
Las obras completas de Gualberto Gregorio Márquez contribuyen a la difusión de la tradición literaria local
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Es tan cierto que no todo puede ser reeditado hasta el infinito, como que también es mucho lo que podría salvarse en la literatura gracias a una tarea consciente de resguardo, conservación y recuperación. Si no lo hubiesen creído así los amigos de William Shakespeare, no tendríamos la remota idea de la existencia y obra del célebre inglés.
Este es también un caso de conciencia sobre la necesidad de impedir que una producción desaparezca o caiga en el olvido.
Gualberto Gregorio Márquez, "Charrúa" (así se hacía llamar porque había nacido en Uruguay), fue un poeta costumbrista o versificador criollista que tuvo reconocimiento a mediados del siglo XX. Su obra llegó al libro ordenada (muy bien ordenada) en cuatro títulos: Campo y cielo, Sentir lo argentino, Con todo el lazo y Rastrillada, hoy inhallables. Por suerte, su sobrina nieta Angeles Márquez y Ediciones Medrano se dieron a la tarea de agruparlos este año, en un volumen de Obras completas.
La expresión desarrollada por Márquez pertenece a un género que obtuvo gran aceptación durante casi todo el siglo, pero que hoy es poco abordada, sobre todo por los intérpretes de lo rioplatense, que fueron sus mayores cultores. José Larralde constituye, tal vez, el más presente, hoy en día, entre ellos.
La temática habitual de este género ronda en torno a la vida y los hechos del campo, desarrollada con especial énfasis emotivo y a veces melodramático, que lo distingue de la poesía gauchesca. Sí se trata casi siempre de una poesía narrativa -eso la asemeja con la poética que va de Hidalgo a Hernández-, y al igual que ésta recurre con frecuencia al diálogo. Pero en lo demás, son dos cosas distintas, habida cuenta de que la primera no fue nunca sentimental, y mucho menos abordó el tema amoroso.
Con frecuencia, estos bardos de lo nativo, Márquez incluido, se dieron ellos mismos a la difusión oral de su obra. Es que el recitado pareciera haber sido en muchos casos más importante o decididamente causal de la creación, lo que se hace evidente cuando las composiciones se "leen mejor" al conocer el tono y las inflexiones de recitación habituales. Márquez, aunque el testimonio de su sobrino Eduardo dice que sólo leía sus escritos, debe haber tenido dotes de recitador, habida cuenta de que fue invitado a programas de radio (entre ellos al de Juan José de Soiza Reilly, de gran popularidad) y de que una crónica de 1960 en LA NACION lo menciona en la tarea de amenizar un fogón en la Sociedad Rural.
El arte de la rima
Los vínculos con la figura del payador en estos vates sí son manifiestos, ya que es obvio que eran duchos en el arte de la rima y con seguridad tenían capacidad repentista. De hecho, Márquez escribió que cuando se daba a recordar su vida de hombre de campo, "acudía siempre y como por instinto a la forma versificada". Además, resultaba frecuente que acompañaran sus decires con un fondo de guitarra.
Con estos argumentos, no es raro que muchas de las creaciones de "Charrúa" hayan desembocado en la canción; varias veces, con éxito. "Temblando", por caso, es un vals que Alberto Acuña compuso a partir de la letra homónima: "¡Linda estaba la tarde en que la vide / el patio de su rancho acomodando,/ y aunque guapo pa todo me sentía / no pude hablarle y me quedé temblando!" La grabó el propio Acuña y otros cantores de tango y folclore, entre ellos Francisco Fiorentino con la orquesta de Aníbal Troilo.
Otros de sus temas favoritos fueron los caballos, los enseres y pilchas del gaucho y del peón, las actividades en la estancia y la patria. Abordó, incluso, argumentos con humor, como "Tata no quiere", que también se hizo canción por obra de Segundo Ruiz, y fue interpretada por Nelly Omar: "No te andés empolvando/ ni pintándote el hocico,/ que no sos hija de rico/ pa tanto andarte arreglando".
La edición de estas Obras completas, muy cuidada, tiene un útil glosario e ilustraciones de Pepe González Guerrico, dibujante campero que sabe lo que aborda. Es de esperar que las instituciones que resguardan y promueven la cultura tradicional retengan un ejemplar en sus archivos o bibliotecas.
Con un fondo de guitarra
"Tengo una guitarra pobre,/ vieja pero conservada/ porque la tengo cuidada/ para que en vida me sobre;/ hace que ánimo recobre/ si estoy triste o me aletargo,/ y, cuando de un rato amargo/ para olvidarme la afino,/ parece que a cada trino/ las penas pasan de largo.// Mi guitarra es montaraz/ porque guarda en su madera,/ la melodía montera/ del zorzal, y la torcaz; / cuando fue planta, quizás/ de poco a poco, sin prisa,/ copió a la selva maciza/ el rumor de las marañas,/ sus armonías extrañas/ y suavidad a la brisa.// Parece que fue construida/ del corazón de la planta,/ cuando en su son agiganta/ su melodía sentida;/ tiene del ave que anida/ el arrullo a los pichones,/ zumbidos de moscardones/ y de abejas el libar,/ por eso ayuda a endulzar/ las zambas y pericones.// Pulsada con emoción/ salen sus notas afuera,/ sirviéndole de escalera/ los trastes del diapasón;/ notas múltiples que son/ las voces del campo abierto,/ que dicen que no han muerto/ nuestras canciones sentidas,/ ¡notas que allí están dormidas/ pero a las que yo despierto!" (Fragmento del poema Mi guitarra )




