Campaña contra el desencanto
Es el rostro más cuidado de Cambiemos: tiene un rol irreemplazable ahí, pero no se le conoce siquiera una foto en los medios. Roberto Zapata, sociólogo español formado en la Universidad Complutense de Madrid, vive en España y viene cuando Macri lo necesita. Es el encargado de coordinar los sondeos cualitativos del Gobierno, el insumo más efectivo de Durán Barba y el responsable de la inquietud que cunde en la Casa Rosada desde hace tres semanas: los 80 focus groups que hizo en los últimos dos meses dieron malos resultados. Parte del malhumor oficial se explica por esos datos, que todavía deben ser terminados de procesar, y por la inflación y el dólar. El Presidente podrá agregar dos factores de índole personal-kinesiológica: dolor en el nervio ciático y, por un partido de fútbol, una lesión en la rodilla.
En el macrismo valoran el trabajo de Zapata porque, dicen, permite anticipar comportamientos de la sociedad. Más de un empresario volvió en estos días de la Casa Rosada maravillado con ese laboratorio electoral . A quienes pretenden que Macri sea reelegido, la mayoría en un establishment espantado ante la posibilidad del regreso de Cristina Kirchner , los tranquiliza ser testigos de ese mapa en el que el Gobierno parece tener a disposición todas las herramientas posibles en cada zona: perfil del ciudadano, necesidades, preferencias ideológicas y hasta opiniones personales en las redes.
Cambiemos dividió la campaña en dos partes. La primera ya empezó y se extenderá por lo menos hasta agosto: consiste en centrar todas las energías en convencer a los propios, ese universo que en 2015 le dio a Macri el triunfo frente a Scioli. No son tantos: entonces, la diferencia en favor del Presidente fue de 600.000 votos en el ballottage, que en política se cuentan como 300.000 por la posibilidad de que se den vuelta. Es la razón por la que cualquier pérdida o paso en falso cuentan. Algo de esto dio a entender Marcos Peña el martes por la mañana en un desayuno con empresarios en que no solo habló de los desencantados económicos. Citó, por ejemplo, a quienes quedaron enojados con la discusión por el aborto, aunque confió en que ese grupo no votaría a Cristina.
Una vez terminado ese ciclo, y si el dólar acompaña, la segunda etapa proselitista deberá centrarse en lo más difícil: expandir las fronteras hacia el voto sin dueño. No es para despreciar: son el 45% del padrón, unos 11 millones de personas. El segmento que más sondeó Zapata.
Los focus groups se hacen en distintas ciudades y entre gente de clase media. No entre pobres o indigentes, a quienes la precarización de las últimas décadas ha dejado en el umbral de no entender muchas consignas. Los elegidos, que son convocados en general a través de Facebook a participar de reuniones de no más de 12 personas y que reciben a cambio algún obsequio, tampoco están exentos de dificultades análogas: según los últimos análisis, a algunos les cuesta abstraer y comprender textos. Por eso hay boletas con foto: las opiniones entre un nombre y una imagen del mismo candidato pueden diferir. Los participantes se sientan entonces con un coordinador, que pertenece a una consultora a la que el Gobierno ha contratado, y frente a un espejo opaco detrás del cual se pueden ver y grabar reacciones. Una cámara Gesell. Y se les pide que no busquen imponer sus razones, sino expresarlas.
El ejercicio resultó revelador y preocupante para Macri. Por lo pronto, por palabras o conceptos sueltos del ítem "humor social" recabados al cabo del relevamiento. "Complicado", "quejas", "tensos", "irascibles", "enojados", "hostiles", "nerviosos", "una selva", "no hay límites", "poca tolerancia", dice el informe. Tampoco es auspicioso el apartado "descriptores": el modo en que los consultados relatan cómo les está yendo. "Preocupación", "tristeza", "pérdidas", "impotencia", "saturados", "bajoneados", "pesimistas", le lee. El rubro "percepción" da resultados parecidos: "nerviosos", "cansados", "asustados", "con miedo al futuro".
El hartazgo incluye en realidad a la oposición. Las opiniones sobre "los políticos" han vuelto a ser lapidarias: "siniestros", "ineficientes", "deplorables", "hipócritas", "raza social que destruye". Ninguno de los principales candidatos que se supone que competirán en octubre logra un balance alentador. Lavagna incluido: él, Macri y Cristina Kirchner son vistos como dirigentes del pasado y sin demasiado para aportar hacia adelante. No tanto Massa, sobre quien reaparece en cambio la desconfianza, que podría resumirse en el diminutivo con que lo bautizó hace tiempo el Presidente, probablemente motivado por este tipo de encuestas: "Ventajita". Lavagna motiva menos descrédito, pero también cierta sensación de lejanía antes de haber lanzado la campaña. "Hombre grande", "nunca lo vi en la calle", "huecos en la información", "¿dónde está?", "estuvo con Néstor", "no es cercano ni familiar", "no muestra el camino" y "no se sabe en qué partido está" fueron algunos conceptos.
Los resultados llevan a quienes los analizan a pensar que, si el plazo para las listas no cerrara el 22 de junio, habría espacio para candidatos de fuera de la política. El más cercano a eso, Tinelli, arrastra elogios combinados con aspectos negativos. Los informes dicen: "nivel de conocimiento completo", "personaje televisivo", "nos acompaña desde hace años", "es un pillo", "puterío", "nos hace reír", "mercenario". La necesidad de un candidato nuevo lleva ahora a consultoras privadas a medir referentes que no están ni cerca de la política, como Emanuel Ginóbili, solo a los efectos de configurar las características de un outsider.
Macri tiene sobre todos ellos un problema adicional: es el administrador de un Estado en pleno ajuste. Eso explica las dificultades para captar sus logros en los sondeos. Cuando se les pregunta por los de Cristina Kirchner, los voluntarios citan la asignación por hijo, el Fútbol para Todos, el matrimonio igualitario y la extensión de las jubilaciones a quienes no aportaron. Es decir, incluyen medidas que el Gobierno no solo no tomaría, sino que ubica dentro de lo peor de la herencia recibida y entre los escollos para la recuperación. La respuesta sobre los aciertos de Macri suele ser más difusa y requiere tiempo y reflexión. "El país está ahora más abierto al mundo", arriesgan algunos. A la tercera insistencia del coordinador, que les objeta que en toda gestión hay siempre algo positivo, aparecen inauguraciones porteñas: el metrobús y la iluminación de la ciudad.
El desafío del Presidente es cuesta arriba. Debe convencer de que su propuesta de largo plazo, no exenta de ajustes, es más atractiva que el regreso de lo que considera disparador del desastre. Y todo depende de él: Zapata podrá medir el humor, pero no se dedica a mejorarlo.
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