La integración banal y estéril
La cláusula democrática del bloque, consagrada por el protocolo de Ushuaia, fue pasada sistemáticamente por alto en los casos de Paraguay y Venezuela
El Protocolo de Ushuaia en el Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela), más Bolivia y Chile, firmado el 24 de julio de 1998, se ha constituido en una de las tantas piedras en los zapatos de los gobiernos de esos países.
Los citados países firmaron un protocolo en el que reiteraron que la plena vigencia de las instituciones democráticas es la condición indispensable para la existencia y desarrollo del Mercosur. Lo dispuesto en el mismo se aplicará a las relaciones que resulten de los respectivos acuerdos de integración vigentes entre los Estados parte en caso de ruptura del orden democrático en alguno de ellos.
En este último caso, los demás Estados promoverán las consultas pertinentes entre sí y con el Estado afectado. Las medidas que pueden adoptarse son, entre otras, la suspensión del derecho a participar en los diversos órganos de los respectivos procesos de integración, hasta la suspensión de los derechos y obligaciones emergentes de esos procesos.
El protocolo es parte integrante del Tratado de Asunción y de los respectivos acuerdos de integración celebrados entre el Mercosur y las repúblicas de Bolivia y de Chile.
Asociarse
La decisión 18/04 del Consejo del Mercado Común, del 7 de julio de 2004, permite a los países miembros de la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi) -con los cuales el Mercosur haya suscrito acuerdos de libre comercio- solicitar la condición de Estado asociado al Mercosur dentro de los términos y condiciones que establece la propia norma.
Según la misma, los países interesados deberán presentar su solicitud para adquirir la condición de Estado asociado ante el Consejo del Mercado Común y adherir al protocolo de Ushuaia sobre "Compromiso Democrático en el Mercosur" así como a la "Declaración Presidencial sobre Compromiso Democrático en el Mercosur", celebrada el 25 de junio de 1996 en Potrero de los Funes, San Luis.
En síntesis, la condición de Estado asociado así como la de nuevo miembro pleno del Mercosur solamente incluirá a aquellos Estados que adhieran al protocolo de Ushuaia y a la declaración presidencial y que, por supuesto, los cumplan.
Los nuevos asociados deben también tener regímenes democráticos
La oportuna solicitud de Cuba de asociarse con el Mercosur planteó en su momento injustificadas dudas en algunas cancillerías sobre el cumplimiento del protocolo de Ushuaia: los países en los cuales no impera ni la democracia, ni las elecciones libres, ni la consiguiente división de poderes y el respeto por los derechos humanos no pueden firmar acuerdos con el Mercosur, de acuerdo siempre con el protocolo de Ushuaia.
Aquellos gobiernos que han entendido hasta ahora que en Cuba no se violan los derechos humanos y, así lo han votado expresamente en el seno de las Naciones Unidas (y también aquellos que se hayan abstenido porque según su canciller "no les consta tales violaciones") también podrán entender que en Cuba o en la actual Venezuela impera "la plena vigencia de las instituciones democráticas", y por lo tanto pueden realizar acuerdos de asociación con el Mercosur o mantenerse dentro del mismo si ya lo integran. Claro está que con el silencio cómplice de los demás países asociados. Asombroso silencio que incluye temas como el arresto violento y la cárcel de prominentes opositores los cuales son encerrados sin el debido proceso judicial aunque ocupen cargos tan importantes como diputados o alcaldes.
No creíble
Un hecho que demuestra la pérdida de credibilidad en el Mercosur fue la suspensión de Paraguay por un supuesto golpe de estado y la paralela aceptación de Venezuela.
La irregular decisión de suspender a Paraguay como miembro, sin cumplir con la normativa del protocolo de Ushuaia y la también antijurídica aceptación del ingreso de Venezuela (dado que Paraguay no lo aprobó en ese momento), no fueron decisiones gratuitas: han tenido un altísimo costo que incide principalmente sobre el crédito que pueda tener el proceso de integración regional afectado ya por múltiples desavenencias y contradicciones internas, como el proteccionismo cerril utilizado por la Argentina en su comercio con sus pares.
Cuando se le escucha decir a algún presidente que la integración es mucho más que los aspectos comerciales, jurídicos y económicos (porque lo principal son los aspectos políticos), hay que responder que los resultados de tan peligrosa y peregrina concepción están a la vista: la paralización del Mercosur, su esterilidad, banalización e intrascendencia. En una palabra: la prolongada agonía de una muerta anunciada.
El autor es académico y especialista en temas del Mercosur, comercio exterior y despacho aduanero.
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