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Hernán Crespo en LA NACION: “La Eurocopa nos recuerda que estamos perdiendo terreno”
SAN PABLO.– La comparación es una tentación, a todos nos sucede lo mismo por estos días. Vemos la Eurocopa, vemos la Copa América…, y es inevitable. Más allá del juego, aparece el producto fútbol como un concepto. El estado de las canchas ya impone una diferencia, y la intensidad del juego y el físico también. Las estructuras corporales de los protagonistas de un torneo y del otro son contundentes. Y no se trata de una frivolidad o de un reparo en las apariencias, no, lo voy a tomar como un disparador para escarbar en un análisis que realmente me preocupa.
Lo que me inquieta es el roce, la competencia directa con los mejores, que es el vehículo para crecer. Y al sumarse la National League europea, el calendario se quedó prácticamente sin ventanas. Perdimos la posibilidad de probarnos con los europeos, de encontrar nuestro punto de retraso o de evolución, y se imponen amistosos contra equipos que no son referencias. Perdimos los duelos con Alemania, con Italia, con Inglaterra, que nos servían como auténtica medida. Futbolística e emocional, desde ya, pero también física. Vos sabés después de un choque si estás preparado o te faltan muchas más horas de fierros y gimnasio. El ritmo de los partidos en la elite es irreproducible con equipos de menor talla. Los grandes cruces se juegan en grandes estadios, además. La pelota corre distinto en un billar, llega rápido y te obliga a resolver de inmediato; en cambio, en malos campos, antes de resolver tenés que asegurar el control. Todo va de la mano. Vas perdiendo segundos y la elite no te perdona. Amenaza: nos fuimos quedando sin unidad de medida. Europa nos saca ventaja. Habrá que luchar, reclamar. Lo que no podemos es aceptar, naturalmente, que nuestro destino es el conformismo.
Estamos perdiendo terreno. Históricamente, los europeos fueron más fuertes físicamente que los sudamericanos, y tenían menos virtudes técnicas que nosotros. Salvo grandes excepciones, por supuesto, no vamos a hacer una regla. Pero ellos no han dejado de crecer. Mejoraron en el desarrollo físico y perfeccionaron el pase y la recepción, mientras nosotros extraviamos la gambeta. En la Copa América me gustaría percibir más respeto por la raíz histórica de la región, más gambeta me gustaría ver. O, si hubiésemos decidido cambiar de paradigma, entonces hacer mejor lo que tan bien ejecuta Europa, que es la referencia. Ellos mejoraron lo que hacían bien y mejoraron también su déficit, y en Sudamérica ya no gambeteamos como antes. Saquemos a Messi, quitemos a Neymar y no se ven muchas más huellas que representen nuestra historia. Nuestra gambeta, nuestro instinto y nuestra agresividad competitiva nos alcanzaba para igualar y hasta superar a los europeos. Hoy nos ha quedado la ferocidad competitiva.
Pero volvamos a meternos en las canchas de la Copa América. La Argentina va a sufrir, sí. Pero todos sufren, las grandes potencias también. En Europa también sufren, repasemos el partido de hace unos días de Alemania contra Hungría, sin ir más lejos. Hasta las selecciones poderosas están advertidas: en algún momento la van a pasarla mal. Donde hay que prestar atención es en ver cómo se reacciona ante la adversidad.
Argentina va, busca, insiste, lastima, convierte y luego intenta manejar el partido. Todavía no encuentra el confort, la comodidad para administrar los tiempos.
Repasemos globalmente la genética futbolística de la Argentina. ¿Qué indica su plan de ruta? La selección se siente cómoda con la pelota, genera ráfagas de fútbol a partir de intentar ser protagonista. Directo: la Argentina está respetando lo que vino a hacer a la Copa América, es coherente consigo misma. Y como todo conjunto integrado por talentosos, avanza, hiere y sufre.
Vamos a coincidir en que si Messi tiene menos recorridos, habrá más posibilidades de que sea decisivo en el arco rival. Pero aun cuando la Argentina baja su línea defensiva, él es determinante desde otro lado. No se la pueden sacar. Conceptualmente, Messi está en un nivel superior a todos. Si nos preguntamos adónde le conviene a la Argentina que se mueva Messi para ser decisivo en la red contraria, habrá consenso para señalar que lo más arriba posible. Ahora, ¿esto significa que si parte desde más atrás pierde influencia? De ninguna manera. Y lo demuestra.
No se trata de señalar qué está bien y qué está mal. No. Hay dos versiones: Messi próximo al área rival puede ganar faltas, patear tiros libres, filtrar asistencias o él mismo convertir. Messi más retrasado es cerebral, va sumando pases, tejiendo jugadas y, entiéndase el concepto, hasta se vuelve más maradoneano. ¿Por qué? Porque recibe más golpes, lo vemos involucrado con jugadas incómodas que demandan mucho coraje, con recorridos extensos donde recibe más faltas. Y se levanta, y no se queja, y los vuelve a encarar…, guapo. Cuando vemos que le pegan y él sigue y sigue, nos encanta. Nos encendemos porque somos viscerales. Y ese Messi despierta muchísima empatía con el público. Messi es fantástico y atrapa siempre. Y ese Messi arrabalero, también enamora.
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