Gastón Zorraquín malvendió 400 animales y tuvo que trasladar otros 400 debido al impacto de la sequía en el departamento de 9 de Julio, Santa Fe
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“Cuando la hacienda se te está por morir hay que taparse los ojos, la nariz y tomar una drástica decisión”. Al productor ganadero Gastón Zorraquín todavía le cuesta aceptar que, finalmente, la semana pasada tuvo que sacar toda la hacienda de su campo ubicado en el norte santafecino, en el departamento 9 de Julio, debido a la falta de agua. A pesar de las considerables inversiones realizadas en sistemas de captación de agua durante los últimos dos años, la magnitud de la crisis hídrica en la región hizo que nada de eso fuera suficiente. Por esta razón, se vio obligado a malvender unas 400 cabezas de ganado y a otras 400 trasladarlas a otro campo.
A pesar de que llegar a una medida así parece lógica ante la incertidumbre, se hace muy difícil llevarla a cabo. “Mientras cargás el camión pensás: ¿y si mañana llueve? Aunque sabés que, probablemente, eso mañana no ocurra”, dice el productor, que recuerda cuando los camiones ingresaron al establecimiento para llevarse los animales. “Era como el arca de Noé”, dice.
Cuenta que en el último tiempo tuvo que acarrear agua en camiones tres o cuatro veces al día. “Era como si estuviéramos en el desierto, las vacas veían el tanque de agua y corrían desesperadas; se amontonaban. Es algo que no es sostenible en el tiempo porque no se puede mantener mucha hacienda a base de acarrear agua”, detalla.
Desde hace dos años que viene invirtiendo en sistemas de “cosecha” de agua para juntarla y sortear la situación, pero todo estaba seco. Por el campo del productor pasa el río Salado desde donde antes solía bombear agua; ahora en el cauce solo queda tierra resquebrajada.
Jorge Mercau, expresidente de la Sociedad Rural de Tostado, explica que Zorraquín es parte del 30% de los productores que han tenido que abandonar la actividad o trasladar su ganado, mientras que el 70% restante enfrenta condiciones corporales deficientes en el ganado debido a la falta de lluvias, lo que amenaza la preñez para 2024.
Estima que en el departamento 9 de Julio, en donde está esta localidad de referencia, puede haber una reducción del 40% de hacienda. El año pasado el stock fue de aproximadamente unas 650.000 cabezas y calculan que bajaría a 400.000.
Los productores viven “entre la desesperación y la ultra desesperación”. A pesar de que el último fin de semana los productores vieron subir el marcador del pluviómetro de sus campos, que en algunas zonas superó los 60 milímetros, indica que es muy difícil de revertir la crítica situación. En lo que va del año llovió no más de 300 milímetros, cuando deberían haber recibido más de 700. No existen reservas de agua en los campos, el río está seco y no hay pasturas.
“Desde enero que no había una lluvia de estas características. Las pocas que hubo fueron de siempre de entre 5 a 10 milímetros, por eso es bienvenida, pero no solucionan nada”, dice. “Solo va a mejorar el panorama para quienes tenían alfalfa que se les pueden recuperar un poco, pero a la mayoría se les habían secado. En el resto de los campos con pasturas naturales o implantadas ya no queda nada. Recién ahora, con esta lluvia, pueden empezar a brotar”, sostiene.
A pesar de que los productores tengan alimento para dar a sus animales, lo que no tienen es agua. No solo porque ya no quedan napas sino también porque el río Salado, que atraviesa muchos de los establecimientos, se encuentra en una gran parte completamente seco. “Los animales están en tan mal estado que en muchos casos ni siquiera se los puede cargar en los camiones para venderlos. Así que quedan a la deriva”, comenta.
Mercau es uno de los productores que se vio forzado a desprenderse de toda su hacienda. “Si no vendía me fundía porque llevaba mucho tiempo comprando pasto y agua, ya no me quedaban recursos”, dice.
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