Fernando "Pope" Morel pisó el ingoal de los All Blacks aquella tarde del 2 de noviembre de 1985 en la que el scrum de los Pumas iba rumbo al try de la victoria con el partido empatado en 21 en un estadio de Ferro desbordado y con la multitud de pie deseando lo que finalmente no ocurrió. Morel menciona hoy a otro scrum, formado por decenas y decenas de personas vinculadas directa o indirectamente al rugby, que lo empujó y lo fortaleció para afrontar y vencer a una de esas enfermedades que causan temor de sólo oírlas: Parkinson.
"Hace ocho años venía manejando en el auto y empecé a sentir que me temblaba la mano. Los demás me decían que no notaban nada, pero yo lo sentía. Fui a ver a un médico y me dijo que tenía una afección neurológica degenerativa. Busqué entonces un especialista, el mejor que hubiera, y me contacté con Marcelo Merello, del Fleni, una eminencia. Gracias a todos los contactos que te da el rugby, conseguí una entrevista al lunes siguiente, y allí me dio el diagnóstico del Parkinson. Lo primero que me pregunté es "¿por qué a mí?", justo a mí que me creía Superman. Después, lloré 15 días seguidos", me cuenta el expilar del CASI y de los Pumas.
–¿Cómo seguiste?
–Hice tres cosas: empecé con técnicas de respiración y con terapia y me armé un gimnasio en el fondo de casa. O sea, en vez de preocuparme, me ocupé. También me dieron medicación. Con ese combo le di con todo. Me entrené tan fuerte como cuando jugaba. Pero me daba cuenta de que los síntomas no se iban.
–En el medio empezaste a entrenar al Club Argentino de Rugby (CAR), en Avellaneda. ¿Cómo hiciste?
–Lo del CAR apareció en 2015. Fue fundamental. Se los voy a agradecer toda mi vida. Ese club me cobijó y ahí hice un montón de amigos. Estuve dando una mano con el plantel superior hasta el año pasado y eso me tuvo vinculado con el juego, porque yo no sabía si iba a poder pararme de nuevo frente a un plantel.
Morel fue protagonista de una década dorada del CASI y de Los Pumas. Campeón con el Atlético en 1981, 1982 y 1985 (primera línea de lujo junto a Andrés Courreges y Pablo Devoto), formó parte del seleccionado en esos años. En los 80, los Pumas tuvieron, por ejemplo, duplas de centros como Madero-Lofrreda y Turnes-Cuesta Silva; hookers como Courreges, Cubelli, Pérez Cobo y Angelillo; pilares como Dengra, Rodríguez, Devoto, Morel y Cash (también jugó de hooker); medio scrums como Soares Gache, Javier Miguens, Holmgreen y Fabio Gómez; fullbacks como Sansot y Bernardo Miguens; terceras líneas como Ure, Petersen, Allen, Garretón, Milano, Gabriel Travaglini; Branca como estandarte en la segunda línea; Guastella, Silva, Gradín y O’Reilly de entrenadores y el esplendor de Porta.
"Pope", además, tuvo un gran paso como entrenador. "Mi inventor fue Pochola Silva. Yo dejé de jugar en el 91 y me llamó para formar parte del staff de Buenos Aires. Yo le dije que me parecía una locura, pero él insistió", recuerda. Estuvo en los campeonatos de ese año y de 1992 y luego, ya como head coach, fue campeón en 2002 y 2003. En el CASI fue el entrenador del equipo que en 1995 ganó el Nacional de Clubes. Una temporada antes, con el Atlético militando en el ascenso, Alejandro Travaglini lo llamó a él y a Cacho Varone para entrenar al equipo. Fue en esa temporada cuando le dijo a "Chiquito" que había que subir a dos chicos que jugaban de memoria, sin mirarse. Eran Agustín Pichot y Patricio Fuselli.
"Por eso esos años en el CAR fueron tan importantes. No sólo por el cariño que recibí y sigo recibiendo de toda la gente, sino porque pude volver a ponerme al frente de un grupo de jugadores", sostiene. Sin embargo, el calvario seguía. Morel, camada 57, se pasaba noches sin dormir, los temblores se intensificaban y la autoestima se iba dañando día a día. "Además, este tipo de enfermedades desacomodan a tus afectos, a tus obligaciones", agrega.
Fue entonces cuando en otra consulta con el doctor Merello, este le habló de la operación, que consiste en colocar un chip subcutáneo. "No lo dudé. Marcelo y su equipo es de un lujo increíble y él me habló de las mejoras que van apareciendo constantemente para este tipo de afecciones, así que me preparé para eso y otra vez apareció el scrum único del rugby. En todo ese lapso recibí cientos de mensajes de apoyo. Personalmente, por teléfono, en las redes; por todos lados. Sentí que entré al quirófano acompañado por todo el rugby", se emociona. Morel llevará el chip en la cabeza el resto de su vida y debe hacerse controles en este primer período durante 3 meses; más adelante, dos veces por año.
La operación duró 8 horas. "Ya no me tiemblan más la manos, duermo como cualquier persona normal, hago mi vida como antes de todo esto. Gané calidad de vida. Por eso a todos los que me preguntan les paso mi experiencia: a mí la operación me salvó", afirma "Pope", quien hace unos días festejó los 15 años de su hija Zoe. El año lo está terminando con conversaciones para entrenar a un club.
Fernando "Pope" Morel es de los que pueden decir que tuvo suerte en el juego. En 1992 ganó el Loto. "La historia es increíble. En el 88 yo trabajaba en Gatic y tenía un proveedor de medias que quería hacerme un regalo de fin de año. Yo le dije que no, pero insistió hasta que un día me llamó y me pidió que le diese unos números para jugarlos al Loto. "Si ganamos, compartimos el premio", me dijo. Me olvidé del asunto. Cuatro años después, estaba en una reunión y recibo un llamado. Era el tipo para decirme que había salido el número y que cumplía con su promesa de repartir el premio". Fernando "Pope" Morel acaba de ganar otro premio. Esta vez no tiene que ver con el deporte ni con el azar, sino con la vida.
Cómo actúa el chip para el Parkinson
El chip que le fue implantado al ex Puma Fernando Morel es un dispositivo similar a un marcapasos y se denomina Estimulación Cerebral Profunda. Una parte se implanta en forma subcutánea en el cuerpo y otra en el cerebro del paciente. Cerca de 170.000 personas en el mundo ya experimentaron este tratamiento, que está contemplado ante movimientos severos de las extremidades provocados por el Parkinson y poca tolerancia a la medicación.
La calidad de vida registra mejoras notorias, ya sea para dormir, en las tareas diarias, la interacción con las personas. Modifica el funcionamiento del sistema nervioso mediante estímulos eléctricos. El propio paciente, previo acuerdo con el médico, puede graduar la intensidad de los estímulos.
El Parkinson es una enfermedad progresiva del sistema nervioso que afecta los movimientos. Los primeros síntomas pueden detectarse a partir de temblores, movimientos lentos, rigidez muscular, alteración de la postura y el equilibrio, pérdida de los movimientos naturales, cambios en el habla y la escritura.
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