
Según Victoria Ocampo, el escritor era un bailarín perfecto que redimía con su arte el dramatismo de las letras
1 minuto de lectura'
Ricardo Güiraldes, el famoso autor de Don Según Sombra y de otros libros relevantes de nuestra literatura, fue un gran escritor que supo ser fiel a su tierra argentina. La novela consagratoria, publicada en 1926, tuvo el espaldarazo de Lugones en LA NACIÓN, en su crítica del 12 de septiembre de 1926. Nacido en la calle Corrientes angosta en 1886, Güiraldes pasó muchos momentos de su vida en la estancia familiar La Porteña, del pago de San Antonio de Areco.
Allí se consustanció con la filosofía y modo de vivir del gaucho, y de sus vivencias nació el libro que junto al Martín Fierro de José Hernández, otro canto de tradición, pintan la vida antigua y moderna de la pampa. Güiraldes además, tocaba muy bien la guitarra, entonando canciones criollas.
Tal vez sea menos conocida, su afición para con el baile del tango argentino. Fue un gran bailarían y en la historia del tango está considerado entre aquellos que de 1905 a 1913 llevaron la música ciudadana a París y la bailaron en todos los ambientes de la Ciudad Luz.
Esto permitió que alrededor de la finalización de la Primera Guerra Mundial el tango se convirtiera en Buenos Aires en un baile aceptado en todas las clases sociales, dado que por su origen prostibulario era considerado hasta ese momento una danza indecente. El triunfo en París, cuya catapulta fueron estos argentinos, posibilitó la ascensión que el tango requería. Ricardo lo bailaba en sus viajes a París, hacia donde iba junto con Alberto López Buchardo, Roberto Levillier, Vicente Madero y el pintor Hermenegildo Anglada Camarassa.
Cortes y quebradas
Según contó en París el pianista catalán José Sentis, en una reunión donde estaban presentes gente de la nobleza, músicos franceses y miembros de la familia Rotschild, alguien preguntó a los argentinos presentes sobre su música popular. Ellos mencionaron al tango, que era una denostada música del arrabal, y Sentis tocó al piano varios tangos por primera vez allí. Los jóvenes argentinos lo bailaron con figuras de cortes y quebradas, representando la nueva danza, que causaría furor.
Victoria Ocampo, la mítica fundadora de SUR, que también gustaba de los compases tangueros, ha escrito: "El tango (cosa de arrabal) no se bailaba en los salones de los porteños distinguidos. Ricardo lo lanzó en París con mucho éxito. Lo acompañó en la empresa otro as de la especialidad: Vicente Madero". Y agregó: "Me gustaba mucho bailar con buenos bailarines como Ricardo G. y V.M. (sic)". Se refiere obviamente a Güiraldes y a Vicente Madero, grandes amigos suyos y habituales de sus tertulias. Y agregaba: "Poco importaba entonces que las palabras de aquellos tangos fueran dramáticamente sentimentales. Estaban redimidos por bailarines tan perfectos como Ricardo y Vicente...".
Casa de tango
En la casa de las Ocampo no se desdeñaba el tango: todos los lunes las hijas con sus maridos y los hijos con su mujeres hacían venir a Osvaldo Fresedo, en aquel entonces "El pibe de La Paternal" y sus músicos, y bailaban después de comer. "Ricardo tenía el genio del tango. He visto bailar el tango a muchos de sus compatriotas y algunos sobresalían, pero nadie tenía la autoridad, la gracia, el estilo de Güiraldes...", ha dicho un escritor francés.
Dos años en París y las experiencias que volcó en su novela Raucho, que algunos han querido ver como de carácter autobiográfico, hicieron que Güiraldes decidiera un día volver a su patria. Lo manifestó así en una carta a un amigo: "Mirá, che, ha sido en París donde comprendí una noche que me vi solito mi alma, que uno debe ser un árbol de la tierra en que nació: espinillo arisco o tala pobre. Acababa de dar una vuelta completa al mundo y esa noche de nieve me corrió por lo despiadada, y lo que era más que la escarcha nuestra, porque era nieve extranjera. Me sentí huérfano, guacho y ajeno a mi voz, a mi sombra y a mi raza. Lié mis petates y ¡hasta la vuelta! le dije, che. Cuando bajé del barco, tomé un pingo y me entré, como cuando era cachorro, hasta el corazón de la pampa".
En "Raucho", novela de 1917, el protagonista baila el tango. Escribe Güiraldes: "Bailaron sin restricciones; lo circundante: ruido, movimiento, música era inexistente ilusión sólo creada para fustigarles los nervios de tensiones acrecentadas. El tango hizo el resto...".
1
2“Altamente positivo”: hubo un contacto clave en Agricultura para destrabar millonarias multas a productores
3Multado por $379 millones: una entidad del campo le pidió al gobernador Pullaro por la delicada situación de un productor
4“Se van familias enteras”: dramático éxodo de misioneros a Brasil para emplearse en el campo por la falta de trabajo



