Existe la creencia de que los inmigrantes de ascendencia anglosajona adoptaron con facilidad las costumbres gauchescas. Podríamos citar al norteamericano William Tandy Moore, nuestro tatarabuelo, nacido el 24 de noviembre de 1824 en el estado de Kentucky. Heredero de sangre guerrera y profesando una ferviente simpatía por "la causa confederada" -sobradamente probada al bautizar a dos de sus hijos Robert Lee y Jefferson Beauregard, honrando así al primer presidente de la Confederación y al general y comandante de los ejércitos sureños Pierre de Beauregard-, abandonó su hacienda para participar en la Guerra de Secesión. Derrotado y temiendo represalias, se deshizo rápidamente de sus propiedades y, a fines de 1865, partió con destino al puerto de Valparaíso.
Anoticiado que el gobernador de la provincia de Santa Fe, Nicasio Oroño, había encomendado al británico Guillermo Perkins -quien escribía en la prensa de la época "hay cientos de familias de sureños que jamás se someterán a los yankees, debemos atraer a muchos de ellos a poblar el Gran Chaco"- promover la colonización del fértil, atractivo e inexplorado nordeste de la provincia, Tandy Moore cruzó la Cordillera de los Andes con toda su familia a lomo de mula y en galera hasta Rosario. En ese tramo observó las tareas de los gauchos y quedó sorprendido especialmente con "la boleada de ñanduces". Ya en contacto con el encargado de la adjudicación y venta de tierras fiscales, la elección recayó en un predio de dos leguas de frente por cuatro de fondo al norte de "la reducción de los indios mocovíes" cercana a la actual San Javier.
Al poco tiempo, y acompañado por una treintena de familias, también inmigrantes norteamericanos y expertos en tareas rurales, fundaron un poblado que llamaron Colonia California. Poco a poco W. T. Moore fue cambiando sus atuendos y costumbres de acuerdo con la usanza criolla. La silla de montar con cabezal y doble cincha por el lomillo y los bastos enterizos con la cobertura del cojinillo de cuero de oveja, el freno por el bocado. Las chaparreras por las polainas, el sombrero tejano por el "panza e' burro" o "el chambergo capi'i", el cinturón de hebilla por la faja y el tirador, el pantalón vaquero por la bombacha gaucha, las alpargatas con suela de yute o caranday y las botas de potro reemplazaron a las tejanas de tacones altos. Si bien el ganado criollo mejorado y mestizado con algún toro Durham (shorthorn) importado de Inglaterra era menos trabajoso para las tareas de hierra que los cuernos largos que abundaban en América del Norte, las prácticas eran muy similares y le resultó muy fácil la adaptación, que se dio hasta en los gustos diarios y culinarios: el guisado de frijoles fue reemplazado por el "mbaypú" (cocción a base de harina de maíz blanco y "charqui"), las galletas por el "chipá" y el café por el mate amargo.
Mientras su vida en las pampas santafecinas -que había soñado próspera y apacible- alternaba el trabajo duro con el peligro latente de los indios alzados y las bandas de cuatreros, el 8 de octubre de 1875 lo sorprendió la tragedia. Su primogénito, William Henry, cayó ultimado a lanzazos en una emboscada que le tendieron unos indios a orillas del arroyo Saladillo Dulce. Consternado por semejante pérdida, sumada al traspié en la intentona revolucionaria en defensa de su amigo Patricio Cullen -que para su desgracia terminó muerto-, vendió sus tierras en la Colonia California y a mediados de 1877 regresó para radicarse en San Angelo, Texas, para dedicarse a lo que mejor sabía hacer: criar ganado.
En 1883, la muerte lo encontró añorando sus tiempos de criollo y sus prácticas, muchas aprovechadas y enseñadas a sus vaqueros, tales como la inmovilización del ganado para herrar a través del pial o el volteo a la uña, el uso de las maneas, el bozal y las boleadoras, y toda la multiplicidad de vivencias que lo constituyeron en uno más de los gauchos de estas pampas.
Javier Mafucci Moore y Ñaro Uribe
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