Mauro Gagliardo (53), un agrónomo y productor, reutilizó un viejo vehículo de la familia que servía para otras actividades
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“Esto no es algo que hacemos para tener cierta rentabilidad, sino como una idea autosustentable”, explicó Mauro Gagliardo (53), un agrónomo y productor que viene de una familia empresaria. En Los Cardos, Santa Fe, reutilizó un viejo colectivo que se usaba para transportar al personal de una constructora, invirtió $3 millones y construyó un gallinero móvil donde hoy tienen 350 aves. Según contó, planea replicar el proyecto por una movida sustentable y amigable con el medioambiente.
La idea de darle utilidad al viejo colectivo se materializó a partir de una sugerencia de Federico Sörenson, un exasesor de CREA de La Calandria, Entre Ríos, quien fue el promotor del proyecto, que en el establecimiento intentarán llevar a cabo replicándolo en otros campos que la empresa produce en Córdoba, Santiago del Estero y Formosa. Hoy, el colectivo que en su interior tiene los espacios respectivos para que las gallinas puedan poner los huevos, tiene, además, bebederos y comederos para los animales. El empresario proyecta que las gallinas pongan 300 huevos por día.
“Son pollas [gallina joven] todavía, la producción plena va a estar dentro de dos meses, queremos hacer cosas sustentables, involucrarnos en los sistemas de sustentabilidad en ganadería y agricultura regenerativa. Lo estoy haciendo en un campo ganadero. Me gustó esa idea, está bueno para hacerlo en los campos donde vive gente y tratar de usar los corrales antiguos donde estaba la hacienda”, explicó. Además, aclaró: “Este tipo de sistema de trabajo con las gallinas lo fuimos a ver a un campo en Monte Vera con Rubén Sartori y Luis Sosa, quienes lo entendieron bien y son los pilares de este proyecto y trabajo que realizamos. El gallinero es una parte más emocional que productivo”.

El proyecto móvil surgió porque con Sörenson y el asesor actual del CREA, Guillermo Martín, pensaron en usar los recursos para llevarlo adelante dentro del marco sustentable. “En este caso en Los Cardos hay 20 hectáreas entre caminos empastados y canales que funcionan para controlar la erosión hídrica, manejar el agua y conservar de la mejor manera el recurso suelo. Estos canales producen muy buen pasto y la idea es dárselos a algún herbívoro que en este caso son las gallinas. Nosotros las alimentamos con una mezcla de maíz, pellets de soja y núcleo que elaboramos en planta de alimentos que la empresa tiene en General Roca, Córdoba, en el criadero de cerdos”, explicó.
El colectivo pasó por varias manos dentro de la empresa agrícola, donde está desde hace 20 años. Anteriormente, estaba en la empresa constructora que tenía la familia y se usaba de forma interna. “El colectivo fue casilla y tanque de agua de un equipo de fumigación que teníamos hace tiempo, después varios años pasó a transportar el personal dentro del establecimiento El Calafate donde se realiza la actividad porcina. Para lo único que sirvió fue para un gallinero. Estaba llenándose de tierra y mugre. Lo trajimos para este campo, para que sea la jaula donde puedan poner los huevos, cuando movemos las gallinas de los canales, el colectivo se mueve: lo empujamos con un tractor. Hace años le sacamos el motor y quedó simpático. Empezamos con eso en el verano”, relató.
La familia se dedica a la actividad agrícola, ganadería vacuna y porcina y está integrada por cuatro hermanos; con uno de ellos administran los campos y los otros dos están al frente de la empresa constructora que fundó el padre hace más de 55 años. Explicó que esto es algo que no tiene la dimensión económica de ninguna de las actividades que desarrollan, pero es muy importante en la autosustentabilidad del proyecto, a su vez, en otras actividades que se hacen en el campo. Además, que genere recursos para vivir dentro de él.
“Mi idea es replicarlo en los otros campos donde viva gente, porque cuesta conseguir un matrimonio donde la mujer trabaje en él también. Queremos que la familia se quede y viva en el campo, que puedan aumentar sus ingresos trabajando en una actividad como esta, ya que la pueden llevar adelante las mujeres en conjunto con la estructura más tradicional de trabajo, y lo fundamental es que vivan mejor. A su vez, queremos tratar de usar los recursos que en este caso están inutilizados. Buscamos no cortar tanto el pasto y que se use para eso”, explicó.

Si bien faltan unos meses para que las gallinas produzcan huevos, ya comenzaron a hablar con los supermercados locales de Las Rosas y Los Cardos, para ubicar toda la producción que puedan llegar a vender. “Hay que ver, porque si producimos 300 huevos se nos va a complicar ubicar los huevos”, contó.
La inversión que va hasta ahora está en torno a los $3 millones y fue para hacerse de las gallinas reproductoras, el maíz, aggionar el colectivo y poner todo en funcionamiento. El productor explicó que si bien no tienen grandes expectativas económicas con el proyecto, sí las tienen dentro del marco sustentable, que fue lo que lo motivó a llevarlo adelante. “Vamos a recuperar lo que invertimos y ojalá podamos crecer una vez que le agarremos la mano para tener 600 ponedoras. Pero queremos que genere ingreso dentro de la misma actividad para iniciar otros proyectos similares. El ingreso económico no creemos que vaya a ser de gran escala”, aclaró y explicó que se debe a que todo depende de la comercialización de los huevos.

Además, dependen del precio que puedan vender los maples. “Para llegar a la góndola con una escala importante hay que atravesar costos de intermediarios y distribución que le sacan mucha rentabilidad al negocio”, aseveró.
El proyecto original era de 500 gallinas, con la mitad de coloradas, de la raza Hy-Line Brown, y mitad negras ponedoras del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Sin embargo, contó que por la gripe aviar no pudieron conseguir las gallinas del INTA. “Nos anticipamos a las restricciones y conseguimos de Crespo, Entre Ríos, las 350 coloradas. Nos viene bien para empezar con menos cantidad en una actividad nueva”, resumió.
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