
El proteccionismo desvirtúa el bloque
Las barreras arancelarias para el calzado y el papel contradicen, según el autor, el espíritu del Mercosur
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Hace pocos días, entidades empresariales de Brasil y la Argentina suscribieron acuerdos de autolimitación de exportaciones hacia nuestro país. Esos convenios, hasta el presente, comprenden los sectores del calzado y el papel y fueron firmados mediante el esfuerzo conjunto del gobierno argentino y las cámaras interesadas en generar la restricción al comercio de esos productos.
Hay dos aspectos que cabe analizar en relación con estos convenios: el procedimiento seguido para lograr su concreción, y la validez de este instrumento en el marco del Mercosur como forma de resolver conflictos sectoriales.
En cuanto a lo primero, sólo se puede calificar muy pobremente la secuencia de hechos que llevaron a la firma de estos acuerdos.
Como se recordará, el Mercosur previó expresamente que, a partir del 31 de diciembre de 1994, no se impondrían medidas de salvaguardia entre los países miembros.
Las autoridades argentinas, bajo la fuerte presión de los productores locales, intentaron llevar adelante una fantasía jurídica según la cual ese instrumento resulta válido, ya que los países signatarios del Mercosur son, a su vez, miembros de la Aladi, por lo que es aplicable el régimen de salvaguardias previsto por esa organización.
Rechazo brasileño
Este endeble razonamiento llevó a la firma de la resolución MEyOSP 911/99, que fue naturalmente rechazada por Brasil de manera más que enfática, obligando a la Argentina a aclarar presurosamente que dicha norma no comprendía los países que conforman el bloque.
Ante la falta de instrumentos restrictivos, que los legisladores habían omitido con buen criterio por ser contrarios a los objetivos de una unión aduanera, la Argentina aplicó medidas para-arancelarias de un alcance tal que significaron la prohibición a las importaciones que, en el caso del calzado, llega casi a los cuatro meses.
Pelea comercial
Esto representó el inicio de una guerra comercial entre ambos países, donde sectores que nada tenían que ver con el papel o el calzado comenzaron a sufrir las consecuencias de las represalias de un lado y otro.
Mediante este procedimiento, la Argentina logró que ambos sectores privados firmasen una restricción voluntaria , cuyo encuadre dentro de la ley de defensa de la competencia, en verdad, aparece como más que cuestionable.
El objetivo se logró. Pero el costo pagado y el método empleado no parecen ser los indicados para una relación estable entre socios.
Se podrá argumentar que la defensa de la industria nacional justifica plenamente la búsqueda creativa de mecanismos de protección de algún sector que no se encuentra en condiciones adecuadas de competir.
La realidad es que, en todas estas tratativas, hubo un conspicuo ausente: el consumidor.
Es un error bastante generalizado suponer que una unión aduanera se lleva a cabo con el propósito prioritario de ofrecer a los agentes económicos un mercado ampliado que los beneficie.
El Mercosur no fue concebido para favorecer a los industriales. Esta integración, hasta ahora exitosa, tiene como fin último mejorar el nivel de vida de los consumidores de los países de la región.
Esto habrá de darse como consecuencia de la mayor competencia que un proceso de esta naturaleza genera.
Que su intensidad afecte desfavorablemente a determinados sectores industriales resulta inevitable, y es parte del proceso.
La industria como un todo saldrá fortalecida, pero no necesariamente todos y cada uno de sus sectores.
No hay que olvidar que en el acuerdo que estableció el régimen del Mercosur se previeron listas de excepción y períodos de convergencia y adecuación para que los sectores considerados sensibles (eufemismo para industrias de menor eficiencia relativa) tuvieran la oportunidad de prepararse para competir.
De esta manera, se dispuso que los consumidores de los productos protegidos subsidiara, por un tiempo, a estos débiles industriales. Pese a eso, resulta evidente que esa dádiva no puede ser eterna.
Pretender restringir la esencia misma de un proceso de integración, como es la libre circulación de bienes que debe regir el bloque, llevará precisamente a la desintegración de esta vital realidad que es el Mercosur.
El autor es presidente de la Cámara de Producción y Comercio Internacional de Calzado y Afines (Capcica).




