Una exhibición en Palermo, el primer paso del polo para el sueño de volver a los Juegos Olímpicos
En el Campo Argentino de Polo hay un árbol muy especial, el Roble Olímpico. Cuando era poco más que un retoño, lo trajo en barco desde la Selva Negra alemana el equipo argentino campeón en Berlín 1936. Y durante 82 años fue el único vínculo remanente entre el polo y los Juegos Olímpicos.
Hasta este miércoles, cuando Palermo albergó la exhibición de polo de Buenos Aires 2018, que si bien no contó para el medallero de los Juegos de la Juventud sirvió para restablecer un nexo que la Argentina quiere potenciar todo lo posible: el del deporte que domina abrumadoramente en el mundo y los cinco anillos olímpicos.
Veintiocho jugadores de entre 14 y 18 años, oriundos de nueve países, protagonizaron ocho chukkers cortos (cinco minutos) a modo de muestra de en qué consiste el polo, como deporte de exhibición que el Comité Olímpico Internacional (COI) dejó elegir al comité organizador de Buenos Aires 2018 (el otro es el squash). Los mini partidos no fueron por los puntos, pero encontraron un entusiasmo enorme entre los cientos de alumnos de escuelas porteñas que acudieron a La Catedral a aprender sobre este deporte y a ver a los que ya saben jugarlo.
Y bastante bien, por cierto. Los 17 varones y 11 chicas de Italia, Estados Unidos, Australia, Pakistán, Escocia, Inglaterra, Suiza, Colombia y, por supuesto, la Argentina ofrecieron una exhibición en el mejor sentido de tal cosa. Primero explicaron algunas reglas básicas y luego jugaron en un nivel inesperadamente alto, con pulido taqueo a mucha velocidad y casi sin infracciones, ayudados por la buena caballada que aportaron agentes locales. Y eso que había apenas dos polistas de 2 goles de handicap y dos de 1; el resto tenía 0.
Tenían motivos los protagonistas como para que saliera lindo el partido. Por una iniciativa de la Asociación Argentina de Polo (AAP), que invitó a federaciones de otros países a enviar jugadores, los jóvenes vinieron a Buenos Aires en un viaje de seis días que les permitió visitar La Dolfina, la Villa Olímpica y el Parque Verde, entre muchas otras actividades. Se alojaron en un hotel de Palermo, compartieron comidas y salidas y hoy concluirán la experiencia con una visita al otro club dominador del polo actual, Ellerstina. Para los adolescentes fanáticos de este deporte, un programón. "Fue loco ver a los otros atletas y es loco ver cuán grande es el polo en Argentina. Es impresionante ser parte de esto. Fue un honor jugar en la misma cancha en que lo hacen los mejores del mundo. Fue increíble", contó feliz Grace Mudra, una estadounidense de 16 años. "Me encantaría venir de nuevo. Amo Argentina, su cultura, su gente... Es espectacular", se complació luego de la exhibición. A eso apunta la AAP: que chicos extranjeros pasen días inolvidables de polo en el país para fomentarles el interés en este deporte y que haya más actividad el día de mañana.
Pero a la vez la entidad tiene una meta más rutilante: volver a los Juegos Olímpicos. En forma de deporte de competición, claro. Jugar por los porotos. Y en el caso de la Argentina, sumar una medalla dorada a la delegación nacional, algo que ocurrió las dos veces en que participó un seleccionado albiceleste, París 1924 y Berlín 1936. El conseguido en Francia hace 94 años, con un 15-2 al local en el último encuentro, fue el primer oro de la historia para el Comité Olímpico Argentino, gracias a Arturo J. Kenny, Juan Nelson, Enrique Padilla, Juan Miles y el suplente –que llegó a actuar– Guillermo Brooke Naylor. Más tarde, desde el 11-0 de Luis J. Duggan, Roberto Cavanagh, Andrés Gazzotti y Manuel "Paisano" Andrada a Reino Unido en la final celebrada al lado del Estadio Olímpico de la capital alemana, ya no hubo tacos y bochas en los Juegos. Que este deporte costoso, difícil de organizar y practicado en buen nivel en pocos países reaparezca en el programa olímpico después de más de ocho décadas parece una utopía, pero...
"Lo veo muy factible y no a tan largo plazo. Lo veo a mediano plazo, te diría", se entusiasmó Eduardo Novillo Astrada (h.), el presidente de la AAP, ante LA NACION. "En 2024 van a cumplirse 100 años de la primera medalla; tendríamos que estar ahí. Podríamos apuntar a eso, a ser deporte olímpico de nuevo en 2024, y después de 100 años, ganar. Es un objetivo que nos hemos puesto. Ambicioso o no, es el objetivo", sorprendió el directivo de 46 años. "Y vamos a ir por Juegos Olímpicos de invierno, con polo sobre nieve, a ver qué podemos hacer y probar. Es un esfuerzo conjunto de las otras federaciones, FIP y la Asociación Argentina de Polo. Podemos llegar", confió el exjugador de La Aguada.
"¡Cinco, cuatro, tres, dos, uno, cerooo!", gritaban en el fin de cada período de la exhibición los alumnos porteños en las plateas de la cancha 1 de Palermo. Festejaban los goles, aplaudían. Algunos se acercaban a los presentadores para hacer consultas por micrófono, escuchados por toda la concurrencia. Reglas, caballos, historia... de todo preguntaban los estudiantes, y a veces no era tan fácil responderles... Y eso que habían tenido sus clases de polo, caballo de madera incluido. Ya como público mostraban un entusiasmo tal que parecían "contratados" para impresionar a Christophe De Klerk, directivo del COI presente en el palco de la platea C. "Soñar no cuesta nada. Los del Comité Olímpico Internacional se fueron con una buena impresión, y los chicos la pasaron bien. Tenemos que lograr que el polo crezca en los otros países y buscar un formato amigable y divertido. El jefe del Comité Olímpico Internacional se quedó con la mujer desde el principio hasta el final y la pasó bien, se divirtió. Es importante que haya estado", se esperanzó Novillo Astrada.
Más allá de la dificultad de volver a hacer del polo un deporte integrante de los Juegos, Palermo vivió una jornada de deporte e internacionalidad múltiple que lo puso más cerca que nunca del movimiento olímpico. Todo, ante la silenciosa y prestigiosa presencia del Roble Olímpico y la plaqueta que homenajea a las glorias de Berlín '36, que, a 82 años de su logro, vuelven cada vez más brillante aquella medalla dorada que hasta ahora parece irrepetible, pero que la Argentina anhela copiar.
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