La modorra del Mercosur
La firma del Acuerdo Transpacífico (TPP) dejó en evidencia cómo los países del bloque profundizan su aislacionismo; consecuencias de la errática política exterior
El Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (Trans-Pacific Partnership, o TPP) firmado en Atlanta el pasado 5 de octubre es un hecho muy significativo y de gran importancia para el resto del mundo. Hace por lo menos dos décadas y media que el gran eje del comercio mundial ha girado desde el Atlántico al Pacífico. Y esto es razonable, dado que en las costas del gran océano se encuentran la mayoría de las economías más grandes del planeta, exceptuados los países europeos.
Mientras tanto, los países del Mercosur siguen durmiendo la siesta y cuando de a ratos se despiertan para ver qué está pasando en el mundo se enteran que se firmó un gran acuerdo del cual quedaron al margen y que seguramente los perjudicará.
Después de enterarse, amodorrados, vuelven a su plácida siesta.
Es llamativo que no se hayan encendido las alarmas a nivel oficial, porque en este TTP hay países con producción similar a la de la Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay (carnes, cereales, frutas, lácteos, alimentos en general) que estarán en mejores condiciones para competir con nuestros productos en los grandes mercados compradores. Nos referimos especialmente a Australia, Nueva Zelanda, Chile y hasta Estados Unidos y Canadá.
Las equivocadas y erráticas políticas exteriores de nuestros países (como rechazar la firma de acuerdos comerciales con las grandes potencias económicas, por ejemplo, el acuerdo marco con la Unión Europea, que tiene más de 20 años y todavía se está negociando) nos va dejando solos en el mundo.
El aislamiento es muy perjudicial porque los demás países siguen concertando acuerdos y llevando adelante a sus economías. Es el caso de Chile y Perú, por citar vecinos cercanos.
Las diferencias entre los países sudamericanos del Pacífico con los del Atlántico son más que notables. Además, de Chile y Perú, podemos mencionar a Colombia y por supuesto a México: están continuamente realizando acuerdos preferenciales con las grandes potencias sin los temores y las desconfianzas atávicas que parece tener el Mercosur (y que son aquellas que rechazaron burlonamente el ALCA, propuesto por los Estados Unidos, hace 10 años).
A los países del Atlántico sudamericano los ha paralizado la ideología, los prejuicios del pasado, su inseguridad y vacilaciones en la acción de su política internacional. No parecen haber medido las consecuencias dañinas de tan desatinada y errónea decisión como haber rechazado realizar un amplio acuerdo preferencial con la primera potencia económica y militar del mundo.
En este tiempo, Estados Unidos estuvo y está conformando pacientemente el ALCA por otros medios. A sus acuerdos de más de 20 años con Canadá y México, agregó otros con América Central (Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua), con la República Dominicana y con Chile, Perú y Colombia. Entonces, el ALCA no se fue "al carajo" como quería el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez: el ALCA se ha ido construyendo por otras vías, reuniendo países menos dogmáticos y más pragmáticos, menos ideologizados y más libres de los prejuicios que paralizan al Mercosur.
Los acuerdos de libre comercio no son ni malos ni buenos en sí mismos. Hay que ver si de ellos resultan o no consecuencias positivas. Y cuando están bien hechos (por supuesto que hay que leer con lupa la letra chica), es decir con igualdad de oportunidades para todos, con mecanismos claros y no susceptibles de originar inacabables controversias, contemplando las diferencias entre sus miembros, siempre dan buenos resultados. ¿O acaso alguno de los países que los firmaron está arrepentido?
El autor es especialista en comercio exteriory temas del Mercosur