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Gabriel Travaglini, antes del Mundial: “La unión que tienen estos Pumas es muy fuerte”
El presidente de UAR cree que es posible repetir el tercer puesto de 2007; “Cheika está confiado”, dice, y él confía en el entrenador
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La llegada de un ex Puma a la presidencia cambió el aire de la dirigencia de la Unión Argentina de Rugby (UAR). La vasta experiencia de Gabriel Travaglini en el seleccionado le permite darle un semblante diferente a su rol, en especial en la relación con los jugadores. Menos ceremonioso, más cercano. Lo que no implica más metido. Al contrario. Como un buen árbitro, el ex tercera línea del CASI se propone pasar inadvertido. No entra al vestuario, evita hablar del juego con los rugbiers. “Para mí la dirigencia no debería hacer nada... La gestión es fácil porque la estructura de la UAR funciona”, afirmó.
Con el Mundial Francia 2023 a la vuelta de la esquina, Travaglini, distinguido invitado a la Redacción de LA NACION, analizó el presente de la selección argentina y la posible incidencia de su actuación: “Me quedo tranquilo con que los Pumas estén al 100%. Con estos dos años y medio que llevamos con Michael [Cheika, el entrenador del equipo nacional], incluido el que lo tuvo como asistente de [Mario] Ledesma, creo que están acomodándose mejor las cosas. Estamos bien mentalmente, físicamente se ha mejorado mucho. Falta que lleguemos bien. A veces pasa que explotás antes y después empezás a bajar. A nosotros nos pasó en el ’87”.
–¿Qué aporta la dirigencia para que el equipo llegue bien?
–Para mí la dirigencia no debería hacer nada. A diferencia de lo que pasaba hace 40 años, cuando en la UAR había un empleado y el presidente, el secretario y el tesorero hacían todo, hoy hay 40 empleados. Tenemos un CEO, un gerente de finanzas, un gerente comercial. Hay muchas cosas menos por hacer. Yo trato de que los que gestionan puedan trabajar. Hacen lo que está estipulado en el plan estratégico. Hoy lo que hace la dirigencia es dar apoyo y estar cerca por si la necesitan. Cada seis meses viene Cheika al Consejo [Directivo], nos cuenta lo que va a hacer, aclara las dudas y seguimos adelante. No es un cheque en blanco, pero sí apoyo a todo lo que está haciendo en este proyecto.
–¿Cómo impacta en la UAR un buen resultado de los Pumas en un Mundial?
–Económicamente no influye en nada. No es como en el fútbol, no hay premios por salir primero. Todas las uniones participan en el turnover de Rugby World Cup, que se paga en cuatro años. Todos los que estamos en el Tier 1 recibimos lo mismo, un poco más que el resto. Históricamente nosotros siempre crecemos un 15 o un 20%, independientemente de cómo les vaya a los Pumas. Quizás después de Francia 2007 [tercer lugar] fue un poco más.
–¿Y en cuanto a los patrocinadores?
–Lo vimos en la pandemia. Hubo dos o tres que se bajaron por temas económicos del momento, pero hemos recuperado un montón. Da un poco de prestigio, pero lo que buscamos es hacer asociaciones de marca. Nos interesa que el auspiciante tenga conceptos similares a los nuestros. No priorizamos la guita por sobre el perfil de la empresa. Por ejemplo, a las casas de apuestas no las veo dentro del rugby.
–En el fútbol avanzaron mucho. ¿Es una discusión que viene?
–Quizá quienes vienen con un perfil más joven lo vean de otra forma. Cuando estábamos en Sudáfrica, le contaba a Pablo Matera que en la primera gira mía, en el ’78, antes del último partido, contra Italia, fuimos a jugar a Rovigo y en el primer día de entrenamiento llegamos a la cancha y no había pelotas. Pancho Casado agarró un par de zapatillas mías, las envolvió con un buzo de Sandro [Iachetti] y nos entrenamos con eso. Si el día de mañana Matera es dirigente va a pensar distinto, porque vivió otras cosas. Pero hoy no las veo.
–¿Cómo creció el rugby argentino después del tercer puesto en 2007?
–El rugby crece por los éxitos, pero mucho más por los que llevan el juego a otros lugares. Cuando vas a los pueblos donde hay rugby, siempre ves que lo llevó un veterinario, un ingeniero agrónomo, alguien a quien le gustaba el rugby y que empezó a desarrollarlo en la zona. Hoy en día 45% del rugby argentino está en estos equipos de desarrollo. El origen del rugby es así. Vos hoy vas al CASI y decís «qué buen club», pero si te muestro una foto de 1902 ves que lo único que había era una casita de madera de 5 x 4. Todos pueden crecer. El tema de los voluntarios es lo más importante que tiene este juego. Eso permite transmitir la esencia del club. Lo que pasó en 2007 posicionó a la UAR para pedir ayuda a World Rugby y, por ejemplo, hoy trabajar en el Centro Nacional de Rugby.
–¿Se puede hacer un puente entre 2007 y hoy? ¿Está dado el escenario como para que ocurra una actuación así?
–Para mí, siempre el mejor equipo es el último. Por lo que estoy viendo cuando van a entrenarse y cuando los veo en los hoteles, la unión que tienen estos Pumas es muy fuerte. Yo diría que sí. Ayuda mucho que sea en Francia. Cheika está confiado en que hagamos el mejor papel posible. Vos tenés que estar al 100%, concentrado los 80 minutos, que no te metan una roja o una amarilla y que no se lastime nadie. Donde te distrajiste un poquito, se te fue el partido. En 2007 había un diálogo muy abierto entre todos. Venían de una mala experiencia en [Australia] 2003 y dijeron “basta de celos, basta de egoísmos. Tiremos todos para adelante”.
–¿Hay algún jugador en el plantel que sea una debilidad para usted?
–No tengo una debilidad expuesta. Cuando yo jugaba los dirigentes eran muy metidos, y eso incomodaba mucho. Yo jugué 10 años en los Pumas y debo de haber tenido 20 managers, y hoy me llevo bien con tres. Trato de ser muy respetuoso y no me meto. Me pongo en el lugar de los jugadores y trato de no importunarlos. Al contrario: darles apoyo en lo que pueda. Cuando hablo con los chicos les pregunto cómo están, no me meto en el partido.
–¿Cómo vio a los jugadores en este último mes, en que convivió con ellos?
–Yo los veo muy tranquilos. Los entrenamientos son terribles. Mucho ritmo, muchas repeticiones cortas. Veo que lo que se da es el control de las emociones en un alto nivel de exigencia. Tienen un grupo muy bueno, muy solidario. Me llamó la atención en Sudáfrica que, después de sacarse la foto oficial, los jugadores solos, sin que nadie les dijera nada, acomodaran todas las sillas.
–Una tarjeta puede decidir un partido. ¿Cuál es la postura de la UAR respecto a la política de World Rugby de castigar severamente aunque no haya intención?
–Los árbitros tienen que ser lo más equilibrados posible. Hay criterios. Tienen que ser bastante estrictos. Es muy difícil controlar las emociones con esa cantidad de adrenalina que hay en el juego. Tenemos que ayudar a los jugadores para que entiendan lo que puede pasar. Esto fue un cambio muy violento a partir de las demandas que hubo por los juicios por lesiones. Hoy en día World Rugby está más preocupada por las lesiones, con lo cual es muy estricta en las sanciones. Intención no hay nunca. Es un tema de timing y reacomodamiento. Todos tenemos que controlar esas situaciones. Hoy en día la parte mental es importante. Nueva Zelanda está implementándolo desde hace tiempo con Gilbert Enoca: mindfulness, meditación, que ayuda al jugador a tomar un tiempo distinto.
–Cheika habló de la posibilidad de ser campeones. ¿Eso es una motivación o una presión?
–Cuando vos jugás a algo siempre querés ganar. Cuando me hice más viejo, me propuse hacer todo lo que estaba a mi alcance para ganar. Cuando termina un partido, lo ves en las caras de los jugadores. El que se quedó con algo, se le nota. Es la diferencia entre perder y que te ganen.
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Travaglini representó a los Pumas en 23 test matches entre 1978 y 1987. Una época de esplendor para el seleccionado, que empezaba a codearse con las potencias y provocó una gran adhesión del público, al punto de que debió pasar de jugar en Ferro a hacerlo en Vélez. Se formó en el CASI, en el que se destacó como un tercera línea ágil y de buena estatura; fue capitán, integró la época dorada de los ochentas (incluidos tres títulos de campeón) y se desempeñó como entrenador y como presidente. En 2018 secundó a Marcelo Rodríguez en la cúpula de la UAR y en marzo de 2022 asumió la máxima función. Aunque la adopción del profesionalismo cambió la fisonomía del rugby en 1995, él todavía defiende los principios del rugby amateur, el que vivió.
“El rugby profesional en la Argentina es imposible. Muchos piden que vuelva el Campeonato Argentino. No puede volver, porque World Rugby permite jugar entre 28 y 30 partidos en el año. Cuando yo salí campeón en el CASI el torneo terminó a principios de septiembre. Tenía un mes para descansar y uno para entrenarme y después venía el Argentino. Hoy el torneo de la URBA termina el 15 de noviembre. Me propusieron hacer un Argentino profesional de ocho equipos. Si los jugadores cobraran 300.000 pesos por mes, arrancaríamos con 72 millones de pesos en sueldos. Más traslados, más hotel. ¿De dónde los saco? No hay forma. Es inviable. Yo creo que el profesionalismo no va a venir acá”, razonó.
–¿Existe la posibilidad de llevar franquicias al Super Rugby Americas y hacer una suerte de Campeonato Argentino ahí?
–Arrancamos con un equipo, hicimos el esfuerzo para poner dos y hasta ahí llegamos. Hacerlo en otros lugares depende de que haya inversores para bancarlo. Es un gasto que anda arriba de los 80 millones de pesos.
–Los Pumas se enfrentaron con España el sábado pasado. ¿Cómo es la relación con la Federación Española?
–Siempre estuvimos en contacto con España. De hecho, Sudamérica Rugby mandó varias veces a Daniel Hourcade a que trabajara con los españoles. Pablo Bouza va a ser el entrenador de su seleccionado. Ellos están mirando mucho lo que hemos hecho nosotros. Una vez que tantos jugadores se fueron a Europa después de la pandemia, siempre tuvimos la idea de que España fuera una posible base de un equipo en el United Rugby Championship, para desactivar la disgregación de jugadores por distintos clubes. Pero no es tan fácil.
–¿Existe la posibilidad de volver al Súper Rugby?
–Tenemos la invitación, pero sería a partir de 2026, porque ya tienen cerrado el actual. Está previsto armar una franquicia. Tenemos el compromiso de que van a recibirnos y de que jugaremos partidos como local y como visitante.
–¿Qué balance hace de estos 17 meses de gestión?
–Cuando entré, no tenía pensado hacer nada. Lo que hice fue hablar con todos los que trabajaban para ver cuáles eran las necesidades. Ni bien entré a la UAR, en 2018, pedí el plan estratégico. No había nada. En la gestión de Marcelo Rodríguez empezamos a elaborarlo. Establecimos un código de ética y conducta; escindimos el Tribunal de Disciplina, que ahora es independiente, y estamos trabajando en el desarrollo del rugby femenino. La gestión es fácil porque la estructura de la UAR funciona, está bien balanceada y blindada contra problemas que pueda haber.
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