Y... sí, ayer yo también fui croata
io gusto verlos. Sonrientes, distendidos, gozando de cada jugada, libres de cualquier presión, divirtiéndose como si no estuvieran disputando el pasaporte al partido más importante del mundo.
Después de la actuación de ayer, ya no me quedan dudas: Croacia fue el equipo más romántico del Mundial, la Cenicienta, el más amateur, espiritualmente hablando.
Con muy pocos apellidos familiares, esos rostros prácticamente desconocidos parecían no estar jugando ni por el dinero, ni por la fama, ni por la vidriera profesional, ni por más prensa.
Ese puñado de apellidos cortos y simples se entregó por su gente, por un país de 4.784.265 habitantes al que cinco años de guerra superpoblaron de aflicción, viudas y huérfanos. Tuvieron 220.000 muertos.
En Zagreb, su capital, ayer reinaba el sol y en la pantalla gigante instalada en la plaza principal, paradójicamante llamada plaza República Francesa, unas 15.000 personas siguieron apasionadas las alternativas del partido.
Fanático del fútbol, el presidente de esta democracia republicana, Franjo Tudjman, se privó de caer en la tentación de dictar asueto a pesar de que desde el fin de la guerra los croatas no viven un acontecimiento de tan extraordinaria emoción como el de ayer.
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Es pleno verano en este país que vive básicamente gracias al turismo, al que rodean cerca de 1180 islas y de cuyas aguas se dice que son muy cálidas, por lindar con un mar cerrado -el Adriático-, e increíblemente transparentes.
¿Sabía usted que, según la embajada croata en Buenos Aires, argentinos y chilenos figuran, junto a italianos, húngaros y norteamericanos, entre los principales visitantes de esta porción de la ex Yugoslavia? ¿Sabía que su moneda es el kuna, que tiene baja inflación, pero que en materia ocupacional no la pasa tan bien? El desempleo llega actualmente al 18 por ciento de la población.
La guerra dejó poco en pie, hoy el fútbol repara los ánimos. "Colosos, guerreros, héroes" y otros calificativos casi sobrehumanos les prodiga la prensa a sus jugadores. Ellos no se la creen. "No, por favor, no me digan héroe. Héroes son los que dieron su vida por la liberación de Croacia", se excusó el líder del equipo, Zvonimir Boban, jugador del Milan.
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Una anécdota reciente pinta de cuerpo entero el humilde silencio bajo el cual progresaron en el Mundial. Anteayer, a sólo 24 horas de jugar la semifinal contra el equipo dueño de casa en el imponente estadio Stade de France, de París, con capacidad para 80.000 espectadores, cerca de dos mil periodistas y curiosos concurrieron a ver practicar a los croatas en su campo de entrenamiento, en Vittel. Pero cuando llegaron el lugar estaba desierto.
Indagaron en los alrededores y nadie pudo localizarlos. ¿Acaso se habían recluido? No, estaban de paseo por la ciudad, a la vista del público, que por supuesto no los reconoció. A no confundir con indiferencia. Son un puñado de soñadores, de idealistas, virtudes anónimas que suelen quedar ocultas tras las luces del estrellato.
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