La ingratitud que llama a la reflexión
Polísticamente hablando, no es, febrero, un mes relevante en cuanto a la actividad en nuestro país. Sin embargo, por distintas razones, de todo lo que uno viene escuchando surge una conclusión: la tirantez cada vez más notoria de los jugadores con la dirigencia, personificada en Gonzalo Tanoira, desde hace casi tres años al frente de la Asociación Argentina de Polo.
Una frase de Tanoira, en la entrevista de la página 16 de esta edición, resume la situación: "Manejar el polo es muy ingrato". Posiblemente en su carrera como deportista no haya reparado en esa sensación porque estaba en la vereda de enfrente. Hoy, a los 59 años, ve la otra cara. Con una realidad irrefutable, de la que no padece sus efectos sólo él: muchos de sus predecesores pueden dar fe de haber estado contando los días que restaban para que finalizara su gestión.
Algo es llamativo: hace diez años, la opinión general de los profesionales de este deporte -en comentarios fuera de micrófono- era: "Tanoira es el que mejor entiende los problemas del polo y sus necesidades; sería el mejor candidato a presidente". Hoy, diría que tiene todo en contra: jugadores que no comparten sus decisiones ni métodos, referís que no se sienten respaldados con las medidas disciplinarias y están molestos con quedar como los malos de la película, dirigentes de clubes del interior que añoran los tiempos de Francisco Dorignac (otro que la pasó mal en el cargo).
Es harto complejo tener contentos a todos, aunque la mayoría tiene la certeza de que recibe poco de parte de la AAP. Hay cuestiones que inexorablemente llevarán al roce, como los cambios de handicaps, habida cuenta de que cada uno tiene su teoría y la cree la mejor, la única; particularmente, aún no entiendo las bajas de Milo Fernández Araujo y Juan Ignacio. Y sí o sí debe haber dureza en medidas disciplinarias, en las que a veces se queda a medio camino; es decir, si un jugador merece una sanción ejemplar y quedar fuera del Abierto de Palermo, debe privar la esencia y no especular con evitar un eventual debilitamiento del torneo máximo.
Es cierto que los jugadores defienden sus intereses a ultranza, que nunca han podido organizarse precisamente por eso -falta de unidad- y que no ejercitan la autocrítica con frecuencia; que hasta llegan a incurrir en maniobras desleales entre ellos para ganarse contratos en el exterior. Nada cambió en los últimos tiempos y poco ayudan al entendimiento actitudes semejantes.
Tampoco ayuda que Tanoira diga que no siente ninguna gran frustración en su gestión, cuando a la vez señala que no ocuparía otra vez su cargo.
La solución está lejana, aunque radica en ellos mismos. Acaso en el futuro. Hoy, no se visualiza y tampoco se puede pecar de ingenuo optimismo.
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