POSADAS.- Paraguay siempre fue la "mosca blanca" de los socios fundadores del Mercosur. Una economía muy abierta, con exportaciones concentradas en pocos rubros agrícolas y que trae de afuera bienes de consumo y capital. El Mercosur exigía aceptar un incómodo arancel extrazona común que encarecía importaciones que no fueran de los socios. ¿Para qué comprar caro y de menor calidad si no es a cambio de un desarrollo industrial? Esto generó tensiones en los primeros años.
Sin embargo, el Paraguay de la última década es bien distinto a aquel país que proyecta una imagen de excesiva informalidad y falta de controles. Hace tiempo se habla del boom económico paraguayo.
Hay lugares de Asunción, Encarnación o Ciudad del Este que nada tienen que envidiarle a Miami. Brasil y la Argentina son algunos de los principales inversores en rubros como la soja, inmobiliario e incluso industrial. A fin de mes la firma argentina Barbieri, que produce perfiles de aluminio, inaugura una planta de US$3 millones. Antes, había inaugurado plantas en Brasil y Uruguay. El boom de la soja también consolidó la economía de este país, que desarrolló la tercera flota fluvial más grande del mundo.
Según el Banco Central de Paraguay, el país exportó a la Argentina en 2017 por US$1136 millones e importó por US$1128 millones. Son, claro, las cifras del comercio formal. Con los países del bloque, en 2017 hubo importaciones paraguayas por US$3798 millones y exportaciones por US$4125 millones, siempre según las estadísticas oficiales de Paraguay (que difieren de la manera en que se contabilizan las operaciones desde la Argentina).
Aun con su crecimiento, Paraguay sigue siendo una meca de la informalidad, en especial en sus ciudades fronterizas con Brasil y la Argentina, que padecen las devaluaciones o gozan de los retrasos cambiarios de sus vecinos. Según el jurista paraguayo Luis Breuer, el comercio informal por esos pasos duplica al que se realiza en forma registrada. Ahí late el Mercosur informal.
