En muchas localidades del sur de Córdoba y de Santa Fe transcurrieron 140 días en los que hubo solo tres lluvias de menos de cinco milímetros. El resultado es conocido: los primeros 10 cm del suelo están totalmente secos y eso aniquila la condición de los trigos si no tienen la napa cerca. "En los lotes en los que la napa está a 2,5 m o más, los trigos están con poca área foliar, rastreros, acartuchando las hojas para reducir las pérdidas de humedad", observa un técnico de la zona. Por el contrario, visualiza un estado bastante mejor para los que desarrollan con napa a un metro de profundidad o menos.
Los primeros tienen un panorama muy preocupante hacia delante en el centro del país. Los del ciclo intermedio ya están en el estado Z.30 de la escala de Zadoks, momento tras el cual no pueden soportar una crisis hídrica sin reducir marcadamente el rinde.
"Podrían mantener el potencial de rinde de 40-45 quintales por hectárea solo si lloviera de inmediato, pero si las precipitaciones se retrasaran hasta el 1° de octubre se podría esperar una reducción de por lo menos 10 quintales por hectárea. Si se demoraran hasta el 15 de ese mes, la pérdida se podría llegar a duplicar", calcula el profesional, en función de lo ocurrido en años parecidos. Por otro lado, si las lluvias se hacen esperar, a la disminución de rindes se le pueden agregar limitaciones nutricionales y sanitarias: "Algunos productores ven a sus trigos con mal aspecto y pueden pasar de largo con la aplicación de nitrógeno, y se sentirán tentados a no controlar los ataques de roya que están apareciendo por no gastar US$15 por hectárea más entre el costo de la mezcla de triazol más estrobirulina y su aplicación con equipos terrestres", conjetura el asesor.
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