Paciencia, una buena preparación y entender cuál será su nuevo rol; algunas claves de la preparación del 10 para seguir estando en la selección
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Ni él sabe si participará en el Mundial 2026. Pero tiene una certeza y un plan está en marcha: hará lo imposible por jugarlo. Lo intentará, y esa es toda una definición. A las lógicas intrigas que desatan su edad y la distancia hasta la Copa del Mundo, Lionel Messi las domestica con un volcánico entusiasmo. Messi conserva el espíritu del ‘chavalito’ que aterrizó en Barcelona hace más de dos décadas. El mes pasado, apenas diez horas más tarde de deslumbrar contra Bolivia en el Monumental, se apareció por la práctica de Inter Miami. Voló en la madrugada para presentarse en su otra oficina. “Tiene fijación por el fútbol, entra en un trance del que no puede ni quiere salir”, le susurra a LA NACION alguien que lo conoce bien. Atención: Messi trazó una ruta hacia 2026, y lo que no se concede el genio es descansar. El mundo aprendió hace tiempo que no conviene subestimarlo.
Messi conserva el entusiasmo porque el fútbol lo motoriza. Y la selección es el combustible preferido, la referencia que lo acerca a la elite y le propone la unidad de medida más confiable. Las fricciones de Paraguay, en la ardiente Asunción, por ejemplo, representan la realidad que no pueden replicarle Portland Timbers o San José Earthquakes. Aunque Inter Miami, después de atrapar el récord de puntos en toda la historia de la etapa regular de la MLS, haya sido eliminado en los cuartos de final por Atlanta United, que se había clasificado por la ventana. Porque siempre se tratará de fútbol y sus antojadizos latidos, en cualquier latitud del planeta. Y vaya si le dolió esa derrota a Messi, sí, porque el dueño de 8 Balones de Oro quería el título en la Liga de los Estados Unidos. “Lo vamos a buscar en 2025″, ya les avisó a los dueños del club antes de partir hacia Buenos Aires para sumarse a su refugio ideal: la selección.
Falta mucho, muchísimo para el Mundial: 19 meses asoman como una eternidad. Pero aunque parezca una verdad de Perogrullo, Messi necesita estar sano mientras descuelga los meses del almanaque. Como cualquiera, claro. Pero camino a los 39 años que cumplirá en junio de 2026, mucho más. Que no sufra lesiones que interrumpan su continuidad futbolística y siembren desánimo y desconfianza en su mente. Entonces, aparece la piedra basal del plan: cuidar el cuerpo será esencial. Messi siempre fue muy profesional, los buenos hábitos están consolidados, ahí no habrá riesgos. Otros dos aspectos ya los puso en práctica y han evidenciado progresos con respecto a su estilo impulsivo: ya acepta que debe dosificar los minutos y no apresurar la recuperación de cualquier dolencia, asumiendo que se perderá partidos, incluso de la selección, que antes se rehusaba a negociar. Se lesionó en la final de la Copa América, contra Colombia, el 14 de julio de este año, y no reapareció hasta dos meses después, el 14 de septiembre contra Philadelphia Union. Esa lección está aprendida: paciencia. “Después de las lesiones necesita un tiempo extra para perder el temor, ir ganando soltura. Parece increíble, para hasta él piensa demasiado los frenos y los arranques cuando está volviendo de una inactividad”, le cuenta a LA NACION alguien que lo conoce desde hace años. Algún registro ‘terrenal’ debía tener.
Eslabones
El siguiente eslabón en el plan será completar una exigente pretemporada con Inter Miami, a principios de enero de 2025. Tras jugar en la Bombonera con Perú, Messi estará liberado, de vacaciones, desde el miércoles y hasta después de las Fiestas, por aproximadamente 45 días. Él necesita esa base física que no lo contuvo convenientemente esta temporada. “Espero terminar bien el año, hacer buena pretemporada, que no pude hacer este año y, a partir de ahí, ver cómo me siento... Estamos a poco tiempo del Mundial, pero al mismo tiempo falta. No pienso más allá, vivo el día a día”, ha respondido sobre el impredecible futuro. La novedad en sus palabras es que introdujo la trascendencia que le dará a la próxima pretemporada. Una prueba rigurosa para ‘escuchar’ los ruidos de la maquinaria. No tendrá el peso de una sentencia, claro, no definirá nada. Pero él necesita completarla sin contratiempos y con buenas sensaciones. Como un sello de aprobación. A principio de 2026 habrá otra pretemporada, un escáner más determinante, pero ya sería aventurarse demasiado en el tiempo.
Fue Messi el que lamentó no haber podido realizar a principios de 2024 la pretemporada que deseaba. ¿Qué pasó? “Hicimos un viaje de un lado a otro, que era lo que necesitaba el club, pero no fue una buena pretemporada”, contó. Es cierto, se solaparon demasiados temas de marketing y promoción: después de jugar un amistoso en El Salvador, la franquicia de los hermanos Jorge y José Mas y David Beckham inició una gira de 22 mil kilómetros, en 14 días, que los llevó a Arabia Saudita, Hong Kong y Japón. Un edema en el aductor condicionó aquellos partidos de Messi, que incluso faltó a un compromiso y eso activó las quejas del gobierno hongkonés. El fallido no se repetirá: esta vez la pretemporada será más lógica, con trabajos intensos en el comienzo y, luego, una gira que no excederá los 10 días. Y, en principio, con menores distancias también. Alrededor del 20 de febrero comenzará la MLS 2025.
Messi quiere seguir jugando al fútbol, cuentan que cedería con gusto sus Balones de Oro por extender la sensación de sentirse futbolista. Pero sabe que más temprano que tarde toda esta etapa de su vida formará parte de sus fascinantes recuerdos. Y por ahora, le confían a LA NACION desde su entorno, no asoma un estímulo sustituto. ¿Qué hará cuando se vuelva un exfufbolista? Él ya ha contado que no se imagina ni como entrenador, manager, representante ni panelista. ¿Entonces? Para qué adelantarse, mejor elige centrarse en seguir haciendo lo que hace como nadie.
Pero necesita sentirse útil en una cancha, y mucho más si se trata de la selección. Y aquí aparece otro tema central. Messi no se engaña, sabe que el salto entre la MLS y la elite es pronunciado. Ya lo comprobó en la última Copa América ante la física oposición que le propusieron Chile, Canadá y Ecuador, por ejemplo. “Quiero ver si sin la comodidad que yo tengo acá, en la MLS, me alcanza para competir en el otro nivel”, se preguntaba ante un amigo hace un tiempo. El otro nivel son algunas selecciones, donde crece la agresividad deportiva y desaparecen la inocencia y los rivales transformados en admiradores que hacen fila para llevarse una selfie. Ya sabe que no. Por eso, el calendario 2025 de Messi tiene subrayadas algunas fechas: el 20 y 25 de marzo, contra Uruguay y Brasil en Montevideo y Buenos Aires, respectivamente; el 9 de junio frente a Colombia, como local, y el Mundial de Clubes de la FIFA, que entre el 15 de junio y el 13 de julio cruzará al capitán del seleccionado con algunos rivales europeos de jerarquía. Medidas reales. Messi las estará buscando siempre en todo este tiempo.
Messi, su más despiadado crítico, comienza a aceptar que no siempre será decisivo en un partido, pero al menos debe seguir siendo influyente. Eso, para él, es sentirse útil, revelan desde su círculo deportivo.
Para brillar necesita de la complicidad de un rival indulgente y encandilado, como sucedió el mes pasado con Bolivia. Pero está a la vista, también, que cuando sube el listón de exigencia, puede ser gravitante con su lectura del juego, el manejo de la pelota detenida, su impacto en el entorno y el ascendente sobre sus compañeros, entre otros ítems. Si juega el Mundial 2026 –se trataría del primer futbolista en la historia en disputar seis Copas del Mundo- será para protagonizarlo, no para disfrutar de homenajes. “Por un récord o por decir jugué cinco o seis mundiales, no. Nunca le di importancia a los récords. No estaría en un Mundial simplemente por decir ‘estuve en seis mundiales’. Si se da y llego y estoy bien, y se da todo como para poder estar, perfecto, pero estar por estar, no”, advirtió. No se engaña ni un minuto.
Quedan interrogantes por despejar, desde luego. Aunque el físico y las pasiones lo acompañen, hay un viaje interior que sólo Messi puede hacer: “Leo tendría que aceptar en su cabeza que en algunos partidos podría estar, en otros menos, y quizás en alguno podría no estar. Si acepta ser importante de otra manera, llega al Mundial”, se entusiasma una muy confiable fuente de LA NACION. Este plano es absolutamente personal, casi inabordable. “Los números 1 no tienen en su agenda el rol secundario”, agrega la misma voz. Esa carga emocional es relevante: las lágrimas en el banco, cuando debió salir en la final de la Copa América con Colombia, testimoniaban su frustración, su sentimiento de culpa por ‘abandonar’ al equipo.
Sin presión
Al menos, ya no carga con la presión de la deuda. Ya se ganó el Olimpo. No quedaron títulos pendientes y, en sus ausencias, la selección le ha demostrado que también se las ingenia –y gana- sin él. Ambas cuestiones le tendrían que aliviar el equipaje.
El ambiente confortable de la selección es otro blindaje. Nadie se quiere ir de donde se siente bien. Lo explicó muy bien Jorge Valdano: “Messi pagaba la agresividad de un pueblo muy exigente con sus grandes estrellas, pero la Copa América 2021 fue curativa y, además, ha encontrado un grupo humano que sabe jugar y sabe relacionarse con un genio. Y eso le ha sacado una sonrisa donde había angustia”. En la cancha hay un respaldo colectivo que disimula cuando su potencialidad disminuye por alguna limitación física. Sus compañeros, los que crecieron después de descolgar el póster, ya abrieron el “operativo clamor”: en cada oportunidad pública que se presenta, piden por su desembarco en el próximo Mundial. En la intimidad del grupo, confían, son más discretos para que el deseo no se vuelva una presión.
Cuando Messi se incorporó a Inter Miami, a mediados de 2023, los ecos de la conquista en Qatar todavía retumbaban. Por momentos, en el club se pellizcaban para comprobar que convivir con él no era un sueño. Se contenían, pensaban en no desbordarse, no ser exagerados en las victorias frente a la leyenda. Les parecía extraño felicitarlo por un partido de la naturaleza de la MLS cuando siete meses antes había levantado la Copa del Mundo. Perceptivo, Messi se dio cuenta y entendió que debía romper esa atmósfera. Se reunió con algunosy con todos. “Miren que yo acá, igual, vine a ganar”, les aclaró y se los repitió. Y no ha perdido vehemencia en las arengas contra Nashville o Seattle Sounders. La voracidad de siempre, más allá de la dimensión. Por eso ya les prometió revancha para la MLS 2025. Esa llama sigue encendida. Y es el aliando principal de su plan 2026.
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