
Diferentes normativas de control establecidas por las dos provincias dificultan la explotación equilibrada de los recursos ictícolas; denuncian la existencia de 1000 kilómetros de redes entre las ciudades de Paraná y Gualeguay, que amenazan la fauna del río Paraná
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PARANA.- Entre Ríos, la principal provincia pesquera de aguas dulces en el país, ingresó en una etapa de riesgo admitida por los especialistas, debido a la extracción desmedida de peces en el río Paraná, con escasa estructura de fiscalización desde el Estado. Al ritmo actual, en pocos años podría agotarse el recurso ictícola aprovechado con fines comerciales y deportivos, según dijeron los especialistas.
La compleja red de intereses no es fácil de comprender y explicar, sobre todo cuando se constata la presencia de infractores permanentes a las normas de pesca, que prefieren pagar multas y continuar violando normas, según funcionarios de Recursos Naturales de la provincia. Este organismo ya decomisó 100.000 kilos de pescados en 6 meses, y no pudo disminuir las infracciones.
En las últimas semanas se conocieron datos verificables y elementos de juicio que erizan la piel porque vienen acompañados de denuncias de que en un par de años puede barrerse una biodiversidad milenaria.
La pesca tiñe toda la vida económica, cultural y artística de los entrerrianos, con especies emblemáticas como el surubí y el dorado, y otra fundamental, el sábalo, que representa el 90% del volumen arrancado al río, y además es considerado el "forraje" fluvial, porque el resto de la cadena trófica depende de sus huevas y alevinos para la alimentación.
El entrerriano es pescador por naturaleza, en algunas de las pintorescas orillas de los 40.000 kilómetros de ríos y arroyos que avenan el territorio, pero el problema de ausencia de planificación se presentan en las áreas de pesca intensiva.
Canoas, lanchas y barcazas repletas de trasmallos, generalmente con dos pescadores a bordo, recorren las aguas del Paraná entre Diamante y Victoria, con gran desarrollo en este departamento que posee más de 60 kilómetros de islas, lagunas y bañados hasta el canal que limita esta provincia con Santa Fe.
Son los gauchos del río, hombres que conocen el delta palmo a palmo, y que en muchos casos llevan décadas sobre las canoas con sus brazos fibrosos y sus rostros quemados por el sol. Son los herederos del chaná, el timbú, el beguá, el guaraní; que hacían de la caza y la pesca su modo rutinario de subsistencia en la misma zona. Pero en muchos casos pasaron a realizar trabajos de alcance industrial, muy lejos de las artesanías.
¿Cuántos pescadores se registran hoy? No menos de 1500 sólo en Entre Ríos, dedicados en forma permanente y en su mayoría gente pobre, con una baquía sorprendente en las artes pesqueras y el fileteado, que realizan a veces en familia.
Cobran 70 centavos por kilo y los frigoríficos lo exportan a más de 3 dólares, es decir, el valor se multiplica por 1500, pero difícilmente esas bonanzas se derramen a la comunidad de pescadores.
Río colado
"Calculamos que hay mil kilómetros de redes surcando el Paraná, en algunas lanchas llevan hasta 500 metros por pescador, entonces están colando el río y por eso no pasan peces de tamaño hacia el Norte", dijo a LA NACION Luis Romero, un pescador del humilde barrio Maccarone que, dada la escasez de materia prima en esta capital, decidió abrirse camino como guía turístico a través de un grupo de baqueanos.
"El río está filtrado, lo hemos demostrado ante funcionarios nacionales; en Bajada Grande (un barrio costero de Paraná) los pescadores sumaron 15 kilos entre todos los puestos en una jornada en que nos paramos durante dos horas a ver el trabajo", dijo como ejemplo, y una vecina de ese barrio añadió la desazón de los obreros que "regresan de una jornada de trabajo con tres armados" en la canoa.
"No sale nada, no hay pescado, no sé qué pasa", comentó María López, un avezado pescador de Puerto Sánchez mientras abría un amarillo. "A veces vuelvo sin nada", lamentó.
Ricardo Leonardi, vicepresidente de la Confederación Argentina de Pesca, reclamó mayores exigencias de la provincia y un control más eficaz de la pesca industrial, y preguntó por qué cualquier particular sabía en el ambiente sobre el contrabando de pescados y las autoridades parecían ignorarlo.
Además, Leonardi afirmó que la mejor forma de defender al pescador será proteger el recurso, porque "cuando no haya más peces se verá que no le buscamos una solución al problema", y señaló la presión que ejercen importadores de Colombia, que exigen sábalos al plato, es decir, más chicos y pagan por adelantado a los frigoríficos.
Lo que es un clásico de las orillas, un paisaje habitual, sumó tensiones en los últimos años por las diferencias entre el pescador artesanal, el empresariado, el Estado, los profesionales y las organizaciones no gubernamentales, sobre los riesgos de la biodiversidad ante una pesca sin topes.
Cortocircuito en la región
Al mismo tiempo preocupa la disparidad de criterios entre provincias linderas que comparten el mismo recurso, y alguna desidia de los políticos a la hora de poner en caja la situación.
Esas tensiones provocaron, hace quince días, una no muy nutrida pero sí poderosa manifestación de pescadores junto al enlace vial entre Victoria y Rosario, que en pocas horas logró torcer el brazo de los funcionarios provinciales.
Las autoridades habían decidido ya el año pasado aumentar el agujero de las mallas de 13,5 centímetros a 14,5, y avanzar a 15,5 a fines de 2006 para dejar libres los peces que no alcanzaron la edad de reproducción. Pero en medio de la protesta resolvieron, en sólo una jornada, aplazar 45 días la entrada en vigor de esa norma. Los pescadores lograron pasar la Semana Santa, época de gran actividad, con las medidas actuales.
Claro que decir "pescadores " puede llevar a confusión. ¿Quiénes componen la masa crítica de la protesta callejera? Las autoridades y los ambientalistas consultados coincidieron en que la mayoría depende de manera más o menos directa de dos de los cinco frigoríficos de la zona, que ponen su infraestructura en camiones y personal al servicio de la marcha.
El caso es que mientras Entre Ríos mantiene la abertura (entre nudo y nudo) de 13,5 centímetros, Santa Fe exige mallas de 16 centímetros, lo que pone a los pescadores de la otra orilla en desventaja y los ambientalistas entienden que esa diferencia en el mismo río no podrá ser sostenida por mucho tiempo. Además, Entre Ríos permite pescar sábalos de 40 centímetros y Santa Fe dispone que tengan no menos de 42.
Sin embargo, a pesar de la evidente desventaja de los santafecinos desde esta perspectiva, los entrerrianos esgrimen otros motivos de queja que el diputado provincial Raúl Solanas puso en el tapete esta semana. Y es que los vecinos de la otra orilla prohíben ejercer la pesca a ciudadanos que no sean santafecinos.
"Hemos retrocedido en la integración de nuestras provincias desde noviembre del año pasado, a través de la aplicación de esta norma absolutamente inconstitucional", dijo Solanas, y pidió a sus pares de la otra costa la derogación de la norma.
"Si esto no se concreta este Parlamento de la Región Centro no le sirve al pueblo, porque en este mismo momento en que nosotros estamos en este lugar tan confortable, isleños entrerrianos están siendo molestados por la policía de Santa Fe", advirtió.
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