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SYDNEY (De un enviado especial).– Desde la hoy lejana confesión de Guillermo Vilas, el mejor tenista argentino de todos los tiempos, cuando dijo que “el pasto era para las vacas”, la frase se transformó en un dogma para cualquier jugador argentino.
Salvo contadas excepciones, en lista sólo se podrían incorporar a Javier Frana, David Nalbandian, Guillermo Cañas y Gabriela Sabatini. Los demás jugadores argentinos siempre se encargaron de mirar de costado y con algún recelo a la hora de Wimbledon o de nombrar la palabra césped.
Una superficie que en los últimos tiempos supo de grandes actuaciones argentinas, especialmente luego de que Nalbandian se convirtiera, en 2002, en el primer jugador de nuestro país finalista en Wimbledon; o la clasificación de Coria para la final de s’Hertogenbosch, hace doce meses y, si se quiere algo más cerca, la confirmación de este crecimiento en el último Wimbledon, cuando ambos jugadores consiguieron que la Argentina tuviera por primera vez a dos representantes en los octavos de final del torneo más importante del mundo.
La historia argentina en la Copa Davis a horas de enfrentarse con Australia sobre hierba, habla de cinco series disputadas, de las cuales se impuso en dos: en 1989, ante Gran Bretaña, y dos años más tarde, ante Nueva Zelanda. El resto fueron tragos amargos.
Según los archivos de la Federación Internacional de Tenis, el debut sobre la hierba se produjo en 1958, cuando un equipo conformado por Enrique Morea, actual titular de la Asociación Argentina de Tenis, y Eduardo Soriano, cayó en Rye con los Estados Unidos por 5 a 0.
Hubo que esperar 29 años para que nuestro país volviera a desafiar el pasto por la Copa Davis. Fue en marzo de 1987, en Nueva Delhi, en aquella famosa serie con la India por la primera rueda del Grupo Mundial. Ese match que tuvo a la Argentina en ventaja por 2 a 1 y con Martín Jaite con un match-point en su favor en el cuarto punto ante el hoy actor y periodista Vijay Amritraj. En ese punto, el jugador indio desmoronó a todo el equipo argentino al contestar con una todavía hoy increíble gilette al drop que había ejecutado Jaite para definir el pleito. La victoria segura se escurrió de las manos. Y la Argentina siguió sin ganar en el césped.
Dos años después hubo lugar para una alegría en Eastbourne, con un 3 a 2 sobre Gran Bretaña, serie que comenzó en desventaja por un traspié de Jaite, pero que se dio vuelta con triunfos de Alberto Mancini, del dobles compuesto por Frana y Gustavo Luza y de Jaite para conseguir el punto decisivo. Con esa victoria sobre los británicos, la Argentina lograría el ascenso al Grupo Mundial. La seguidilla de triunfos continuó con dos victorias, como locales y sobre polvo de ladrillo ante Israel y el bicampeón Alemania, pero Australia y… el césped, frenarían la mejor actuación en la Copa Davis de la generación compuesta por Jaite, Mancini, Pérez Roldán, De la Peña y compañía.
Fue aquí, en Sydney, donde con Pat Cash a la cabeza, Australia acabó con las ilusiones con un contundente 5-0, en septiembre de 1990.
Pero cuatro meses más tarde, en febrero de 1991, en Christchurch, Jaite, Frana y Cristian Miniussi lograrían la segunda victoria sobre hierba ante Nueva Zelanda, un triunfo por 4 a 1 que quedó registrado por mucho tiempo, ya que la Argentina, desde entonces, ingresó en una etapa sombría en la que no sólo perdió la máxima categoría por una década sino que no obtuvo triunfos en el exterior por más de ocho años. La sequía culminó en julio de 1999, con un triunfo ante Venezuela, en Caracas. Aunque tampoco fue un generador de victorias fuera de casa, ya que desde entonces, sólo se ganó en Colombia (2000) y en Marruecos (2004). Pero eso forma parte de otra historia. Que no tiene nada que ver con ese pasto que sólo en los últimos tiempos, al menos, ya no es sólo para las vacas...



