La “Jornada nacional de demanda” que organizó la Comisión de Enlace de Entidades Agropecuarias (Ceea), que integran la Sociedad Rural Argentina (SRA), Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Coninagro y la Federación Agraria Argentina (FAA) el miércoles pasado dejó una serie de mensajes para tener en cuenta.
El primero es que las soluciones a los problemas económicos que enfrenta el país tienen que tener al campo como eje. Esto ya se ha dicho en otras oportunidades, pero el ruralismo acierta cuando insiste en que sin la actividad agropecuaria no hay salida coherente de la crisis actual. Pese a la brecha cambiaria, la presión impositiva y a las distorsiones en los mercados, el campo fue el sector económico que hizo más aportes de divisas por exportaciones de bienes. Por efecto del incremento de los precios internacionales, y no por el volumen de las cosechas, las liquidaciones del agro fueron récord este año con más de US$19.000 millones en los primeros seis meses de 2022, según el último informe de CIARA-CEC.
Pero ese papel clave en las exportaciones no es fruto de la generación espontánea. Sin trabajo, inversiones, gastos, tecnología, conocimiento y pasión por emprender no se puede llegar a cifras de esa magnitud.
La otra conclusión que dejó la jornada es un aviso de alerta hacia el futuro. Las medidas del Gobierno van minando cada vez más esa fórmula que le ha permitido al país tener un agro competitivo. Ya hay evidencias: el área con trigo tendría una reducción de casi un millón de hectáreas respecto del año pasado, según estimó la Bolsa de Comercio de Rosario esta semana, al pasar de 6,9 millones de hectáreas a 5,9 millones de hectáreas. La Bolsa de Cereales de Buenos Aires, en tanto, mantiene su estimación de 6,2 millones de hectáreas sembradas.
Aunque la falta de lluvias fue el principal detonante de la caída, la intervención del mercado con el llamado “volumen de equilibrio”, la amenaza de suba de derechos de exportación y las trabas para importar fertilizantes influyeron también en las decisiones de siembra. Y esto sucedió cuando el precio del cereal llegó a niveles nominales récord en el exterior.
El ruralismo, por haberse expresado públicamente, se coloca como una barrera de contención frente a la presión que está ejerciendo el kirchnerismo duro sobre el gobierno de Alberto Fernández para que tome medidas todavía más regresivas para el sector: suba de los derechos de exportación y creación de una empresa estatal de granos, entre otras. En su lógica, cree que el campo está usufructuando ganancias extraordinarias por la invasión de Rusia a Ucrania, que impulsaron un incremento en el valor de las commodities. Este conflicto, en rigor, puso de relieve que la demanda global de proteínas sigue en ascenso y que son muy pocos los países en el mundo que podrían estar en condiciones de satisfacerla.
Más allá de las eventuales bajas futuras de precios por factores económicos como la revaluación del dólar, los especialistas señalan que la tendencia a incrementar el consumo de alimentos se mantendrá en ascenso en los próximos años. En este escenario podrían llevarse adelante inversiones para aumentar la producción, lo que a su vez generaría empleo y desarrollo en el interior. Y este también es un mensaje que puede tomarse de la jornada organizada por las entidades de la Ceea: los recursos que se generan en las provincias tienen que quedarse, en gran parte, en las provincias. Con los derechos de exportación, el estado nacional se apropia de ingresos que deberían ser captados por el sector privado en los lugares donde se originan.
Por esa razón, en un trabajo de mediano plazo, el ruralismo tiene el desafío de convencer a las fuerzas de la oposición, en especial a aquellas que no lo entienden, de que las mal llamadas retenciones atentan contra el desarrollo del interior. Las entidades rurales ya tendieron puentes con legisladores opositores para frenar en el Congreso cualquier intento del Poder Ejecutivo de aumentar los derechos de exportación. Quizás también deberían extender ese trabajo a los equipos económicos que asesoran a los candidatos presidenciales para los comicios del año próximo.
Y aquí también se le abre otra ventana de trabajo al ruralismo para saber si es capaz de superar sus diferencias internas, como las existentes entre los autoconvocados y las entidades, para lograr una mejor organización que lo configure como interlocutor de peso en cualquier escenario que se presente para salir de la crisis.
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