aprendido una buena lección. La buena técnica no lo es todo". Suecia 58 fue el último Mundial en el que la Argentina se presentó a jugar con ese candor. Para 1962, la selección nacional se preparó a conciencia, sin sentirse superior a sus rivales de antemano... y también fracasó.
Juan Carlos Lorenzo trabajaba en Mallorca, España, en 1961. Allí se alineó al trabajo del italoargentino Helenio Herrera. Sus métodos y las auspiciosas actuaciones le otorgaron buena fama en nuestro país. Lo contrató San Lorenzo y, después del desastre de Suecia, también se lo consideró el hombre indicado para comenzar a formar una nueva selección. Para instalar el estilo europeo que él bien conocía.
El 22 de mayo de 1962, la gente se amontonó en la terraza de Ezeiza para despedir a los jugadores. Pese a los antecedentes, otra vez se vivía el Mundial con ilusión. En el aeropuerto, la selección española hizo escala antes de viajar a Santiago y los periodistas argentinos dialogaron con su entrenador, que era Helenio Herrera. "No creo que los argentinos deban variar su modalidad nata, pero a esas virtudes hay que agregarle disciplina y preparación", dijo el técnico que venía de ganar siete títulos en España con Atlético de Madrid y Barcelona.
Al día siguiente, el plantel tuvo su primer día de trabajo. Desde el Hotel El Sauzal, en Rancagua, ubicado frente a las termas de Cauquenes, Toto Lorenzo acompañó a los futbolistas en una larga caminata hasta un cerro. Los hizo correr en una pendiente de 600 metros, para luego bajar en velocidad. Mientras tanto, el entrenador cantaba canciones infantiles, en una actitud que intentaba darles ánimo. Por la tarde, los llevó a la cancha y les tiró una pelota… de rugby. Sí, los hizo jugar al rugby. Quería que sintieran el rigor físico, que no rehuyeran a esa posibilidad que iban a enfrentarse en un Grupo con tres rivales europeos (Bulgaria, Inglaterra y Hungría).
Cuando habían terminado de golpearse con un deporte que desconocían, los dejó en manos del preparador físico para otras dos horas de gimnasia. Así se fue el primer día, sin tocar una pelota de fútbol. El mensaje era claro.
Al día siguiente, después de otra prolongada sesión atlética y sin fútbol, les pidió que se subieran a un ómnibus. "No teníamos ni idea del lugar al que nos iba a llevar", cuenta hoy Antonio Rattin, que tiene 81 años, y aún se acuerda de Lorenzo.
"El Toto era muy misterioso", repite. Los jugadores vieron que llegaban al estadio donde iban a jugar el Mundial, pero no fueron por el acceso principal, sino por la parte de atrás. Los hizo saltar un paredón y les dijo que espiaran el entrenamiento de los jugadores de Bulgaria, rival el debut.
De repente aparecimos en una cancha espiando a un equipo. No conocíamos a nadie. No sabíamos quiénes eran. No tenía ningún sentido estar ahí, pero el Toto Lorenzo era muy misterioso.
"Algunos se metieron en una sala y miraban por una puerta entreabierta -explica Rattín-. Otros miraban entre tablones de una tribuna". Después de 40 minutos volvieron a la concentración.
La idea de estudiar al rival, conocer sus movimientos era muy importante para Lorenzo. Su asistente, Norberto Tucho Méndez llegó más tarde a Chile, porque había viajado a Lima, donde vio el amistoso que Inglaterra le ganó a Perú por 4 a 0.
Antes del debut, la charla técnica fue exigiendo sacrificio… y dejó algunas frases para la historia: "Piensen que están en la casa de su suegra. Todos quieren que se sientan incómodos y tratan de molestarlos. Por eso tienen que estar siempre a la defensiva".
El equipo tenía un dietista por primera vez (Alejandro Pittaluga) y las comidas se prepararon especialmente. Los jugadores sólo tomaban el agua mineral que les proveyera el cuerpo técnico.
La Argentina tuvo un comienzo inmejorable ante Bulgaria. A los 4 minutos, Raúl Belén desbordó por la izquierda, le lanzó un centro a José Sanfilippo, que de primera lo dejó solo a Héctor Facundo, que puso el 1-0. Lejos de soltarse en su juego, el seleccionado se refugió para defender su gol de ventaja. Desde allí todo fue áspero y aburrido, según reflejan las crónicas de la época.
"Los argentinos replegaron todas sus líneas y virtualmente la defensa quedó formada por todos sus jugadores en un intenso afán de conservar la magra ventaja", cuestionó el diario El Mercurio.
Stábile seguía cerca de la selección. Fue a Chile como comentarista radial y no dudó en atacar a Lorenzo: "Se ha jugado muy mal. Sanfilippo es la gran figura de este equipo y buscó continuamente hacer faltas en lugar de provocarlas".
Toto Lorenzo hizo muchas modificaciones para el segundo partido, ante Inglaterra y al conocerse una de las variantes se generó un enorme desconcierto entre los fanáticos del fútbol. Antonio Rattín, un centrohalf (el 5 tradicional), aparecía como entreala o insider en la delantera. "Nunca me dijo que iba a hacer eso", declaró Raúl Colombo, el presidente de la AFA, en una entrevista con LA NACION. La explicación era clara. De haberlo sabido, no lo hubiera permitido.
Los diarios ingleses, fueron muy duros con el equipo argentino y se anticiparon a la importancia del arbitraje. El Daily Herald opinó: "A pesar de su brillantez futbolística, los argentinos quedan acusados ante el mundo de buscar trifulcas callejeras". En tanto el Daily Mail era más contudente aún: "El juego argentino es una desgracia. El árbitro ruso Nikolay Latyechev deberá descartar sin temor a estos toros de las pampas si es que Inglaterra ha de tener una justa oportunidad de ganar". El dominio inglés fue amplio. Fue derrota por 3 a 1.
Y los más agresivos no fueron los nuestros. El único lesionado fue el atacante de Racing Raúl Oscar Belén, que sufrió la fractura de una costilla por un fuerte golpe que le dio el zaguero James Armfield.
La Argentina llegó a la tercera fecha, contra Hungría, con la obligación de ganar para avanzar a la siguiente rueda. Entre el malhumor generalizado y la necesidad, Lorenzo sacó a Rattín de la línea atacante y volvió a poner cinco delanteros. Pero nadie tenía ya esperanzas: "La suerte parece estar echada, sólo un milagro podría determinar la clasificación argentina", se escribió.
Las reacciones de Maschio denotan los cuadros clínicos típicos de los primeros síntomas de falta de lucidez provocada por una dosis excesiva de excitantes
Los húngaros venían de golear 6 a 1 a Bulgaria y el fantasma de Suecia 58 volvía a acosar a nuestra selección. No hubo tal catástrofe. Fue otro amargo partido sin goles y el equipo quedó eliminado.
Pero todo el Mundial estuvo rodeado de enojos, escándalos y polémicas. El doctor de la delegación brasileña, Carvalho Pinto, acusó a los italianos por utilizar sistemáticamente el doping. "Todos sus jugadores actúan bajo los efectos de fuertes dosis de estimulantes".
Y apuntó al argentino Humberto Maschio, que jugaba para el conjunto italiano como nacionalizado: "Sus reacciones denotan los cuadros clínicos típicos de los primeros síntomas de la falta de lucidez provocada por la ingestión de una dosis excesiva de excitantes". Los controles antidoping no aparecerían en los Mundiales hasta 1970.
La batalla de Santiago
Italia jugó ante Chile un partido salvaje, con dos expulsados en el equipo europeo. David Coleman, comentarista británico lo calificó como "la exhibición de fútbol más estúpida, espantosa, desagradable y vergonzosa, posiblemente, en la historia de este deporte". Los locales ganaron 2 a 0 y el árbitro inglés Ken Aston fue acusado de favorecer a los chilenos con sus sanciones. Expulsó a Giorgio Ferrini y Mario David. Leonel Sánchez, figura chilena, se fue con el tabique fracturado.
Al final del partido, el médico chileno pidió permiso para entrar en el vestuario italiano para saludar, pero terminó entre insultos, acusaciones y reclamos de controles de orina para demostrar que habían jugado drogados.
Otros partidos violentos fueron Uruguay-Yugoslavia (1-3) y Chile-Brasil (2-4). Se alcanzó el récord de seis expulsados en una Copa.
Entre tantas denuncias y violencia, Sir Stanley Rous, presidente de la FIFA, habló en conferencia de prensa y cuando le reclamaron medidas para controlar una situación desmadrada, explicó: "Lo que cambió no es el fútbol ni la organización de la FIFA, sino el deseo general de ganar a toda costa y a cualquier precio. ¿Es por prestigio o por lucro? Sea por una cosa o por la otra, tenemos que frenarlo. Debo reconocer que fui muy optimista al pensar que este torneo iba a ser un ejemplo para el deporte".
Los equipos que pasaban al frente en el marcador hacían tiempo, incluso defendiéndose con la tenencia de la pelota, algo que estaba mal visto. Alfredo Di Stéfano, que jugó ese Mundial para España, se quejó: "Acá se desaprende, no se aprende".
El Mundial lo iba a ganar Brasil, el equipo señalado como el más vistoso: "En la era de los métodos científicos, triunfó el buen fútbol", tituló LA NACION.
Mientras tanto, Lorenzo hablaba del futuro y de Inglaterra 66: "No les puedo enseñar nada nuevo a mis jugadores desde el aspecto técnico. Mi trabajo principal es el adiestramiento físico y aspectos que nunca fueron tratados con dedicación. El principal problema es que el jugador argentino jamás tomó en cuenta la disciplina fundamental. Intenté trabajar con eso, pero para ellos es muy difícil de comprender. Debemos seguir trabajando, estos jugadores son el futuro", se justificó. Su ayudante, Tucho Méndez, lo defendió: "Jamás vi una delegación más dispuesta y disciplinada para el trabajo. Esto es obra de Lorenzo y de nadie más".
Colombo, desde la AFA, acusaba: "Merecimos perder con Inglaterra. Hicimos más que nunca para que el equipo anduviera bien, no escatimamos esfuerzos ni dinero. Prácticas, médicos, comidas especiales. Hicimos todo. Después de lo de Suecia, muchos me signaron como culpable casi exclusivo. Trabajé muchísimo y me desentendí de intereses y negocios personales para el fútbol argentino. Lo que pasó es muy decepcionante".
Dante Panzeri, desde El Gráfico, editorializó con su dureza habitual. Habló del Mundial del "oscurantismo y la mentira".
LA NACIONTemas
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